Sadrac, Mesac y Abed-nego: Nada podía motivarlos a pecar
¿Puedo decir que nada puede motivarme a pecar conscientemente?
Si creciste yendo a la escuela dominical conoces bien la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego. Tres hombres temerosos de Dios que se negaron a arrodillarse ante un ídolo y terminaron siendo arrojados a un “horno de fuego ardiendo.” Sin embargo, ¿puedes decir que tienes esa misma actitud cuando se trata de ceder a la presión de tu cuerpo de pecado para hacer cosas que sabes que están mal?
Sadrac, Mesac y Abed-Nego: Ejemplos para nosotros hoy
Fue una orden directa del rey: "Mándase a vosotros, oh pueblos… os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo." Daniel 3:4-6.
Pero a Sadrac, Mesac y Abed-nego no se les iba a ordenar a pecar de esta manera. Ellos eran jóvenes judíos que habían sido educados en el mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí; No te harás imagen… No te inclinarás a ellas, ni las honrarás.” Éxodo 20: 3-5. Entonces, cuando se les presentó la opción de pecar o ser arrojados al fuego, realmente no había otra opción para ellos. “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.” Daniel 3:17.
¿Cuántas personas tienen ese tipo de celo cuando se trata de negarse a pecar? ¿Cuántas personas están dispuestas a soportar todo, en lugar de pecar? Esta historia de hace miles de años puede aplicarse directamente a nuestras vidas hoy. Nosotros también podemos tener fe en Dios que sabe, sin lugar a dudas, que si estamos dispuestos a sufrir algo por Su causa, para que se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo, entonces Él nos llevará a través de cualquier fuego que tengamos que soportar.
Lee más acerca de tener celo para Dios.
El fuego que nos prueba y nos purifica
“¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? … Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.” Daniel 3:24-25.
Puede ser que queramos evitar esas situaciones que nos traerán fuego sobre nuestras vidas, cuando debemos perder algo nosotros mismos. Tal vez tenemos que sacrificar nuestro propio honor y “quedar mal” ante las personas. Tal vez tenemos que realmente hacer un sacrificio para poder hacer la voluntad de Dios, o quizás tenemos una situación difícil de soportar. Estas cosas son el fuego que debemos resistir. Este es el fuego que nos prueba y nos purifica.
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.” 1 Pedro 1:6-7.
Si aceptamos el fuego; si lo soportamos con alegría, para que podamos ser purificados del pecado en nuestra carne y para que la Voluntad de Dios pueda ser hecha en lugar de la nuestra, ¡entonces no estamos solos en el fuego! El Hijo de Dios está con nosotros, así como estaba con Sadrac, Mesac y Abed-nego. Él siempre está con nosotros para ayudarnos a resistir, a vencer y a salir ilesos y más puros de lo que éramos al principio de la tribulación. Él mismo soportó pruebas de fuego cuando estuvo en la tierra, soportando el sufrimiento que traían. Ahora es nuestro turno de “Participar en los padecimientos de Cristo”, ¡para que nuestra fe se haga genuina!
¡Ni siquiera olor de fuego!
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” 1 Pedro 4:12-13.
Si permitimos el razonamiento humano y opiniones crear todo tipo de excusas de por qué no debemos pasar por el fuego y encontramos formas de evitarlo, perdemos la oportunidad de ser purificados de lo que está en nosotros y que no es de Dios. Cuando Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban en el horno el fuego, estaba tan caliente que las cuerdas con las que ataron sus propios cuerpos se quemaron, pero ellos mismos no les pasó nada ¡ni siquiera olor de fuego tenían! (Daniel 3:27)
De la misma manera puede ocurrir en nuestras vidas. Si dejamos que el fuego de Dios haga su obra en nosotros, entonces las cuerdas del pecado a las que estamos atados serán quemadas en medio de la tribulación sin ni siquiera dejarnos un olor a humo. En otras palabras, no nos quejamos ni nos molestamos de la tribulación. El "olor a humo" es cuando buscamos hacer saber a todos por lo que estás pasando. Piensa que es mejor salir del fuego habiendo soportado la situación solo ante el rostro de Dios, y permanecer en un espíritu de agradecimiento, reposo, gozo, paz – sin absolutamente ningún "olor a fuego" en nosotros.
La fe de Sadrac, Mesac y Abed-nego
¡La finalidad de su fe era que Dios fuera glorificado! Su fe habló fuertemente acerca del Dios Todopoderoso, el hacedor de milagros, el libertador de todos los que creen en Él. Su fe ha pasado a través de la historia inspirando y alentando a muchos que creen en Dios.
Tengamos todos la fe de Sadrac, Mesac y Abed-nego.
(Puedes leer toda la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego en Daniel 3)
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.