¿Qué significa padecer en la carne?
“…quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.” Estas son palabras muy conocidas, ¿pero entendemos realmente lo que significan para nosotros en nuestra vida diaria?
“Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.” 1 Pedro 4:1-2.
3 cosas se hacen obvias de estos dos versículos anteriores:
- Que nosotros mismos debemos padecer en la carne para terminar con el pecado. No es así que Cristo padeció por nosotros para que nosotros no padezcamos.
- Que solamente por padecimientos en la carne podemos terminar con el pecado.
- Que es verdaderamente posible terminar con el pecado y hacer la voluntad de Dios.
Cristo padeció en la carne
Cuando Pedro escribió que “Cristo ha padecido por nosotros en la carne” no estaba hablando de los padecimientos físicos de Cristo. Está claro que solamente los padecimientos físicos por sí solos no llevan a una persona a dejar de pecar [a terminar con el pecado]. Eso lo podemos ver en numerosos ejemplos alrededor del mundo y a lo largo de la historia.
No, Cristo padeció en la carne cuando vino en semejanza a los hombres, cuando tenía la misma carne y sangre, así como los hijos, y cuando fue tentado en todo igual que nosotros ¡pero sin pecar! (Filipenses 2:7; Hebreos 2:14; Hebreos 4:15). Fue en esta carne y sangre humana que fue hallado obediente hasta la muerte y fue por lo que padeció que aprendió la obediencia. (Filipenses 2:8; Hebreos 5:8).
Una evidencia que encontramos de este padecimiento es cuando Jesús ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y Su sudor era como grandes gotas de sangre. Así de intensa fue su lucha en la tentación (Lucas 22:41-44; Hebreos 5:7). Sin embargo, a lo largo de Sus padecimientos Su único deseo era: “Padre… no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Para que la voluntad del Padre se cumpliera hubo en Jesús una gran batalla y mucho padecimiento. Y el resultado fue que venció su propia voluntad para que la voluntad del Padre pudiera hacerse en la tierra como en el cielo. (Mateo 6:10).
“Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí.” Hebreos 10:7.
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Nosotros debemos padecer en la carne
Ahora nos toca a nosotros padecer en la carne para podamos dejar de pecar y terminar con el pecado. Jesús también deja esto muy en claro cuando explica quién puede ser Su discípulo (Su aprendiz o seguidor): “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.” Lucas 9:23-24. (Lucas 14:26-27).
Tomamos parte de estos padecimientos en el momento de tentación, cuando tenemos la mente y el sentir de Cristo de “no se haga mi voluntad, sino la tuya…” no obstante, encontramos que nuestra carne no quiere fácilmente abandonar su pasiones y deseos. (Santiago 1:14; Gálatas 5:24). Entonces, al igual que Jesús, nosotros también tenemos que pedir ayuda con gran clamor y súplicas; también tenemos que aprender a ser obedientes a través de estos padecimientos (es decir, cuando padecemos en la carne).
Pero lo increíble es que, cómo Jesús ya ha pasado por lo mismo, pero sin pecar, ahora conoce y entiende las tentaciones y padecimientos por los que pasamos. Por esta razón es capaz de ayudarnos [socorrernos] cuando somos tentados. (Hebreos 2:17-18). “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:16.
La ayuda que recibimos es el poder del Espíritu Santo el cual nos hace capaz de negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz, o dicho más simplemente: nos da el poder para decir ¡No! a cada tentación, fielmente, una y otra vez hasta que hayamos vencido sobre ella; a decir “no” todo el tiempo a nuestra propia voluntad y a las pasiones y deseos de la carne. Duele cuando negamos estos deseos, pero eso es lo que significa padecer en la carne. Si hacemos esto fielmente y resistimos en la tentación sin desmayar, poco a poco terminamos con él y dejaremos de pecar en esa área.
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El resultado de padecer en la carne
El glorioso resultado de padecer en la carne es lo que está escrito al final del versículo: Ya no tenemos que vivir conforme a nuestras concupiscencias, sino conforme a la voluntad de Dios. Ya no satisfacemos los deseos de la carne, sino que andamos en el Espíritu, el cual nos conduce en la voluntad de Dios para obtener el fruto del Espíritu como nuestra propia naturaleza. Asimismo, crecemos en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio, etc. (Gálatas 5:16-25). ¡Sí, el resultado es que terminamos con el pecado y dejamos de pecar, ganando así naturaleza divina! (2 Pedro 1:4). Y no solo eso, sino que nos convertimos en discípulos y seguidores de Jesús. ¡De hecho, eso es lo que Él quiere: que nos convirtamos en Sus hermanos!
“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos…” Hebreos 2:10-11.
Es a causa de esta promesa y esperanza llena de gozo que podemos decir junto con los apóstoles:
“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:17-18.
“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Romanos 8:17-18.
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” 1 Pedro 4:12.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.