Salvada de una vida sin contenido
¿Puede el evangelio liberar a una persona de la pereza?
¿Es posible para el Evangelio ayudar a una persona a ser libre de una vida de ocio sin sentido, y ayudarle a hacer el trabajo?
Mi marido fue educado a seguir una ética de trabajo ejemplar. Escribía listas de los trabajos a realizar, y los hacía. Se organizaba a sí mismo y a la familia en torno al calendario de la iglesia; y llegaban a las reuniones a tiempo, contribuían, y hacía las tareas que se le pedían antes de la fecha prevista y las hacía bien.
Yo, por el contrario, tuve una educación más bohemia. Hacíamos las cosas si teníamos ganas, y cuando lo sentíamos. Si no lo hacíamos hoy, estaba bien hacerlo mañana. Mis padres eran relajados; mi padre no era ambicioso, mi madre no se preocupaba por el desorden, y los niños eran flojos. Y así estaba bien. Éramos felices.
Sin embargo, pude ver que el negocio de mi esposo comenzó a ir bien gracias a su arduo trabajo. Comencé a ver la lógica de tener planes, así que comencé a hacer los propios. Organicé tareas, organicé menús, escribí listas y horarios.
Cuando respete estos horarios la vida fue ordenada y logré realizar todas las tareas del lavado, la cocina, la limpieza y todas las otras tareas que las mamás deben hacer. Incluso recibí reputación de ser organizada. Pero los niños crecieron y los días dejaron de ser llenos de pañales, biberones y útiles escolares por todos lados, y dejaron de ser noches de sueño perdido. De pronto me di cuenta que ya no era necesario seguir escribiendo listas sólo para hacer frente a las tareas del hogar.
Seguía siendo la misma, adolescente perezosa
Después de todos estos años, me di cuenta que seguía siendo la misma, «adolescente» perezosa. Escribir listas de tareas y hacer planificaciones no había cambiado quién era yo realmente; sólo habían ayudado a hacer frente a mi frenético estilo de vida, manteniendo esta naturaleza perezosa bajo control. Cuando no tuve que seguir haciendo listas con las tareas a realizar, regresó la actitud perezosa inmediatamente.
Entre los 40 y 50 años tuve tiempo más que suficiente, pero lo desaproveché. Había cosas que hacer; pero las dejaba pasar. Personas que visitar; pero me quedaba en casa. Oraciones que orar; pero me dormía. Notas que escribir; pero me distraía con el iPod. Podía ver un episodio en la TV de principio a fin, ya que no había ningún bebé que alimentar, ningún niño tirando mi falda, ningún preescolar lloriqueando por querer ir al parque, nadie para ir a buscar al colegio.
Como un discípulo de Jesús tenía un llamado a ser perfecta así como Él es perfecto.
Como un discípulo de Jesús tenía un llamado a ser perfecta así como Él es perfecto. Seguir tras sus pisadas; ser responsable. Después de todo mi vida no es mía, pertenece a Dios.
Entonces leí esto:
«Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.» 1 Pedro 1,13-16.
Una lucha contra la pereza
Ceñir los lomos de nuestro entendimiento es una llamada a la acción, a pensar en lo que se tiene que hacer, lo que Dios quiere que haga. Joven y llena de energía, o de mediana edad y cansada – todos somos llamados a la acción, y cuando no cumplimos con esto le robamos a Dios un trabajador en sus campos.
En el fondo seguía siendo perezosa.
Comprendí que no había sido suficiente obligarme a mí misma a seguir una lista y atenerme a horarios, porque descubrí que no había resuelto la raíz del problema cuando no tuve que seguir haciendo listas, en el fondo seguía siendo perezosa. Y Dios quería que me ocupara de esta actitud perezosa, y no que tuviera la casa perfectamente organizada.
Y para mí, con mis antecedentes de pereza, mi naturaleza que con facilidad se distrae, mi actitud de «posponer-todo-hasta-mañana», ¿qué tenía que hacer para llegar a una tal vida en el Espíritu y así quitarme de encima mi forma habitual de hacer las cosas, y dar mi tiempo como un sacrificio cada día?
Cuando en forma activa lucho contra mi pereza y mi retraso en hacer las cosas y oro por la ayuda del Espíritu, entonces llevo a la muerte esa parte de mi naturaleza, y soy transformada. No es algo superficial, sino que poco a poco mi naturaleza en realidad va cambiando.
«Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.» 1 Pedro 1:17-19.
Puedo ser libre de mi vana manera de vivir (una vida de ocio sin sentido): no solamente encubrirla siguiendo una lista. Puedo sentarme en la computadora con mi dedo listo sobre el botón «play» para ver una película, y en silencio decidir que esto no es lo correcto para mí en este momento. En lugar de ello puedo elijo escuchar algo edificante mientras ordeno, archivo documentos, o plancho ropa. Tengo una elección.
Cada día puedo tomar pequeñas decisiones que nadie más conoce, pero que en silencio me liberan de mi naturaleza. Estas decisiones se destacan en el mundo espiritual y no tienen nada que ver con la «ética de trabajo», es simplemente una cuestión de obediencia a la guía del Espíritu. Una vida edificada sobre la obediencia a los susurros silenciosos del Espíritu brinda victoria, fuerza y bendición, y cada día es un día de victoria.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.