El simple secreto para mantenerse humilde
Este versículo es como un contrato entre Dios y yo: " Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes".
"Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes". 1 Pedro 5:5-6. ¿Qué significa esto en mi vida cotidiana?
Personalmente, me he dado cuenta de que estoy constante y repetidamente exaltándome demasiado en mis propios pensamientos. He aquí algunos ejemplos de algunas de las frases que pueden pasar por mi cabeza: "Estoy en lo cierto; sé que la manera en que yo sé es la correcta". "Esa persona realmente necesita detenerse y escuchar mi punto de vista ahora mismo". "¿Por qué siempre hacen o dicen esto o aquello? Eso demuestra que están haciendo mal las cosas". Puedo quedar tan absorbida en estos pensamientos que se consideran tan normales y naturales, que me resulta difícil ver que todos ellos demuestran lo orgullosa que soy en realidad.
Tengo defectos
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien...” Romanos 7:18. La Biblia nos dice que todos los seres humanos han nacido con una naturaleza, algo que también se le conoce como carne, y Pablo reconoce en sus cartas que nada bueno puede salir de esa naturaleza.
En nuestra carne nos encontraremos con cosas que están en contra de la voluntad de Dios. Por ejemplo, el amor al dinero, de poder o de ser reconocido en este mundo son contrarios a la voluntad de Dios, y ceder a ello es ir por el camino de la perdición. (Mateo 11:28-30.) También encontraremos cosas que están más evidentemente en contra de Su voluntad, como la ira, la irritación y juzgar fuertemente o criticar a los demás. Aunque es normal tener estos pensamientos y tendencias, Pablo escribe en Romanos 7 que odia cuando ve que estas cosas se manifiestan. Como todo el deseo de Pablo era hacer solamente la voluntad de Dios, este capítulo nos da una perspectiva de la lucha que tenía. ¡Pero no tenemos que seguir viviendo conforme a nuestra naturaleza! Jesús abrió un camino para nosotros. De hecho, Pablo escribe más adelante: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. Romanos 8:12.
El Espíritu de Dios nos habla como una sutil voz, y nos señala las áreas de nuestra vida que no se alinean a lo que realmente significa ser cristiano. Una vez que Dios me señala estas cosas y puedo verlas más claramente, puedo hacer algo al respecto. Puedo orar a Dios para que me ayude a elegir no estar de acuerdo con estos pensamientos que están motivados por mi propia voluntad y deseos y, en cambio, elegir hacer la palabra de Dios y lo que sé que es Su voluntad; esto es, en última instancia, lo que significa humillarme. A medida que sigo caminando por este camino, me libero cada vez más de mi propia voluntad, deseos y tendencias, las cuales odio porque son contrarias a lo que Dios quiere.
Para mí, todo esto significa que debo someterme a Dios y esperar en Él. No puedo ir por ahí con pensamientos orgullosos y exaltándome a mí misma si entiendo que "dentro de mí, es decir, dentro de mi carne, no mora nada bueno". Por supuesto, esto tampoco significa que deba desanimarme o deprimirme por ello, ya que ciertamente esa no es la voluntad de Dios para mí. En cambio, Dios quiere hacer un milagro completo dentro de mí, mostrándome las áreas que necesitan cambiar, y dándome toda la gracia y la ayuda que necesito para liberarme de estas cosas. Ser humilde significa que me someto a Dios durante todo este proceso, confiando en la forma en que Él trabaja conmigo para mostrarme estas diferentes áreas, y confiando en que Él me dará toda la gracia y la ayuda que necesito para hacer las cosas de manera diferente.
Los otros también tienen defectos
A medida que pasa el tiempo, me doy cuenta de que hay muchas cosas en mi carne que no agradan a Dios. Empiezo a darme cuenta de lo increíblemente paciente, sufrido y misericordioso que ha sido Dios conmigo. Pablo escribe: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Romanos 8:1. Y si Dios es así conmigo, yo también tengo que mostrar esta misma actitud de misericordia y compasión hacia los demás.
Puede parecer obvio que lo que otras personas hacen o dicen está mal y puedo pensar inmediatamente que sé cómo deberían arreglarlo, pero el Espíritu de Dios no trabaja así, sino que me enseña a ser paciente y a soportar los defectos de los demás con paciencia, humildad y misericordia. Por eso se nos es dado este simple mandamiento en el Sermón del Monte: "No juzguéis, para que no seáis juzgados". Mateo 7:1-2. Jesús dijo estas palabras; palabras que son perfectas y están llenas de sabiduría. ¡imagina cuánto más pacífico sería el mundo si todos tomaran estas palabras en serio y las pusieran en práctica! El Espíritu trabaja personalmente conmigo, me muestra mis propios defectos, mi impaciencia, mis pensamientos sentenciosos y mi orgullo, y no solo eso, sino que también la manera de cómo vencerlos.
En mis situaciones, necesito trazar un círculo a mi alrededor y centrarme en mi propia santificación, en primer lugar. Después de eso, si veo cosas en los demás, y si tengo la capacidad para dirigirme a ellos con un amor total y absoluto por ellos, entonces puede ser de bendición para mí decir algo. Pero es totalmente lo contrario si solo encuentro los defectos y los errores de otros por irritación, fastidio o prepotencia.
En general, el orgullo puede ser algo muy pculto. Pero lo puedo encontrar en cómo pienso de mí misma, en cómo pienso de los demás y en el espacio que le doy a Dios para que actúe en mi vida. Este versículo es como un contrato entre Dios y yo: " Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes". Si no le doy importancia a las cosas y continúo dando vueltas con todos estos pensamientos que sé que son orgullo, entonces Dios me resistirá. Y eso es algo increíblemente peligroso, porque Dios retira Su gracia de mi vida debido a que no he estado dispuesta a humillarme. Pero si me someto a Dios en todo – reconozco que Él es mi cabeza y mi líder, me ha dado todo, y me dará toda la ayuda que necesito – ¡entonces definitivamente obtendré gracia sobre mi vida!
¡Estoy muy emocionada de poder seguir adelante en este camino tan sencillo!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.