¿Es tu cuerpo guiado por el Espíritu de Dios o por el pecado?

¿Es tu cuerpo guiado por el Espíritu de Dios o por el pecado?

Puntos vitales de la doctrina para poner todo en su lugar y ayudarnos a vencer al pecado.

La Biblia habla acerca de:

1. El cuerpo del pecado. (Romanos 6:6)

2. El cuerpo pecaminoso carnal. (Colosenses 2:11)

3. El cuerpo de muerte. (Romanos 7:24)

1. El cuerpo de pecado

El cuerpo del pecado es el pecado que habita en nuestro cuerpo. Este pecado se considera como muerto, siempre y cuando no estemos de acuerdo conscientemente en hacer sus demandas. El viejo hombre es crucificado con Cristo para que así el cuerpo del pecado pueda ser destruido y ya no sirvamos más al pecado. "Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia." Romanos 8:10. El Espíritu Santo es la fuerza que nos guía directamente contra los deseos de nuestro cuerpo, y como resultado, el cuerpo muere cada vez más, ya que sus demandas de pecado ya no se satisfacen. Este cuerpo se convierte en un sacrificio por las exigencias del espíritu y es destruido. Con el poder de un Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo sin mancha como un sacrificio agradable a Dios. (Hebreos 9:14)

Sin embargo, el cuerpo del pecado no está inactivo. En las áreas donde carecemos de conocimiento y luz, donde aún no estamos vivos, nuestro espíritu humano todavía está conectado al pecado, y el resultado es lo que las escrituras llaman  "obras de la carne" ("obras del cuerpo del pecado"). Estas obras son hechas en contra de nuestra voluntad y sano juicio, en otras palabras, en contra de la mente que sirve a la ley de Dios. Estas obras deben ser llevadas a la muerte a través del Espíritu Santo una vez que han sido cometidas. (Romanos 8:13) Pablo se refiere a estas obras cuando dice: "De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí." Romanos 7:17. Si he hecho estas obras, ¿cómo puedo decir que ya no soy yo quien las hace, sino el pecado que mora en mí? Esto es porque mi mente no estaba de acuerdo en hacerlo. El pecado en mis miembros me tomó, “mi carne” me llevó cautivo y me obligó a hacer lo que en realidad odio. Nada de lo que nace de la carne puede obedecer la ley de Dios.

Después de que hemos nacido de nuevo y que hemos recibido el Espíritu de Dios como una garantía, ese espíritu lucha contra la carne y la carne contra el espíritu. (Gálatas 5:17) Donde mi espíritu humano no se ha hecho vivo aún, la carne toma la delantera, y esto se convierte en las obras del cuerpo del pecado. Pero cuando llevamos estas obras a la muerte por el espíritu tan pronto como son cometidas, el espíritu toma su venganza. De esta manera, la luz del conocimiento fortalece nuestra voluntad de hacer lo bueno, mientras que al mismo tiempo, según la carne, estamos siendo restringidos por juicio, sufrimientos y muerte. Una vez que hemos recibido luz sobre una obra del cuerpo del pecado, pertenece al viejo hombre, y junto con el viejo hombre, es crucificada, colgada en el madero maldito y eventualmente muere en el cuerpo de Cristo, junto con Él.

No hay condenación por las obras del cuerpo de pecado. Pablo incluso le agradeció a Dios, a través de Jesucristo nuestro Señor, que él sirvió a la ley de Dios con su mente, pero a la ley del pecado con su carne. (Romanos 7:25) No puede ser de otra manera. La carne siempre será carne.

Sin embargo, hay esperanza de que el cuerpo de pecado sea destruido a medida que el viejo hombre es crucificado. La gente pregunta: “¿Qué es el viejo hombre, entonces?” Es esa persona que vivió de acuerdo a sus deseos y pasiones carnales, incluso cuando él sabía mejor. Ahora hemos sido crucificados a todo lo que sabemos que es pecado. Más sin embargo, donde carecemos de luz, el pecado se manifestará. Pero no somos condenados por esto porque todavía no lo podemos ver. La luz del Espíritu expone las obras del cuerpo del pecado. Incluso estos pecados ocultos son llevados ante nuestros ojos y deben ser llevados a muerte por el Espíritu para que podamos vivir.

2. El cuerpo pecaminoso carnal

El cuerpo pecaminoso carnal es ese cuerpo que se deja usar por el pecado en el cuerpo. Así es como reina el pecado. Las obras que se manifiestan como resultado son llamadas:  “Obras de la carne” caso contrario a las obras del cuerpo del pecado. Las obras de la carne se manifiestan cuando la mente sirve a la ley del pecado, mientras que las obras del cuerpo del pecado se manifiestan cuando la mente sirve a la ley de Dios. "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías,  y cosas semejantes… los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Gálatas 5:19-21.

Estas obras no pueden ser llevadas a la muerte por el Espíritu, porque aquellos que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Tales sirven a la ley del pecado con su mente, y el deseo es concebido, produciendo pecado y muerte. Las obras de la carne requieren limpieza: el perdón de los pecados. Esta carne debe ser circuncidada. El cuerpo de carne debe ser circuncidado junto con Cristo y enterrado con Él en el bautismo. (Colosenses 2:11-12)

El cuerpo pecaminoso carnal hace según las obras de la carne, que son transgresiones de la ley. Como resultado, la maldición de la ley está activa, convenciendo a la persona de pecado, porque no cree en Cristo. Una persona tiene un cuerpo, un alma y un espíritu. El viejo hombre es aquel hombre cuya mente está unida al pecado en la carne y este a su vez hace uso del cuerpo de carne. El nuevo hombre sirve la ley de Dios con su mente y presenta su cuerpo como un sacrificio agradable a Dios como un instrumento de justicia. El viejo hombre ahora puede y debe ser desplazado, y el nuevo hombre puede tomar este lugar.

Esto es lo mismo que decir que el pecado en la carne debe ser juzgado y ser llevado a muerte en el cuerpo de la carne de Cristo. Recibiremos amplio poder de resurrección para usar los miembros de nuestro cuerpo para justicia, en todas las áreas donde tenemos luz y vida. Allí es precisamente donde encontramos la verdadera libertad para nuestro espíritu. La carne, como esclavo de Cristo, se mantiene en su lugar y no tiene permitido alardear de su libertad.

3. El cuerpo de muerte

El cuerpo de la muerte es aquel que perecerá; está sujeto a las leyes de corrupción porque el pecado mora en ellas, ya sea que se presente como un instrumento de justicia o esté al servicio del pecado. En cualquier caso, este cuerpo morirá. Si vive para presenciar el regreso de Cristo, será devorado por la vida. Es la voluntad de Dios que sea desvestido. Es de la tierra, es terrenal, y como todo lo demás en el este mundo natural, está sujeto a las leyes de la decadencia. “Toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Y no sólo ella, sinoque también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” Romanos 8:22-23. (2 Corintios 5:2)

Mientras estemos en casa en el cuerpo, estamos ausentes del Señor; pero cuando dejemos el cuerpo atrás, estaremos en casa con el Señor. “… Todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta. … Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria." ¿Dónde está, oh muerte tu aguijón?  ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" 1 Corintios 15:51-56.

En la mañana de resurrección, cuando seamos vestimos con un cuerpo incorruptible, ya no suspiraremos como lo hizo Pablo: "¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"  Lo que es mortal será devorado por la vida,  y todas las enseñanzas sobre el cuerpo de pecado, el cuerpo de los pecados de la carne y el cuerpo de muerte se desvanecerán en la luz brillante del cuerpo glorificado. No obstante, mientras estemos en casa en esta morada, necesitamos estas enseñanzas de Cristo para que podamos aprender a poner todo en su lugar correcto y vencer el pecado, para que nuestro cuerpo glorificado pueda volverse aún más glorioso. En la resurrección de la muerte, uno tendrá la gloria del sol, uno la gloria de la luna y otro la gloria de las estrellas. Seamos diligentes para que podamos tener una entrada abundante al reino eterno de Dios.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.