¿Tener un espíritu afable y apacible es un estándar imposible de establecer?

“…en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” 1 Pedro 3:4.

Me siento y miro estas palabras, soy tentada a desanimarme, sé sin lugar a dudas que no soy una persona afable y apacible. Tengo una voz fuerte, una risa abrasiva y una tendencia a cantar a todo pulmón. Todo lo que hago, lo hago de manera llamativa. No soy una persona sutil que pasa desapercibida.

No lo hago para llamar la atención, así es la personalidad con la que nací. No estoy diciendo que me sienta orgullosa de ser así; de hecho, a veces, me avergüenzo en gran manera cuando me doy cuenta de que una vez más fue mi risa las que se escuchó más fuerte en la sala. Realmente deseo no ser tan ruidosa.

Entonces, ¿qué hago con el hecho de que está escrito que yo deba tener un espíritu afable y apacible? ¿No soy valiosa para Dios porque soy una persona ruidosa e impulsiva? ¿Debería tratar de cambiar mi personalidad? ¿preferirían los demás que fuera menos… yo?

Dios no me hizo "mal"

No creo que Dios me haya creado mal. Él me formó como la persona que soy, y me dio mi personalidad por una razón. Así que, ¿dónde está el problema aquí?

Ahora me doy cuenta que no dice “una personalidad afable y apacible.” Dice, “un espíritu afable y apacible.” Ese espíritu afable y apacible tiene que ser mi “yo” interior, mi conexión con Dios. Si soy apacible en mi espíritu y siempre escucho lo que Dios quiere decir a mi corazón, voy a escuchar cuando me dice que la forma en que estoy actuando ahora mismo no es correcta – que hay pecado que contamina lo que estoy haciendo.

El pecado es lo que hace que algo vaya mal. Cuando la forma en que hago las cosas es contaminada por el pecado, es cuando desagrada a Dios. Si estoy siendo ruidosa y bulliciosa, de tal manera que se vuelva difícil para las personas que me rodean, entonces estoy siendo egoísta e irreflexiva, en lugar de bendecir y hacer la vida buena para las personas. Dios me muestra cuando estoy buscando atención, tratando de tener la última palabra, siendo grosera, irrespetuosa, orgullosa, irreflexiva, obstinada, egoísta, etc.

Siempre tengo que juzgar mis acciones y pensar en cómo y por qué hago las cosas. No debería actuar precipitadamente y pensar sólo en mis propios intereses sin tener en cuenta cómo mis acciones afectan a las personas que me rodean. Mis acciones tienen que ser impulsadas por el amor. Así es como creo vida y paz a mí alrededor donde sea que vaya, ya sea ruidosa o retraída por naturaleza.

“…pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.” Romanos 8:6.

¡Dios puede usar mi personalidad para bendecir!

¡Ser egocéntrica e irreflexiva no es una condición permanente! Estas cosas se pueden erradicar cuando uso el poder disponible de Dios para vencer. Puedo ser comprensiva y consciente de los intereses de los demás, y mis acciones reflejarán eso. Entonces mi personalidad es purificada, sin necesidad de cambiar la forma en que Dios me creó. Cuando escucho la voz de Dios, aprendo lo que está bien y lo que está mal, y soy sensible a cuándo es el momento adecuado y el lugar indicado para ser audaz y asertivo, y cuando es adecuado permanecer en silencio.

Lo que es valioso para Dios, es mi deseo de escuchar su voz y buscarlo en mi espíritu, siempre manteniendo mi oído abierto para escuchar lo que tiene que decirme en cada situación, para que pueda hacer su voluntad y no la mía. Es la amabilidad y el silencio lo que está buscando. Y sí, a veces me impiden escucharlo debido a la actividad exterior, así que tengo que asegurarme de no ahogar su voz. (1 Tesalonicenses 5:19)

Pero no hay nada de malo en ser asertivo. Mientras esté siempre en alerta por el pecado, en todo lo que haga. Cuando escucho la voz de Dios que me habla, Él siempre puede guiar todos mis pasos, y puede usarme para todo el trabajo que Él ha preparado para mí. Él puede usarme, así como él me creó, para completar su voluntad en la tierra. (Efesios 2:10)

Este espíritu afable y apacible, no es imposible. Más bien, es increíblemente alentador saber que puedo tenerlo sin importar mi personalidad, y que a través de este, Dios puede guiar mi vida a la perfección. Él puede mostrarme la manera de liberarme por completo del pecado y de buscar lo mío propio. Todavía puedo ser yo, pero el yo purificado, así como pensó Dios que debería ser.