¿Qué es el Espíritu de Pentecostés?
¿Qué significado tiene Pentecostés y qué es el Espíritu de Pentecostés?
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." Hechos 2:1-4.
Jesús le prometió a Sus discípulos que cuando Él se fuera enviaría el Espíritu Santo como una Ayuda y Guía. Una increíble promesa, que aún aunque Él no estuviera con ellos físicamente, el mismo Espíritu que estaba con Él en la tierra vendría para guiarlos en el camino de la verdad. (Juan 14:15; Hechos 1:4-5,8) En el día de Pentecostés se cumplió esta promesa, y por primera vez la humanidad fue llenada con el Espíritu de poder y de verdad. El enorme significado de Pentecostés es que ahora ese Espíritu está disponible para todos aquellos que pidan por él y para todos los que le obedecen. (Hechos 5:32) Ese es el Espíritu de Pentecostés. Por medio de este Espíritu Dios puede hablarnos.
El Espíritu de Pentecostés: El Espíritu Santo
Muchos piensan en las maravillas, los milagros de curación o en los dones que el Espíritu Santo puede dar. Y sí, el Espíritu Santo es capaz de hacer y dar tales cosas en nuestros días. Sin embargo, la visión que la Palabra de Dios puede dar sobre la obra que hace el Espíritu Santo en nuestra vida cristiana en el siglo 21 es mucho más importante.
Lo que vive en el hombre
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios?" escribe Pablo a los antiguos cristianos de Corintios. (1 Corintios 6:19) Desde el día de Pentecostés nuestros cuerpos físicos son un templo donde mora el Espíritu Santo, y él mismo quiere tomar las decisiones para nuestras vidas. La Biblia también nos enseña que hay otras fuerzas que moran en nuestros cuerpos – fuerzas de amargura, maldad, desánimo e impureza. Estos poderes son más fuertes que nosotros, por eso es obvio que como cristianos no podemos hacer lo que se nos pegue la gana. No podemos solamente "tomarnos la vida con calma" aún cuando hayamos recibido experiencias con el Espíritu Santo.
Una batalla interna de todos los días
Cuando el Espíritu Santo vive en nosotros, al mismo tiempo que las fuerzas pecaminosas lo están haciendo, es necesario una una batalla todos los días y tomar decisiones en nuestro interior. Esto es vivir conforme al Espíritu de Pentecostés. Pablo llama a las fuerzas pecaminosas "deseos de la carne" en Gálatas 5, "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí…" (Versículos 16 y 17)
Si eres honesto contigo mismo, sabes a dónde conducen los deseos de la carne. El Espíritu Santo quiere realmente que resistamos y no cedamos a las fuerzas malas de pecado que habitan en nosotros. El Espíritu Santo es como un maestro que nos enseña la verdad, y que debemos hacer para agradar a Dios. Por eso Pablo continúa diciendo, "Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu."
Andar en el Espíritu significa que todos los días de nuestra vida hagamos uso del poder que habita en el Espíritu Santo. Y aún más, andar en el Espíritu significa que usamos ese mismo poder para destruir el mal que mora en nuestra carne y así hacer la voluntad de Dios. (Gálatas 5) Lo más maravilloso es que cuando andamos en el Espíritu, gloriosos frutos crecen en nuestro hombre interior – frutos del Espíritu como gozo, paz, amor, mansedumbre, etc…
El Espíritu de Pentecostés es tan vivo en nuestros días como en el día de Pentecostés hace cientos de años. Que tú y yo, en este siglo 21, seamos gente en quien el Espíritu Santo pueda obrar tanto el querer como el hacer.
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Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.