Una vida en transformación
¿Qué hace la vida de un discípulo tan especial?
Lydia ha elegido vivir la vida de un discípulo. Experimenta que sucede una transformación en la vida diaria. Aquí habla sobre esta transformación y del increíble impacto que ha tenido en ella.
La vida de un discípulo no es extraordinaria o notoriamente diferente en lo exterior. Pero se trata de cómo reacciono – cómo hago las cosas y cómo enfrento y pienso las cosas – lo que hace esta vida tan especial.
Al vivir según la Palabra de Dios puedo desarrollarme en las virtudes de Cristo, y convertirme en alguien que es agradable a Dios.
Nuestra leve tribulación
Anhelo tener mucho más amor. Que mi amor sea incondicional, y no exija nada a los demás. Deseo tener un amor divino, que no es mayor o menor según cómo son los demás, o bien cómo actúan.
«Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.» 2 Corintios 4,16-17
Mi leve tribulación – las situaciones que experimento cada día – me brindan «un eterno peso de gloria». Cuando elijo negarme a mí misma en estas situaciones, entonces cosas interesantes e increíbles suceden – y algo nuevo se crea en mí, ¡algo que no estaba ahí antes! De esta forma recibo parte de las virtudes de Cristo. Así es como recibo el amor divino que anhelo.
Al negarme a mí misma, mi hombre interior se va renovando y purificando. Soy transformada de ser una persona egoísta, pecadora y orgullosa, a una persona que paso a paso, prueba tras prueba, llega a algo más – a la naturaleza divina. (2 Pedro 1,4)
Una lucha contra el pecado
Pero uno no recibe de forma automática un ticket al cielo solamente por el hecho de decidirse de vivir esta vida. ¡Hay una batalla! No siempre es fácil ser obediente si no llevo a la muerte mis propios deseos y pasiones. Cuando hago las cosas como yo misma quiero, en lugar de hacer la voluntad de Dios para conmigo, entonces Dios no puede hacer nada en mí o a través de mí.
A veces es difícil dejar que Dios haga esta obra en mí, porque soy tentada por algo que mi carne quiere; mis propios deseos y pasiones.
Digo «no» a estos pensamientos que surgen y sé que Dios me dará la victoria si resisto. Mientras siga diciendo «no», ¡entonces no he pecado y Satanás no tiene poder sobre mí!
Comienzo mi día en fe que la palabra de Dios es verdad, y que el pecado en mí no tiene derecho a vivir.
Me levanto por la mañana y pienso: «¡Hoy voy a devorar a mis enemigos como el pan! Hoy no dejaré que los celos o la queja o el enojo e intranquilidad entre en mi corazón.» Y comienzo mi día en fe que la palabra de Dios es verdad, y que el pecado en mí no tiene derecho a vivir. ¡La vida y las virtudes de Cristo se manifestarán en mí! «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios.» Gálatas 2,20.
Progreso – transformación
No siempre puedo ver que hay un progreso. En el momento hay algunas veces dificultad para ver exactamente lo que ha cambiado, pero avanzo paso a paso en fe que estoy siendo transformada. De pronto veo amor donde antes no había amor. Veo longanimidad allí donde antes había impaciencia y frustración. No me ofendo tan fácilmente, sin embargo antes el más mínimo comentario me hacía sentir descontenta, resentida y juzgada en mi corazón.
Un día estas tendencias y pecados que son una parte tan importante de lo que soy como persona estarán muertos, porque no les daré ningún alimento; nunca en forma consciente estaré de acuerdo con ellos. ¡Y algo que nunca recibe alimento no puede sobrevivir por mucho tiempo!
¡Realmente funciona!
Recuerdo que un buen amigo me dijo una vez: «¡Resiste! ¡Esto funciona, funciona realmente! ¡No te rindas, no pierdas la fe! ¡Resiste en la lucha, y obtendrás la recompensa!» Cuando, por ejemplo, comienzo a cansarme, o bien las pequeñas cosas aquí en la tierra comienzan a atraparme, recuerdo estas palabras de aliento que me recuerdan que la lucha no es en vano – ¡hay una meta y una razón por la que lucho para recibir victoria sobre el pecado en mí!
Estoy muy agradecida que he elegido vivir esta vida de un discípulo. Todavía hay mucho por hacer. Tengo mucho que aprender y mucha sabiduría donde todavía no recibo parte. ¡Pero he decidido seguir a Jesús, y no habrá vuelta atrás! He comenzado en este camino de transformación – he empezado a alcanzar las virtudes de Cristo que anhelo.
¡Cada día puedo decir que no soy la misma persona que era ayer! Me he negado a mí misma y he tomado mi cruz, tal como Jesús nos dice que debemos hacer para seguirlo. Vida eterna y virtudes – ¡podemos asirnos de esto! ¡Cuando vamos a la lucha en fe, entonces Dios está con nosotros, y nos da más que la victoria!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.