¿Ser cristiano significa estar siempre feliz?

¿Ser cristiano significa estar siempre feliz?

¿Es la felicidad algo que los cristianos deberían buscar? Depende de la definición que tú tengas.

Hagámonos unas preguntas: ¿Es requisito que un cristiano sea feliz? ¿Está mal sentirse triste si eres cristiano? Muchos son de la idea de que está mal sugerir que un cristiano debe estar siempre feliz.  

Pero, eso es porque normalmente equiparamos la palabra felicidad con nuestros sentimientos y emociones humanas, cuando en realidad, una vida cristiana no debería ser vivida basándose en lo absoluto en nuestros sentimientos, ¡sino de la fe! 

Puede que me sienta triste por ver el estado en el que se encuentra el mundo en la actualidad, o puede que me entristezca por la pérdida de un ser querido, pero al mismo tiempo no tengo que perder mi fe y confianza en que Dios tiene Su mano sobre mi vida que hará que todas las cosas me ayuden a bien. Por medio de Su poder puedo vencer sobre cualquier cosa que me haga perder la paz, la esperanza, la alegría y el gozo en mi espíritu. Si estoy esperando sentirme “como en las nubes”, como dice una expresión, entonces quizás espere para siempre. La pregunta ahora es: “¿tengo esta profunda ancla en la fe de que cuando estoy en las manos de Dios todo es como debería de ser? ¿No es eso acaso la verdadera felicidad? Veamos lo que dice la Biblia: “Bienaventurado [afortunado y feliz] aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios.” Salmo 146:5.

Lectura adicional: Alma y Espíritu: ¿Cuál es la diferencia? 

¿Qué es la felicidad? 

La felicidad, para la mayoría de la gente, tiende a ser algo que se desencadena por cosas exteriores y se basa en las personas, cosas, lugares, pensamientos o eventos. Pero ¿y si eso no es felicidad? ¿y si la felicidad fuera una profunda cimiente de confianza en Dios? Una roca sobre la que puedo estar firme, sin importar factores externos, otras personas, cosas, lugares, pensamientos o eventos; una elección que hago, una y otra vez durante toda mi vida; una elección que no puedo hacer con mis propias fuerzas, pero que debo hacer usando el poder del Espíritu Santo. De nuevo dice la Biblia: “El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado [afortunado y feliz].” Proverbios 16:20.

Todo experimentamos que llegamos a situaciones en las que somos “sacudidos.” ¿Está mal decir que alguien debería ser feliz, aunque le haya pasado algo doloroso en su vida? ¿O que debería ser feliz incluso si tiene depresión u otras enfermedades? Está mal decirlo si equiparas la felicidad con buenos sentimientos. Pero no está mal decirlo si la felicidad no es solo una emoción humana, sino una confianza establecida en Dios y en Su amor por mí; un profundo reposo espiritual y una certeza. Está escrito: “Estad siempre gozosos.” 1 Tesalonicenses 5:16. Esto no significa alegrarse de que algo doloroso haya sucedido, sino alegrarse del hecho de saber que la mano de Dios está sobre mí a pesar de lo que haya sucedido. Estar siempre gozoso es saber que puedo apoyarme y confiar en Él, sabiendo que Él me sostendrá en Su mano a través de los tiempos difíciles, de las pruebas y de las tragedias.

La felicidad no una ausencia de dolor o quebrantamiento. Jesús era un “varón de dolores, experimentado en quebranto…” Isaías 53: 3. Pero aun así fue ungido “con óleo de alegría más que a tus compañeros”, porque amaba la justicia y aborrecía la maldad. (Hebreos 1:8-9). Si yo también tengo el mismo amor por la justicia y el mismo odio que Jesús tenía hacía la maldad, entonces también seré ungido y me gozaré en mi espíritu. “Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, y saltarán de alegría.” Salmo 68: 3.

No confundas la felicidad con el placer 

La felicidad no es cumplir mis pasiones y deseos humanos y naturales. De hecho, estos solo conducen al vacío, a la insatisfacción y, en última instancia, a la miseria, después de que lo que se describe como “los placeres temporales del pecado” han terminado. No hay que confundir la felicidad con el placer: el deleite y la satisfacción que se deriva de seguir los deseos egoístas de uno mismo. Es por medio de vencer estas pasiones y deseos – el pecado en mi carne – que obtengo felicidad en lo profundo de mi espíritu.  

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.” Mateo 6:19-20. Saber que algo eterno e inmarcesible me espera después de una vida de fidelidad, a pesar de que pase por pruebas, dolor, y momentos de tristeza, me trae un profundo gozo en el interior que no tiene nada que ver con buenos “sentimientos.” Tengo una “…herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos…” 1 Pedro 1:4.

Ser capaz de amar en una situación donde antes me ofendía, amargaba o me enojaba, trae una alegría genuina al corazón.  

Poder estar en paz y tranquilidad en una situación que en el pasado habría causado ansiedad, miedo y confusión me trae una verdadera alegría al corazón.  

Poder alejar mi mirada de las cosas que solían atarme trae una verdadera alegría al corazón.  

Y ser capaz de servir y dar en circunstancias donde antes estaba lleno de pereza y egoísmo, trae una verdadera alegría al corazón. 

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.