¿Todos los caminos conducen a Dios?
Muchos dicen: «Todos los caminos conducen a Dios ». Pero, ¿es así?
Todas las grandes religiones del mundo dicen tener las respuestas a las grandes preguntas de la vida. Prometen a las personas gloria eterna y salvación. En mayor o menor grado, exigen que te comprometas con un conjunto de valores y reglas de vida. Pero, ¿pueden estas religiones acercarme más a Dios? Y, ¿conducen todas al mismo Dios?
Muchas personas creen en Dios de una u otra forma. Muchos dicen «todos los caminos conducen a Dios». «No importa en lo que creas, mientras creas en algo». «Hay un solo Dios; independiente de lo que creas Él te ama». Pero, ¿es así?
Las tres principales religiones monoteístas (el judaísmo, el cristianismo y el islam) tienen mucho en común. Todas creen en un solo Dios. Creen que el mundo ha sido creado por este único Dios. Las tres prometen gloria eterna y salvación, si uno se somete a sus entendimientos religiosos y reglas de vida.
Otra cosa que tienen en común es que todas creen que hemos sido separados de Dios por causa del pecado. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios y pecaron, la humanidad fue separada de Dios. Es por esto que las personas deben encontrar un camino de regreso a Dios.
Al encuentro con Dios
Sin embargo, ir al encuentro con Dios puede resultar muy diferente. Algunos encuentran a Dios a través de fuertes emociones, experiencias y sensaciones. Se entregan a éxtasis emocionales que los llevan a un contacto más cercano con Dios. Para las iglesias carismáticas cristianas este éxtasis emocional es una parte importante del culto, con cantos de alabanza, personas que hablan en lenguas, gritos de aleluya, etc. También el sufismo musulmán le da gran importancia a este éxtasis emocional como un acercamiento a Dios.
Otras personas encuentran un sentido en las reglas de la vida y en las leyes. Estas empiezan a actuar como «frenos» al pecado y a los deseos naturales que han o quieren impulsarme en mi vida. Si sigo un conjunto de reglas y leyes dadas por Dios, podré alcanzar una vida buena y recibir parte en la bendición. Aquí es donde se encuentran muchos de los conservadores cristianos, musulmanes, judíos ortodoxos y seguidores de otras religiones.
Otros encuentran consuelo en la gracia. Especialmente para los cristianos la gracia es un concepto central e importante. La gracia para muchos cristianos significa perdón de los pecados que han cometido, pero también perdón por los que cometerán. Para la iglesia Católica la confesión desempeña un papel central, donde uno puede confesar sus pecados a un sacerdote, pedir que intercedan y alcanzar reconciliación con Dios. Esto es parte del sacramento de la reconciliación, y es realizado periódicamente.
Sin embargo, algunas personas no están satisfechas con nada de esto. Buscan una satisfacción más profunda, reconocen sus carencias. A pesar de sensaciones y experiencias fuertes, o una forma de vida ascética con estrictas reglas de vida, siguen siendo las mismas viejas personas, con los mismos deseos y tendencias pecaminosas. Y a pesar de la gracia y el perdón no están satisfechos, ya que continúan viviendo de acuerdo a sus propios deseos. ¡El problema del pecado todavía no es resuelto!
¿Quién es Dios? ¿Y cuál es su anhelo para con nosotros
«Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.» Oseas 6,3.
Oseas fue un profeta judío, que tenía un deseo sincero de llegar a conocer a Dios. En base a sus experiencias aprendió que Dios era uno que le ayudaba en el momento oportuno, cuando le buscaba de todo corazón.
«Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.» 1 Samuel 15,22.
Samuel fue otro profeta judío, que claramente tenía un conocimiento profundo de lo que a Dios le agradaba. Podía dar fe que Dios amaba a las personas que le obedecían, y que escuchaban lo que decía. Sin embargo, Dios claramente no estaba ocupado de los rituales externos.
Jesús – el camino y la verdad
En el cristianismo Jesús es completamente central. Existe un amplio consenso de que Él es una figura histórica importante que ha tenido una enorme influencia. Pero, ¿es también algo más que esto?
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» Juan 14,6.
Aquí vemos que Jesús dice a sus discípulos que Él es el único camino a Dios. Muchos dirán que es una afirmación que ha ido demasiado lejos. ¿No hay otros caminos a Dios que no sean a través de Jesús?
Jesús dice en Mateo 7,21: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.»
Aquí vemos que Jesús toma el practicar la voluntad de Dios como un criterio para poder entrar en el reino de los cielos. Jesús continúa hablando sobre ser un hombre que edifica su casa sobre la roca y no sobre la arena:
«Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.» Mateo 7,24-27.
Juan, uno de los discípulos de Jesús, describió posteriormente a Jesús en su evangelio de la siguiente manera:
«Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.» Juan 1,14.
De este modo pudo Juan testificar sobre Jesús, a quien había conocido y visto personalmente, que la Palabra que Jesús predicó se había vuelto vida en él. No eran solo palabras muertas, sino que lo que vivía y hacía era lo que predicaba.
¿Fue Jesús un hombre como tú y yo?
De acuerdo con la carta a los Hebreos, Jesús vino a la tierra como un hombre, con las mismas condiciones que tú y yo. Él fue el «Hijo del hombre»; fue tentado como nosotros, pero padeció en lugar de ceder al pecado. De este modo, la Palabra se hizo carne en él, y pudo abrir un nuevo camino para nosotros, de regreso a Dios, donde pudiéramos llegar a una vida agradable a Dios.
«Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.» Hebreos 2,17-18.
Pero, ¿cómo pudo Jesús padecer en lugar de pecar? Jesús en lugar de ceder cuando era tentado, padecía, y hacía el bien. Tal vez tú mismo has probado una y otra vez vivir de una manera agradable a Dios, pero experimentas una y otra vez que te quedas corto. ¿Por qué no sucedió esto con Jesús?
Dios nos dará poder
«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» Hechos 1,8.
Jesús recibió poder a través del Espíritu Santo, para vencer el pecado que moraba en su carne, todo lo que no podía ser agradable a Dios. Por el poder del Espíritu Santo venció todo el mal, el odio, la envidia, las exigencias, etc., y pudo ser agradable a Dios. ¡En vez del mal, se manifestó la bondad! Al final de su vida, Jesús testificó que Dios también daría a sus discípulos este mismo poder, a través del Espíritu Santo, y que por lo tanto podrían ser sus testigos en todo el mundo.
Pero, ¿qué significa ser un testigo de Jesús? ¿Es suficiente con confesar que soy un cristiano?
Las personas que van a testificar sobre algo testifican naturalmente sobre lo que han visto y experimentado. Los que han visto y experimentado personalmente que las cosas que Jesús les ha enseñado se han hecho realidad en sus propias vidas, son los verdaderos testigos de Jesús. Pueden testificar que las palabras que habló cuando estuvo en la tierra realmente no son palabras muertas, sino que son palabras vivas y poderosas, capaces de crear algo totalmente nuevo en un ser humano.
Pablo escribe en Romanos 14,17 que el reino de Dios consiste en «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.» Al obedecer y hacer la Palabra de Dios, nuestra vida será cada vez más llena de estas tres cosas, y nosotros mismo nos volveremos portadores del reino de los cielos, y podremos ser de una gran bendición para nuestros semejantes.
Profesar una religión no puede ni hacerme realmente feliz ni acercarme más a Dios. Pero hacer la Palabra de Dios, llevarla a la práctica en mis situaciones diarias, es una adoración real y verdadera, que también da una satisfacción real y verdadera. Esto es seguir las pisadas de Jesús, y conducirnos de regreso a Dios.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.