Un amigo en medio de la depresión
En medio de una oscura depresión aprendí a conocer a Dios como mi padre y amigo personal.
«Pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.» (1 Juan 3,20)
Este verso ha sido a menudo un ancla de salvación en momentos que no he sabido qué hacer. En primer lugar en períodos de depresión, que siempre vienen acompañados con absoluta oscuridad y obsesiones persistentes. Periodos que con gusto me gustaría dejar todo atrás por siempre. Sin embargo, precisamente en estos periodos aprendí a conocer a Dios como mi padre y amigo personal. Un amigo que siempre está a mi lado y que siempre sabe cómo están las cosas en mí. Dios sabía qué pensamientos me atormentan una y otra vez. Pensamientos difíciles de expresar con palabras, porque tenía temor que pudieran impactar a alguien – o incluso a mí misma.
Dios me guió a aceptar la ayuda
«Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos.» (Salmos 139, 1-2)
Esta certeza, de que Dios conoce mis pensamientos, me hizo sentir un gran alivio y de inmediato una paz interior. «Detrás y delante me rodeaste…» (verso 5)
Este verso me dio confianza y seguridad en el mismo instante que lo leí. Fue justamente como si un buen amigo/amiga me abrazara. Y así ha sido desde entonces. Ahí creí que Dios me acepta tal como soy. Sin embargo, tuvo que tomarme de la mano para guiarme lejos de la oscuridad – paso a paso.
Lo hizo de tal modo que busqué ayuda, acepté la ayuda de buenos amigos y también de un especialista y medicamentos. Con la ayuda de Dios, me di cuenta que tenía que cambiar por completo mi manera de pensar acerca de la vida y sobre mí misma. Dios creo este anhelo en mí, y comencé a tomar las riendas sobre mi vida para contribuir activamente a mejorarme de la depresión. Del mismo modo que un verdadero amigo hubiera hecho. Un amigo que se alegra cuando ve progreso en mí, y que no siente sólo lástima cuando lamo mis heridas.
Un amigo que jamás me abandona
Esta historia inicialmente no ofrece un típico «final feliz». No es así que la depresión se la lleva el viento. Debo continuar con medicinas por varios años. Cada tres meses debo ir donde el siquiatra para controlarme. En ocasiones, también me preocupo por el fracaso. Sin embargo, he ganado un amigo que jamás me abandona, un amigo que en todo momento está ahí para ayudarme y aconsejarme, y que me ha ayudado a encontrar otros valiosos amigos en los cuales puedo confiar en un 100%. Anhelo de todo mi corazón que cada persona pueda tener o encontrar un tal amigo.
Para mí, un mejor «final feliz» no puede haber…
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.