¿Qué es lo que realmente sucede cuando somos tentados?
No es inusual querer culpar a las tentaciones sobre nuestras circunstancias o las personas involucradas en nuestras tentaciones. Pero ¿quién es realmente el culpable?
No es inusual ser tentado. Pablo escribe en 1 Corintios 10:13 que las tentaciones son comunes en el hombre. Tampoco es inusual querer culpar a las tentaciones sobre nuestras circunstancias o las personas involucradas en nuestras tentaciones. Podemos pensar que si las circunstancias fueran diferentes, o si la gente fuera diferente, entonces yo no sería tentado de esta manera. Esto es, lamento decirlo, demasiado común.
La simple verdad de la Palabra de Dios nos dice lo contrario. Las circunstancias externas pueden funcionar como un detonante, pero la tentación actual es debido a que el pecado en nuestra carne – nuestros deseos y pasiones – está vivo y reacciona a la circunstancias. Está escrito claramente en Santiago 1:14: "sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido". No podemos culpar a los otros. Hacerlo sería exaltarse contra el conocimiento de Dios, diciendo que no tenemos pecado. (2 Corintios 10: 5, 1 Juan 1: 8)
Reconocer la verdad
Es absolutamente vital que reconozcamos la verdad acerca de nosotros mismos si queremos crecer en las virtudes de Cristo. Pablo reconoció que en su carne, no moraba nada bueno, y nosotros debemos estar en el mismo espíritu. Se podría evitar tanto sufrimiento innecesario si amaramos la verdad y viviéramos de acuerdo a ella.
En Santiago 4:1-2, Santiago hace la pregunta, "¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?" Él escribe que vienen de los deseos que están en la carne. ¿Por qué hay problemas entre las personas – compañeros de trabajo, esposos y esposas, hermanos y hermanas? Porque deseamos que los otros cambien para que las cosas sean más fáciles para nosotros.
La verdad del asunto, es que tenemos orgullo y pensamos más alto de nosotros mismos de lo que deberíamos, y ponemos demandas irrazonables sobre los otros. ¿No es esto porque estamos llenos de impaciencia, terquedad y falta de longanimidad? Si pudiéramos reconocer la verdad sobre nuestro propio pecado y dejar de juzgar a los otros, pero juzgarnos y purificarnos del pecado, entonces la paz vendría sobre todo el problema. Si continuamente nos limpiamos, entonces crecerá la gratitud, la paciencia y la longanimidad. (Colosenses 1: 10-11 ) Una verdad simple y una solución simple a muchos problemas.
Jesús lo hizo primero
Tenemos a Jesús como nuestro ejemplo. El cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba. Todo lo encomendó a Dios, que juzga justamente. (1 Pedro 2: 22-23) Entonces juzgó lo que halló en Su propia carne.
Pablo escribe más adelante en 1 Corintios 10:13, que Dios no os dejará ser tentados más de lo que podamos resistir, y ha hecho una vía de salida para nosotros. Santiago también escribe "tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas." Santiago 1: 2. Nuestra esperanza es por la transformación, que sólo podemos alcanzar si vemos primero el pecado en nuestra carne, que se expone cuando somos tentados. ¡Cuando lo vemos, entonces podemos derrotarlo!
Cuando somos tentados, este es un vehículo para obtener la vida de Cristo. En lugar de sentir ansiedad, pensamos que algo extraño ha ocurrido, podemos ir rápidamente al trono de gracia para encontrar gracia y misericordia en nuestro tiempo de necesidad. (Hebreos 4:16) Necesitamos luchar hasta que lleguemos a la victoria y descansemos del pecado.
La vía de escape en la tentación
Pablo nos exhorta a: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4: 6-7. Pedro también escribe, en este contexto a humillarnos bajo la poderosa mano de Dios, y echar todo nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros. (1 Pedro 5: 6-7) Esta es la manera de escapar para nosotros de la tentación. Si hacemos uso de la Palabra de Dios y nos juzgamos a nosotros mismos, no seremos juzgados, sino que recibiremos poder para vencer al pecado y para vivir una vida en constante victoria.
Santiago escribe: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” Santiago 1: 12. Sólo piensa que como resultado de nuestra batalla, las virtudes de Cristo crecerán en nuestra vida. ¡Una vida maravillosa para vivir!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.