Sobria, pero no asustada
Al principio, la cuarentena forzada y conectarse en línea parecía algo novedoso e incluso divertido, hasta que me di cuenta de que nuestras fuentes de ingreso se estaban reduciendo poco a poco.
A principios de abril, se publicó un informe acerca de los descubrimientos hechos por la empresa italiana de inteligencia artificial Expert System. Ellos habían estado investigando decenas de miles de publicaciones en redes sociales para evaluar los cambios en el estado de ánimo de las personas en relación con el COVID-19. Lo que encontraron no fue una sorpresa; ya en el cuarto día, el miedo había sido la emoción más dominante expresada en las publicaciones. “Hay muchas razones por las que el miedo está creciendo”, escribió el equipo en su actualización diaria.
Sí, hay muchas razones para sentir miedo, muchas razones para asustarnos por lo que está sucediendo. El informe planteó que, aparte del miedo a morir, los temores se basaban en no saber cuál es el plan o cómo los gobiernos encontrarán la forma de seguir adelante.
Un sentimiento de tranquilidad
Hubo un tiempo en el que leía estos informes y sentía lástima por las personas desafortunadas que no tenían fe en Dios, ninguna esperanza en “la vida venidera” la cual sería una protección en contra del miedo al futuro.
La razón por la que me sentí así, fue porque he sido una mujer cómodamente arrogante que fácilmente puede encontrar buenos versos para compartir con otros creyentes que se encuentran en situaciones preocupantes. Versos como:
“Por nada estéis afanosos…” Filipenses 4:6-7.
Siempre recibí mucha fuerza a través de este versículo porque es un mandamiento: no me da otra opción. Me dice lo que debo hacer, orar a Dios por mis necesidades y peticiones, luego me dice qué sucederá, que la paz de Dios protegerá mi corazón y mi mente.
A lo largo de mi vida he llevado a la practica este versículo, y Dios sabe que lo he necesitado. Me ha salvado muchas, muchas veces del pánico que puede atrapar nuestros corazones cuando algo imprevisto e inoportuno llega a nuestra vida.
Tenía la fe de que mientras fuera un discípulo, creería que Dios iba a estar conmigo pase lo que pase. Me convertí en una experta en esto. Sabía como sobrellevar situaciones difíciles, y creí haberlo entendido, por lo cual creí también que otros podrían usar este versículo, pero no profundicé mucho en cuáles eran sus problemas y preocupaciones.
Ahora, incluso con la reacción de todo el mundo a un virus que está matando a un gran número de personas a una rapidez tremenda, me he sentido tranquila. No es exactamente que “lo que ha sido, seguirá siendo”, pero sé que nada puede tocar ni un cabello de mi cabeza a menos que Dios lo permita. Y eso también concierne a mi familia. Me sentí sobria, pero no asustada.
Un golpe a la realidad
De pronto, ocurrió el bloqueo en el Reino Unido. Al principio fue la cuarentena forzosa y el paro laboral, luego la conexión por internet con amigos y los colegas y estudiantes chateando a través de Zoom, lo que fue algo novedoso e incluso divertido, pero después, llegó el momento en que me di cuenta de que debido a que todos los miembros de mi familia en mi hogar trabajaban por cuenta propia, nuestras fuentes de ingresos se estaban reduciendo poco a poco. Los clientes de mi esposo cancelaron su servicio, mis pacientes no pueden ir a las citas, los estudiantes de mi hijo no pueden venir a tocar el piano, etc, etc…
Y si el arrendador de nuestra propiedad alquilada no puede pagar su renta porque no puede ir a trabajar, tendremos que pagar dos hipotecas con nuestros ingresos, los cuales se están reduciendo rápidamente.
Así que de pronto, el miedo me golpeó repentinamente, por ambos lados, vino de una manera inesperada y de una forma fuerte. Fue un golpe físico que tiró de mí y me sacó de mi estado de confianza propia y autocomplacencia y me hizo ver que la ansiedad que creía ya haber conquistado aún estaba en mí. En un instante mis pensamientos fueron: podríamos perder nuestra casa, perder nuestra pensión y nuestros negocios.
No me esperaba un golpe así. Soy un discípulo, sé que mi vida está en manos de Dios. No soy arrastrada como un barco a la deriva por las preocupaciones de otras personas que no tienen fe
Pero la pregunta es, ¿realmente estoy viviendo este verso: “Por nada estés afanada”? Es extraño que no haya tenido la tentación de sentir ansiedad por el virus que ataca el cuerpo, pero pude sentir ansiedad al saber que puedo perder mi casa.
Hay una cosa que nunca debo perder
Tuve que pensar con sobriedad. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Si muero? Estaré con Jesús, ¿Si pierdo mi negocio? Puedo encontrar otro trabajo. ¿Si perdemos nuestra casa? Podemos encontrar algo más pequeño. Oh, pero ¿qué tal si pierdo mi fe? Eso es lo peor que puede pasar.
Mi fe tiene que ser probada de manera que pueda sobrellevar las conmociones que traen consigo las pruebas. Si no soy tentada, entonces no obtengo la victoria. Es posible que no tenga idea de lo que me pasará a mí o a mi familia; no sé en qué dirección nos llevará Dios en cuestiones de salud, emocionales o financieras, pero sí sé que mi fe debe ser más profunda.
Sí, me sorprendió ser tentada a tener miedo, pero ¿debería haberme asustado? Esto me ha despertado a ser más diligente; a reconocer estos sentimientos malintencionados, a desafiar mis estereotipos y desarrollar empatía por aquellos que se sienten asustados e inseguros. Esto me sacó de mi zona de confort, lo cual es bueno. Cualquier cosa que pruebe mi fe es buena para mí. En estos tiempos inciertos la confianza en Dios tiene que ser el centro de mi vida, mi día y mis pensamientos, porque si no tengo fe, entonces, lo he perdido todo.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.