¿Realmente necesito el fruto del Espíritu para ser un buen padre?
¿Es su hogar un pedazo de cielo para sus niños?
Es una pregunta interesante. ¿Qué tiene que ver un padre con el fruto del Espíritu?
Primero necesitamos saber cuál es el fruto del Espíritu.
“Más el fruto del Espíritu es:
amor,
gozo,
paz,
paciencia,
benignidad,
bondad,
fidelidad,
mansedumbre,
templanza.”
Gálatas 5:22.
Creo que todos podemos estar de acuerdo que estas virtudes son verdaderamente las características y cualidades de un padre piadoso. Son frutos, resultados, de vivir en el Espíritu y escuchar la voz del Espíritu. Lo opuesto de vivir en el Espíritu sería vivir según la carne, y creo que todos sabemos, muy bien lo que significa cuando una madre o un padre viven según su carne: las inclinaciones naturales y las tendencias de la naturaleza humana. El resultado es irritación, ira, dureza, demandas irrazonables, egoísmo, pereza, impaciencia; tú nómbralos. Pinta una imagen muy fea de un padre. Nuestras casas deberían ser un pedazo de cielo para nuestros hijos.
Obteniendo victoria sobre el pecado
Como afortunada madre de ocho hijos, a menudo estuve en la necesidad, acerca de cómo tratar a mis hijos en las diferentes etapas: bebés, niños pequeños en sus terroríficos (¡no terribles!) dos, preadolescentes, adolescentes y adultos jóvenes. Mi falta de sabiduría me trajo mucha necesidad, y me llevó a buscar a Dios en un grado mucho más profundo, poniéndome de rodillas y clamando por victoria para vencer las cosas feas que veía en mi naturaleza.
Y por la gracia de Dios llegué a la victoria, ¡a Su honor y alabanza! Pero un trabajo como este no sucede en un solo día. Se necesita tiempo, y está escrito que, es a través de la fe y la paciencia que heredamos las promesas. (Hebreos 6:12) Para vencer al pecado que proviene de mi naturaleza humana – irritación, impaciencia, frustración, etc. – Tengo que verlo primero. Lo veo cuando me siento tentada, y es entonces cuando tengo la oportunidad de derrotarlo. Es un proceso, y cuando llego a ver estas tendencias en mí, no son una razón para desanimarme, sino más bien el tiempo para clamar a Dios para que Él me de la fe y la paciencia que necesito para que yo pueda vivir en victoria sobre estas cosas. En este proceso, es tan bueno saber que tenemos un Sumo Sacerdote que tiene compasión de nuestras debilidades y que Jesús mismo “… vive para interceder por nosotros". Hebreos 7:25.
Obteniendo los frutos en mi propia vida
Sí, llegué a la victoria, pero esto era sólo una parte de la ecuación: todavía me faltaba y anhelaba esa bondad, la paciencia, la bondad y el amor más profundo, etc., esto quería dar a mis hijos. Entonces, un día leí en Gálatas 5:22 acerca del fruto del Espíritu y se hizo tan claro para mí: ¡esto es lo que desesperadamente necesito! Pero, ¿cómo llego allí?
Una fruta, es el resultado de algo que ha crecido de una semilla pequeña a una fruta madura y hermosa, que tiene una esencia y un sabor delicioso para que otros disfruten. De la misma manera, el fruto del Espíritu es el resultado de una pequeña semilla de la Palabra de Dios y, con el tiempo, del crecimiento constante y fidelidad de vivir en el Espíritu. Las Escrituras dicen en Gálatas 5:16: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”. Para hacer esto debo tener la Palabra de Dios en mi corazón y pensamientos. Entonces, cuando mis adolescentes llegan a casa enojados y desahogándose, o mi bebé llora constantemente, o lo que sea, entonces necesito acercarme a Dios en oración y escuchar la voz del Espíritu en mi corazón, para que no reaccione de acuerdo a mi carne, sino más bien mostrar benignidad, bondad, amabilidad y paciencia, sin importar lo que realmente sienta. La fidelidad en esto llevará al fruto del Espíritu a ser parte de mi propia naturaleza, y mis hijos se beneficiarán y prosperarán bajo esta influencia.
Imagínense un hogar donde el padre y la madre estén llenos de amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza. Qué atmosfera celestial para que los niños prosperen y se conviertan en adultos seguros, confiados, cariñosos y piadosos. ¿No es esto lo que queremos para nuestros hijos? ¿No crea esto un profundo anhelo en todos nosotros de ser un tal padre? Así que no sólo vivamos en el Espíritu, sino también andemos en el Espíritu en nuestra vida diaria. (Gálatas 5:25).
Y lo mejor de todo que es posible para ti y para mí, con la ayuda de Dios, vivir una vida así y participar del fruto del Espíritu en nuestra vida cotidiana, para el ¡honor y la alabanza de Dios!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.