Liberado, ¿pero llevado cautivo al mismo tiempo?
¿Cuál es la diferencia entre la ley del pecado y de la muerte, y la ley del pecado en nuestros miembros?
Pablo dice en Romanos 8:2: "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte." Sin embargo, también dice que es llevado cautivo por la ley del pecado que está en sus miembros. (Romanos 7:23) ¿Podemos ser liberados del pecado y al mismo tiempo estar cautivos? ¿Cuál es la diferencia entre estas dos leyes?
La ley del pecado y de la muerte
No hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (Romanos 8:1-2) La ley del Espíritu de vida es la ley más poderosa. Todas las demás leyes deben estar sujetas a ella cuando esta entra en vigor. Somos librados de la ley del pecado y de la muerte cuando estamos en Cristo Jesús. Jesucristo es como una fortaleza en la que el diablo no puede penetrar. Cuando andamos en el Espíritu, en oración y adorando a Dios, experimentamos que la ley del pecado y de la muerte no nos afecta. Lo que significa, que podemos dejar de cometer pecado voluntariamente.
Lectura adicional: ¿Qué es el pecado?
Pero en nuestro andar, todavía podemos caer en pecado – quizá porque somos débiles o no estamos lo suficientemente alerta. Cuando cometemos pecado y no nos limpiamos inmediatamente pidiéndole perdón a Dios, entonces la ley del pecado y de la muerte llega y daña nuestra consciencia, causando que nuestra conciencia ya no sea tan fuerte. Si continuamos pecando (deliberadamente) sabiendo que algo está mal, nos hundimos cada vez más en la ley del pecado y de la muerte, haciendo que a nuestra consciencia ya no le afecte más el hacer el mal. Se necesita mucho tiempo para que esto ocurra, pero por medio de la poderosa ley del Espíritu en Cristo Jesús, podemos ser liberados de esto. La ley del pecado y de la muerte no tiene ninguna autoridad cuando estamos en Cristo Jesús y andamos en obediencia conforme al Espíritu. (Romanos 8:1-2)
La ley del pecado en nuestros miembros
Sin embargo, no hemos sido liberados de la ley del pecado en nuestros miembros; la cual está en nuestro cuerpo de pecado, nuestra carne – la que hemos heredado de nuestros padres, y entró a causa de la caída en el huerto del Edén. Jesús nunca cometió pecado, no obstante, Él fue un hombre, y como tal, estaba consciente de las inclinaciones de Su naturaleza humana. Él tuvo que odiar y hacer morir estas inclinaciones para que nunca entraran en Su corazón y lo hicieran impuro. Y de la misma manera nosotros tenemos que hacer.
Somos llevados cautivo por la ley en nuestros miembros cuando decimos y hacemos cosas que nosotros definitivamente no queremos decir o hacer. Es algo que sale simplemente de nuestro cuerpo. Estas son las obras del cuerpo de pecado. Por esta misma razón experimentamos que en ocasiones decimos cosas que lastiman fuertemente a los demás, incluso a los que amamos, trayendo como resultado consternación a nosotros mismos.
Pero entonces ¿qué deberíamos hacer al respecto? No vamos a ser liberados de la ley del pecado en nuestros miembros mientras estemos en esta tierra. Mientras vivamos, experimentaremos que hacemos las cosas que odiamos. (Romanos 7:15) No conscientemente, pero es la parte inconsciente del cuerpo que aún no ha sido llevada a la muerte la que quiere salir.
Lo que deberíamos de hacer
Tenemos que reconocer – que así son las cosas. Hicimos lo que odiamos. Cuando servimos bajo el régimen nuevo del Espíritu, Dios nos habla a través de Su Espíritu Santo de las obras que cometemos con el cuerpo de pecado. Y cuando aceptamos, reconocemos y odiamos dichas obras, el odio dará luz a muerte. Por medio del poder del Espíritu Santo podemos hacer morir estas obras, pero nosotros mismos tenemos que hacerlo, por medio del Espíritu; el Espíritu no lo hará por nosotros.
"Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis." Romanos 8:13.
Nosotros mismos tenemos que estar de acuerdo con el Espíritu, y entonces podremos odiar estas obras y apartarnos de ellas. Crecemos en las virtudes de Cristo. De esta manera comienza la santificación, y si perseveramos en ello, las virtudes crecerán más, y por ende traerá como resultado: naturaleza divina. Esto crea mejor comunión.
Este es el camino de la cruz. Es el camino de vida para todos nosotros. Ninguno escapará. Como seres humanos hemos sido vendidos al pecado, pero Dios salva a los a los miserables. Si reconocemos lo miserable que somos, seremos entonces uno de los que Dios salva y bendice. Por eso, no tengas miedo por el hecho de tener pecado en tu carne, pero permanece en odio cuando experimentes lo que mora en tu propia vida. De este modo vivirás.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.