Aquí te mostramos cómo obtener verdaderas riquezas
A través de Su Espíritu, Dios nos muestra cuales son las verdaderas riquezas.
En 1 Corintios 2:9 dice: “Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” Y más adelante en el verso 10 está escrito: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu.”
Hemos llegado a la fe en Él que es el Dios vivo y verdadero – Aquel que escribe las leyes del Espíritu de vida en nuestros corazones y mentes. Cuando le obedecemos y guardamos sus mandamiento por amor, Él viene y mora en nosotros, y por Su Espíritu probamos una parte de los poderes del mundo venidero. Dios ha dado Su Espíritu a todos los que le obedecen. Es este Espíritu, el Espíritu Santo, el que será el espíritu de los tiempos en el Milenio y en la eternidad. Todos los que han sido dirigidos por este Espíritu son hijos de Dios. Cuando recibimos revelación y no solo conocimiento de esto, tendremos el sentir que Pablo tuvo; estimando todo como basura y pérdida en este mundo para poder ganar a Cristo.
Jesús habla sobre “verdaderas riquezas”
Por lo tanto, la palabra escrita en Lucas 16:10-13 se hace viva para nosotros: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
Es de vital importancia ser fieles y justos en lo poco, en todas nuestras situaciones cotidianas en este mundo por el resto de nuestra vida: en el hogar y en la iglesia, en el trabajo y durante nuestro tiempo libre, tanto como en lo oculto como en lo exterior. Jesús menciona las riquezas por las cuales la mayoría de las personas son esclavizadas, pero también se refiere a todas las áreas de nuestra vida. Nadie puede servir a dos señores, y si lo intentas, tu vida estará fundamentada en una gran mentira cuyo final será como está escrito en Mateo 7:21-23:
“No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Entonces les declararé: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”
Las virtudes son las verdaderas riquezas
Es necesario ser un buen administrador de la gracia abundante de Dios; ser alguien que sirve a nuestro Señor celestial con celo y ardor en el primer amor con humildad. También es importante prestar atención y despertar nuestro oído para escuchar cómo un discípulo, andando en el Espíritu en todas las situaciones, para que Dios sea nuestro único Señor. De esta manera Él puede confiarnos verdaderas riquezas cuyo valor es eterno y son una verdadera ayuda para las personas. Las verdaderas riquezas son el contenido de la vida que recibimos al ser fieles al morir al pecado en la carne y llevar a muerte las obras del cuerpo de pecado a través del Espíritu. Solo mediante esta muerte se puede revelar la vida de Jesús en nuestro cuerpo. Así nos vestimos del nuevo hombre que fue creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:24).
El “nuevo hombre” es la vida de Jesús, Sus virtudes, Su naturaleza divina. No es algo místico u algo “raro”, sino algo que los que me rodean pueden palpar; es la Palabra manifestada en carne. En lugar de exigir y hacer mi voluntad propia, se manifiestan virtudes gloriosas como la misericordia, bondad, alegría, agradecimiento, cuidado, etc. Todas las virtudes tienen un aroma maravilloso para la gloria de Dios. De hecho, las virtudes son las verdaderas riquezas de valor eterno, y son la verdadera cura para las naciones. Estos tesoros aumentan si buscamos las cosas que están arriba y vivimos nuestra vida ante Dios, para que el oro se purifique. (Malaquías 3:3). Entonces creceremos en todo lo que es bueno; nos convertiremos en una vasija útil para el Maestro y estaremos preparados para toda buena obra. (2 Timoteo 2:21).
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.