El regalo más grade que jamás se ha dado
Un cartel que vi de camino al trabajo me hizo pensar en la primer Navidad en Belén.
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Isaías 9:6.
De camino al trabajo hoy vi un cartel que decía: “La primera Navidad fue algo muy simple y está bien si la tuya también lo es”. Esto me hizo pensar en la primera Navidad en Belén cuando nació Jesús. En realidad, fue algo muy simple, pues fueron los animales y los pastores los que le dieron la bienvenida al mundo a este bebé. Estoy segura de que ellos sintieron que había algo especial en esa noche, pero no creo que entendieran que el nacimiento de este pequeño niño era el regalo más grande que jamás se haya dado.
Isaías había profetizado del nacimiento de Jesús y muchas personas estaban esperando su aparición. Creían que cuando Jesús viniera establecería un poderoso reino para liberarlos de sus opresores y al fin traer una era de prosperidad. Así que cuando Jesús nació en un humilde establo, lo pasaron por alto.
De hecho, la mayor parte de la vida de Jesús fue probablemente así – simplemente trabajando con José en un taller de carpintería, ayudando a su madre y creciendo junto a su familia. Sin embargo, en esos días mientras Jesús crecía, Él aprendió a servir a los demás en todas las cosas. Él nunca buscó grandeza u honor, sino que siempre hizo la voluntad de Dios y nunca la suya propia. Su vida fue totalmente todo lo contrario a lo que los seres humanos ven como algo “grande”. Él era manso y humilde de corazón y fue exactamente por esa razón – por humillarse a sí mismo y por servir a los otros – que se convirtió en nuestro Salvador y en todas las otras cosas que Isaías había profetizado: “Admirable, Consejero, Príncipe de Paz…” (Mateo 11:29; Filipenses 2:7-8).
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Durante toda su vida, nadie logró entender realmente el increíble regalo que fue Jesús. Incluso sus mejores amigos se peleaban por quién se sentaría a su lado cuando su reino fuera revelado. (Mateo 20:20-23). Fue hasta después de que fue crucificado, y de recibir el Espíritu Santo, que entendieron el increíble sacrificio que Jesús hizo por toda la humanidad. ¡Y no solo lograron entenderlo, sino que también pudieron seguir sus pisadas y convertirse así como Él en siervos para los demás! Fue entonces cuando comprendieron que su reino no era de este mundo y que Él y su Padre habían planeado algo mucho más allá de lo que se habían imaginado. (Juan 18:36).
El gran regalo de Jesús para nosotros fue que nos liberó de nuestros pecados y que abrió un camino para que nosotros también podamos vencer al pecado en nuestra carne. Ahora nosotros también podemos aprender a poner todo lo propio – “mi yo” – en la cruz para poder servir a los demás, así como lo hizo Jesús.
Estoy muy agradecida por este año. Aunque quizás la Navidad no sea igual que en el pasado, ¡podemos recordar el regalo más grande que jamás se nos ha dado! Y no solo recordarlo, sino también seguirlo en el camino de la humildad. De esta forma también yo podré servir a los que me rodean, pues tengo todas las oportunidades para bendecirlos y conducirlos a Él.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.