¿Quiénes son los hijos de Dios?
Somos llamados a ser hijos de Dios y coherederos con Cristo. ¿Pero cómo nos convertimos en hijos de Dios?
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él." 1 Juan 3:1.
En el antiguo pacto las personas no tenían la gracia de poder ser llamados hijos de Dios. En ese tiempo solo eran llamados el pueblo de Dios. (Deuteronomio 26:18; Deuteronomio 29:13). Ellos no podían experimentar el nacer de nuevo. Cuando Jesús habló con Nicodemo acerca de nacer de nuevo, era un tema del cual no tenía ni la menor idea a pesar de que era un maestro en Israel.
¿Quiénes son los hijos de Dios?
[Los hijos de Dios] son renacidos de una simiente incorruptible, por la Palabra de Dios. (1 Pedro 1:23). "Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas." Santiago 1:18.
Escucha aquí a qué vida llegamos a través de este nuevo nacimiento: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios." 1 Juan 3:9.
La Palabra de Dios es una semilla (una simiente), mediante la cual soy nacido de nuevo. Esto ocurre cuando renuncio a mi propia voluntad y a mis opiniones y creo en la Palabra. Por la fe, la Palabra se une a mí y me hago uno con ella. (Hebreos 4:2.) Este es el nuevo nacimiento. Aquí la Palabra no debe alinearse a mis opiniones o a mi voluntad, sino que yo debo fundirme con la Palabra por medio de la fe. De esta forma, ya no puedo pecar porque la simiente de Dios permanece en mí.
El pecado es una transgresión de la ley: lo que sé que está mal. (1 Juan 3:4). La persona que ha nacido de Dios no puede hacer lo que sabe que está mal. Una persona que vive en pecado haciendo lo que sabe que está mal — es del diablo. (1 Juan 3:8.)
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él." 1 Juan 3:1. Piensa en el gran amor que se nos ha concedido. Nuestro futuro era la muerte y la perdición; la vida no era más que pecar una y otra vez y estar angustiado. Por el nuevo nacimiento nos hemos convertido en herederos de Dios y coherederos con Cristo. El deseo de Jesús es que donde Él está — en la gloria eterna — nosotros también estemos. Para nosotros vivir en este mundo se ha convertido en una oportunidad para ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Ahora todas las cosas sirven para nuestro bien. (2 Timoteo 2:10; Romanos 8:28-29.) [Los hijos de Dios] viven, peleando la buena batalla de la fe, regocijándose en la esperanza de la gloria eterna, sin estar ansiosos, sin vivir en el pecado y sin temer a la muerte. ¿No deberíamos unirnos a Juan y exclamar: "¡Mirad cuál amor nos ha dado el Padre!"? Este es el mensaje que Dios nos ha dado para predicar a la gente.
"...si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados." Romano 8:17.
Este artículo fue traducido del noruego y publicado por primera vez con el título "Hijos de Dios" en la edición de Skulte Skatter (Tesoros Escondidos) en junio de 1953.
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Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.