¿Quiénes son los hijos e hijas de Dios?

¿Quiénes son los hijos e hijas de Dios?

Estos son hombres y mujeres que han entrado en pacto con Dios, y toda la creación aguarda con ansiedad el día en que se manifiesten.

¿Alguna vez leíste o viste una novela o película en donde un joven ordinario descubre que proviene de la nobleza? ¿O que tiene un objetivo o una misión especial? ¿Sabías que hoy en día existen hombres y mujeres así? Estos son los hijos de Dios, Sus hijos e hijas.

Toda la creación sufre por causa del pecado. Familias anhelan la paz en sus hogares y países. Generaciones atrapadas en ciclos de pobreza, delincuencia y adicciones. Niños sufriendo. Gente agobiada por el pecado y expuesta a costumbres destructivas, anhelando ser libres. Las criaturas de Dios luchan para sobrevivir. La tierra misma está sometida y bajo presión. Ahora la creación esperamos la manifestación de los hijos de Dios. (Romanos 8:19-22).

¿Quiénes son los hijos de Dios?

¿Quiénes son estos hijos e hijas de Dios? Son hombres y mujeres que han entrado en un pacto con Dios y están dispuestos a hacer Su voluntad. Han renunciado a una vida egoísta llena de placeres e intereses propios y han decidido seguir a Jesús en una vida de sacrificio y salvación. El Espíritu de Dios mora en ellos, dándoles poder para resistir el mal y buscar el bien. Obedecen la voz de Dios y siguen sus mandamientos. Ellos, como Moisés cuando era joven, eligen sufrir en lugar de disfrutar de los placeres pasajeros del pecado. Moisés le dio la espalda al honor, a las riquezas, a una vida tranquila y “fácil” y eligió servir a Dios y a su pueblo. (Hebreos 11:24-26.) Los verdaderos hijos de Dios hacen lo mismo y se apartan. Ellos no hacen ni ven lo que todos acostumbran ni andan con cualquiera, porque quieren mantener sus corazones puros de la corrupción de este mundo y no quieren decepcionar a Dios, su amado Padre. El sufrimiento de negar su propia voluntad es solo momentáneo y conduce a la paz y al gozo de la victoria. Sus sacrificios cosecharán una recompensa eterna.

Viven una vida normal. No salen en televisión haciendo buenas acciones, no tienen opiniones fuertes ni miles de fanáticos y seguidores. Pero, en su vida cotidiana, realizan un trabajo muy valioso en lo oculto. Están siendo formados como Jesús, su Maestro, a la imagen de Dios, puro y santo. No solo hacen lo que dictan sus sentimientos o impulsos. Meditan y consideran que es lo que le agrada a Dios. Eligen ir en contra de las tendencias pecaminosas y hacen lo correcto. Cuando sus sentimientos suben y bajan y son tentados a dudar, se mantienen firmes en la Palabra de Dios y Sus promesas, aumentando en fe y esperanza. Confían y buscan primeramente el Reino de Dios con todo su corazón.

La niña de los ojos de Dios 

Dios cuida solícitamente a la niña de Sus ojos. Él está listo para ayudar a sus hijos cuando se lo piden, proveyendo tanto necesidades espirituales como terrenales. Estos se liberan cada vez más de los pecados abrumadores a los que están atados: temor de los hombres, envidia, preocupación, inconformidad etc. Y todas las cosas les ayudan a bien ya que son oportunidades para aumentar las virtudes de Dios. Los hijos de Dios están consagrados a su llamado, activos en buenas obras, firmes en la fe, inamovibles de las leyes de Dios. Tienen un propósito y una dirección en la vida. Una visión celestial y una misión diaria.

Cada día son entrenados para su llamado celestial a reinar con Dios. Practican ser amables, humildes, obedientes, francos, generosos, puros y pacientes. Aman la justicia y defienden lo que es correcto. Aprenden a decir no a los pensamientos impuros, refrenan su lengua, y someten su cuerpo.

Los hijos de Dios no siempre hacen las cosas bien a la primera. El Espíritu de Dios los enseña y corrige. Se juzgan a sí mismos cuando dicen, hacen o piensan algo que no era perfecto según la Palabra de Dios y aceptan Su reprensión. Son valientes ante situaciones desafiantes porque Dios está de su lado. Son determinados. No se rinden, aunque estén tentados a hacerlo. Cuando caen en pecado, se arrepienten y vuelven a levantarse, pero llega el día en que nunca vuelven a caer. Con humildad, piden, buscan y tocan hasta que Dios responde con el poder y la ayuda que necesitan desesperadamente para ser fieles en cada tentación. Saben que son débiles, de acuerdo con su naturaleza humana, por lo que se preparan para las situaciones que vendrán. Pasan tiempo leyendo la palabra de Dios, orando y escuchando mensajes alentadores. Creen en Jesús y en la gracia que Él hizo posible. Cuando vienen las tentaciones, ya sean grandes o pequeñas, vencen donde otros fracasan porque la Palabra de Dios y la fe, permanece en ellos.

El mejor y más provechoso llamado 

Los hijos de Dios han entrado y recibido el mejor y más provechoso llamado. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” 1 Pedro 2:9. Honran y alaban a Dios en sus corazones porque es Él quien está haciendo esta increíble obra en ellos. Son ejemplos vivos de la bondad de Dios, Su poder y gracia. Han llegado a la comunión con precursores y personas con el mismo sentir en todo el mundo. Dejan de lado las diferencias, las exigencias y competencias para unirse en lazos que jamás se romperán, amistades que incluso la muerte no separará.

Llegará la hora en la que cada hijo e hija de Dios serán recibidos en su hogar legítimo y celestial donde reinarán con Dios en amor y justicia. Sanarán a las naciones, consolando a los quebrantados de corazón, fortaleciendo a los débiles, secando las lágrimas y enseñando a otros a ser puros y buenos. Usarán lo que han ganado aquí en la tierra para llevar a la humanidad a una nueva y gloriosa era.

¿Quieres ser un hijo o hija de Dios? Aún hay tiempo. Todavía puedes unirte a este victorioso, invaluable, progresivo y extraordinario grupo. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” 2 Corintios 6:18.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.