Nuestra vida es como un viaje en un país extranjero

Nuestra vida es como un viaje en un país extranjero

Todo el mundo sabe que sus vidas llegan un día a su fin. ¿Qué habremos acumulado para entonces?

Podemos comparar nuestra vida aquí en la tierra con un viaje en un país extranjero. En este viaje acumulamos experiencias y conocimientos en muchas cosas. Pero cuando el viaje está pronto a terminar y nos tenemos que ir a nuestra morada celestial, la pregunta será si hemos o no acumulado sabiduría que nos será de provecho.

Nuestra vida también puede ser comparada con un estudiante que viaja al extranjero. Quizá el estudiante solo piensa en divertirse en el país que va. Después cuando termina el viaje, ha derrochado todo su tiempo y dinero. La sabiduría que adquirió es solo de entretenimiento vano y diversiones. En otras palabras, cuando el viaje termina no ha adquirido nada de lo que originalmente estaba destinado a recibir.

¿Qué valores acumulamos?

Así es también el resultado de muchas vidas aquí en el mundo. Han sido llamados a estar con Jesús por la eternidad, pero sólo piensan en ser grandes personas en el viaje en este mundo. Cuando terminan su vida y deben entrar en la eternidad, no tienen ni tesoros ni sabiduría que encajan en el cielo.

Todos los seres humanos que nacen tienen un llamado celestial en su corazón. Pero las tentaciones en el mundo son muchas. A medida que el niño crece, se determina que tipo de contenido recibirá en su viaje por esta vida. Los que escogen hacer la voluntad de Dios reciben sabiduría a través de todas las pruebas. Cuando se niegan a sí mismo y hacen la voluntad de Dios, reciben experiencia, la cual les servirá toda la eternidad. Ellos bendicen en lugar de maldecir, aman en lugar de odiar, sirven en lugar de gobernar, se alegran en dar en lugar de tomar, y así sucesivamente. Como resultado, cuando el viaje se termina, han acumulado tesoros y sabiduría para su llamado y su labor en la eternidad con Jesús.

"Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar". 1 Timoteo 6:7.

Cuando el hombre viene al mundo no tiene entendimiento de nada; pero cuando sale del mundo, tiene entendimiento de muchas cosas. Acumuló experiencias, conocimientos y sabiduría en su espíritu. Desnudos llegamos al mundo, y desnudos debemos irnos del mismo. No podemos llevarnos ninguna de las cosas de esta tierra. El millonario y el pobre son entonces iguales; pero lo que hemos acumulado en nuestro espíritu, eso nos llevamos. Esto se convierte en nuestra riqueza en la eternidad.

Qué triste es cuando el hombre sólo ha acumulado experiencias de pecado y sabiduría en cosas corruptibles. Al final de sus vidas uno puede hablar con ellos solo sobre casa, muebles, ropa y comida, cosas que no tendrán la más mínima utilidad cuando su viaje en esta vida haya terminado.

Jesús conoce el viaje

¡Despierta, por lo tanto, a tu llamado! Comienza a vivir con tu enfoque en la eternidad. Santifica a Jesús como Señor en tu corazón. Él conoce este viaje. Él mismo ha experimentado las tentaciones y dificultades de un hombre, y ahora está sentado a la diestra de su Padre. Él vive en los corazones de los que creen, y los guía a través de su Espíritu para que al terminar su viaje tengan buenas ganancias celestiales.

Los que vencieren en las tentaciones recibirán la corona de vida. Aquellos que hayan hecho la voluntad de Dios en la tierra recibirán la corona de justicia; y todos aquellos que sacrificado su vida por los demás recibirán una corona de gloria incorruptible."He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida". 2 Timoteo 4:7-8.

Este artículo fue publicado por primera vez en noruego con el título "Jeg er på reise her, og det i et fremmed land" en 1960.
© Copyright Stiftelsen Skjulte Skatters Forlag

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.