Un espíritu de fe: toma la Tierra Prometida

Un espíritu de fe: toma la Tierra Prometida

Fe significa ser obediente, aunque no podamos ver los resultados. Fe significa acción. La fe da resultados.

¿Por qué es tan importante tener un espíritu de fe? Analizar detenidamente la historia de Josué y Caleb nos da una idea.

Los doce espías habían regresado de reconocer la tierra de Canaán para informar a Moisés y al pueblo de Israel. El pueblo estaba muy expectante y emocionado. Dios mismo los había sacado de Egipto, y finalmente había llegado la hora de la verdad. 40 días antes, Moisés había enviado unos espías con las ordenes de averiguar lo más que puedan antes de que los Israelitas entraran al país y lo tomaran como propio. Sus palabras de despedida fueron: “Esforzaos, y tomad del fruto del país.” (Lee Números 13 y 14).

Y he aquí, llegaron, ¡con un racimo de uvas que era tan grande que dos hombres tuvieron que cargarlo entre ellos! “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella.” El pueblo emocionado se reunió alrededor de ellos para ver con sus propios ojos. Todos querían tener un poco de esos frutos.

La Tierra Prometida

En el Nuevo Pacto también se nos ha dicho que tenemos que tomar la Tierra Prometida. Como cristianos hemos recibido las más grandes y preciosas promesas: Si terminamos con el pecado seremos participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:3-4). Los frutos de este país son las virtudes y bendiciones que recibiremos: amor, alegría, paciencia, bondad y paz. ¿Quién pues no quisiera recibir esto?

Pero la alegría de los Israelitas no duró mucho. Los espías se habían también encontrado con los que vivían en el país: pobladores fuertes, que vivían en ciudades fortificadas. Su reporte fue muy desalentador: “La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura…éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.”

El pueblo de Israel se hundió en la desesperación y llanto durante toda la noche. ¿Hasta allí habían llegado sus sueños? ¿Tuvieron que sufrir tanta adversidad, solo para llegar al fracaso en la entrada de la Tierra Prometida?

¿Qué es lo que tú crees?

Así también puede pasar a menudo en nuestra vida como cristianos. Dejamos nuestra vieja vida para seguir a Jesús, con grandes esperanzas de una mejor vida. Pero cuando aparece y se levanta grande y amenazante nuestro enemigo – el pecado en nuestra naturaleza – casi parece que es imposible vencerlo. Empezamos a sentir que el costo de ser cristiano es demasiado; que es mucho más trabajo del que pensabamos. ¿Por qué Dios no nos ayuda?

Dios no puede ayudar a quienes no quieren creer. El tiene mucho respeto por la libre voluntad que nos ha dado. Sin fe es imposible agradar a Dios. Pero, por el otro lado, Él es galardonador de los que diligentemente le buscan. (Hebreos 11:6).

Josué y Caleb, dos de los espías, dijeron: "Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará… Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.

Uno hubiera creído que el pueblo luego de escuchar esto recibieron valor y recordaron las promesas que Dios les había dado y los milagros que había hecho delante de ellos. Pero no. Ante la oposición, debido a su incredulidad, hubieran preferido apedrear a estos hombres de fe en lugar de ir a la lucha y pelear por la Tierra Prometida. 

Un espíritu diferente: el espíritu de fe

Pero entonces Dios intervino. El pueblo de Israel en realidad negó la fuerza y gloria de Dios al no creer en Él. Y es por eso que su justa ira se encendió sobre ellos y juró que nadie mayor de 20 años entraría a la tierra, y todos los demás perecerían en el desierto.

Exceptuando a dos: "Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión… Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun."

Ellos tuvieron otro espíritu – un espíritu de fe. La fe significa no ver lo que es visible, sino creer que Dios es Todopoderoso. Fe significa ser obediente, aún cuando no podamos ver los resultados. Fe significa acción. La fe da resultados. 

Dios quiere que elijamos creer; que elijamos obedecer. El quiere que sacrifiquemos algo. Dios estaba con Josué y los israelitas, pero ellos solo tenían que demostrar que lo deseaban. En la conquista de Canaán después de la caída de Jericó, ninguna ciudad fue tomada sin lucha. 

Degustando los frutos

En el mismo espíritu de fe peleamos nuestra propia lucha contra el pecado en nuestra naturaleza. Tenemos que renunciar a nuestra propia voluntad y deseos pecaminosos. Dios nos fortalece cuando diligentemente le buscamos en fe, y cuando vencemos toda la gloria le pertenece a Él. 

Nada puede ser tomado sin lucha, pero cuando luchamos no hay nada que no podamos tomar. Los enemigos irán cayendo uno a uno justo enfrente de nosotros. Y más adelante no solo verermos "el fruto del país", sino que tomaremos, asiremos y probaremos todas las virtudes: Amor, gozo, paz, etc.. La Tierra Prometida será nuestra.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.