¿Qué es un día?
¿Qué valor debemos darle a un día?
«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.» (Salmos 90,12)
Un día es simplemente un trozo de mi vida, ¿verdad? Pero siete días son una semana; cuatro semanas son un mes; doce cortos meses son un año. ¿Qué he hecho en estos días en particular que conforman el año? ¿Todavía te parece un día tan insignificante? ¿Qué pasa si supiera que hoy es el último día que tengo? ¿Qué diría sobre las horas, los minutos y segundos, entonces?
Un llamado a ser la esposa de Jesucristo
Jesús regresará un día para llevarse a su esposa y estar con ella por la eternidad. Ser la esposa de Cristo, es lejos el mayor llamado sobre la tierra. Si anhelo ser parte de la esposa entonces debo ser libre del pecado. «Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.» (2 Pedro 3,14)
Cada día de esta vida debo contarlo si quiero ser digno de una vida eterna con Jesús. Debo utilizar cada día para recibir parte de lo que tiene valor eterno. Ser transformado de como soy como ser humano a ser hecho conforme a la imagen de Cristo. (Romanos 8,29) Estar sin mancha e irreprensibles no tiene que ser algo que veo lejos a la distancia. Puede ser algo con lo que trabajo hoy día.
Elige utilizar cada oportunidad
Todos los días enfrento situaciones en las que debo tomar decisiones. Sé que soy tentado a cometer pecado, y debo tomar una elección consciente y decir no a la tentación y a cambio elegir hacer el bien. Por ejemplo, puedo estar con alguien que provoca que la irritación e impaciencia surjan en mí. «¿Por qué no se dan cuenta? ¿No pueden simplemente dejarme en paz? ¿No se dan cuenta de lo irritante que son?» Estas son reacciones humanas normales. Pero no estoy llamado a tener reacciones humanas normales. ¡Estoy llamado a ser paciente! Y como sé que el impulso a la irritación y la impaciencia es sólo una tentación, hasta que estoy de acuerdo con este y conscientemente lo dejo entrar, sé que no tengo que ceder frente a este impulso.
Posteriormente se manifiestan otras cosas. Soy tentado a pensamientos impuros. Después de un momento soy tentado a decir algo negativo sobre alguien más. Un día está lleno de estas pequeñas oportunidades. Y en cada ocasión puedo tomar una batalla contra mis reacciones humanas, mi naturaleza humana. Mi llamado es tener naturaleza divina. (2 Pedro 1,4)
Puede parecer imposible vivir toda una vida sin ceder ante el pecado. Sin embargo, puedes estar un momento sin pecar. Puedes estar una hora sin pecar. Puedes estar un día sin pecar. Puedes estar una semana sin pecar. No hay un punto en el que tienes que ceder ante el pecado. ¡Simplemente no cedas en este momento, y los momentos se sumarán hasta convertirse en mucho tiempo!
De lo humano a lo divino
Tengo que velar y orar para utilizar bien el tiempo. No puedo flotar a través de los días sin darme cuenta de estas oportunidades. Debo estar listo, y deseoso de aprovechar cada situación. Y aunque sé que esta vieja naturaleza humana no estará dispuesta a ser cortada y echada a un lado, sé que la batalla va a valer la pena. No será fácil, pero uno no recibe nada valioso por un precio bajo. Tendré la necesidad de clamar a Dios por ayuda y fuerza, pero puedo estar seguro que Él me escuchará. (Salmo 46,1) Por su gracia todo es posible.
Entonces sucederá algo en mi vida. En forma lenta pero segura dejaré de reaccionar de forma humana. Entonces los días se volverán semanas, las semanas se volverán meses, los meses se volverán años, y yo me volveré en una persona transformada. Me daré cuenta que en aquellas situaciones donde solía ser tentado, ya no se manifestarán las reacciones humanas, y esto me hará muy feliz. Sé que mi vida no es en vano, que al perder mi naturaleza humana, gano naturaleza divina. Y como recompensa «andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.» (Apocalipsis 3,4)
Un día es tiempo. No lo desaprovechemos.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.