Un futuro y una esperanza

Un futuro y una esperanza

Solo tenemos una esperanza en nuestro llamado celestial, y es en Cristo. Allí tenemos un futuro y una esperanza eterna en la gloria más grande que hay.

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros un futuro y una esperanza. Me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré. Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón.” Jeremías 29:11-13. [NKJV] 

Dios siempre se ha revelado a aquellos cuyos pensamientos son puros y le buscan de todo corazón. Esto ha sido así tanto en el antiguo pacto como en la nuevo, y siempre les ha dado un futuro y una esperanza. Todos tenemos motivos para gozarnos en la esperanza y aspirar un futuro glorioso y brillante, y la razón es porque los pensamientos de Dios acerca de nosotros son solo pensamientos de paz y no de mal.  

La garantía que Dios nos da de que habrá un futuro y una esperanza 

Si preguntáramos a la gente hoy en día sobre su esperanza en el futuro, lo más probable es que su respuesta sea que el futuro no se ve muy prometedor. La mayoría de la gente ve solo una oscuridad sin esperanza. Sus experiencias les han enseñado que sus muchas y diferentes esperanzas se han desvanecido con el paso del tiempo. La intranquilidad, el desánimo, el miedo, la desesperación y las malas sospechas han entrado y llenado sus mentes de oscuridad y de todo tipo de pensamientos de ansiedad en lugar de tener un gozo en la esperanza que los puede sostener en la batalla. 

“Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré.” Salmos 62:5-6. Solamente en Dios nuestra alma llena de intranquilidad puede estar tranquila. No seremos avergonzados en la esperanza que proviene de Él, al contrario, nos volvemos inamovibles en nuestra esperanza y en nuestro gozo si solamente Dios es nuestra roca, salvación y nuestra defensa. Dentro de esta defensa tenemos paz y estamos bien protegidos. Dios garantiza que el hombre de paz tendrá un futuro (Salmos 37:37). “No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió.” Josué 21:45. 

Si uno no envidia a los pecadores, sino que es celoso para temer al Señor, entonces Dios nos dice: “porque ciertamente hay un futuro, y tu esperanza no será cortada.” Proverbios 23:17-18. [LBLA]. 

“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” Romanos 15:13. 

El Dios de esperanza es nuestro verdadero Padre y Consolador. Su anhelo es darnos no solo un poco, sino en abundancia. Él nos llenará con toda la paz y el reposo. A través de la fe y en el poder del Espíritu Santo podemos recibir de esta abundante plenitud. No seremos avergonzados en nuestra esperanza. Cuando Pablo escribió acerca de la gloria que no desvanece y en la que podemos tomar parte, dijo: “Precisamente porque tenemos esta esperanza, hablamos con toda libertad.” 2 Corintios 3:12. Nosotros tampoco seremos avergonzados si tenemos esta franqueza. 

Lo que era imposible se hizo posible 

“Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.” Hebreos 7:18-19.  

La debilidad y la ineficacia de la ley fue abrogada porque no podía llevar a nadie a la perfección. Pero ahora podemos acercarnos a Dios con una mejor esperanza en el poder de una vida incorruptible. Lo que antes era imposible para la ley, ahora es posible en esta esperanza. (Romanos 8:3-4). 

Ahora tenemos la esperanza de que seremos participantes de las más preciosas y grandísimas promesas para que por ellas lleguemos a ser parte de la naturaleza divina. (2 Pedro 1: 3-4). No seremos avergonzados en nuestra esperanza de que seremos herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados. (Romanos 8:17).  

Si permanecemos fundados y firmes en la fe, y sin apartamos de la esperanza del Evangelio que hemos oído, entonces Cristo nos presentará santos y sin mancha delante de Él. (Colosenses 1:22-23). 

Esta transformación solo puede ocurrir si somos obedientes al Evangelio. Por eso necesitamos orar para que los ojos de nuestro entendimiento sean alumbrados y para que sepamos cuál es la esperanza a la que Él nos ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos. (Efesios 1:18). 

Un futuro y una esperanza celestial en Cristo 

El nuevo pacto no nos promete riquezas terrenales, grandeza, honor y poder, sino que se nos promete una paz y un gozo inamovible en nuestro interior en todas las circunstancias de la vida. Si hemos puesto el ancla de nuestra esperanza en el cielo mismo, entonces tenemos el cielo en nuestro corazón ahora, y luego por toda eternidad. 

Pablo exhorta a Timoteo a que mande a los ricos de este siglo a que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino que pongan su esperanza en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Pero no solo eso, sino que también mandó que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos atesorando para sí buen fundamento para lo por venir y que echen mano de la vida eterna. (1 Timoteo 6:17-19). 

"Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” 1 Timoteo 6:10. 

Todas las riquezas terrenales y la honra en este mundo solo nos dan una esperanza de un futuro incierto lleno de inquietud y ansiedad. Solo tenemos una esperanza en nuestro llamado celestial, y es en Cristo. Pero allí, tenemos un futuro y una esperanza eterna en la gloria más grande que hay. 

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.