Qué aprendí sobre la irritación durante un fin de semana
¿Quién o qué decide si me irrito con los demás que me rodean?
Ser libre de la irritación es algo que por supuesto todos queremos. Queremos mostrar bondad, amabilidad y paciencia con los otros, aunque ellos no necesariamente han sido amables con nosotros. Pero esto no siempre es tan fácil. Podemos pensar que tenemos la irritación bajo control, hasta que de pronto, sucede algo que sólo nos envía al borde.
Cuando crecí lo hice con un temperamento. Tenía cero tolerancia cuando los demás no actuaban como yo quería. Un movimiento en falso de mis hermanos o hermanas y de inmediato me descontrolaba.
En Santiago 1, 19-20 está escrito: «Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.» Aquí está claramente escrito que irritarse con los demás está en contra de la justicia de Dios. Esto conduce a peleas y amargura.
Empecé a trabajar para ser más consciente de cómo la irritación sólo estaba corriendo sobre mí, porque comencé a ver los resultados de mis respuestas agudas y mis críticas. No quería seguir siendo la causa de estas cosas.
Y pensaba que había sido capaz de mostrar paciencia y entendimiento, hasta que un fin de semana que la luz brilló claramente para mí, supe cuánto aún quedaba de esto.
Una serie de eventos desafortunados
Estuve todo un fin de semana de viaje junto a un grupo de personas, y en el transcurso de sólo un día, salió casi todo mal con todo lo que podía salir mal. Y era como que lo único que podía hacer era culpar a los demás por todo lo que había pasado.
En lugar de responder con paciencia y amabilidad, repartía comentarios fríos y observaciones agudas. En lo único que podía pensar era que los demás eran los responsables de todo lo que había salido mal. ¿Cómo podían ser tan cortos de vista? ¿Por qué no pensaban un poco más? Ellos, ellos, ellos, ellos.
Y entonces, cuando me tomé el tiempo al final del día para pensar en esto, algo hizo clic. ¿Por qué no podía hacer algo con mis propias reacciones? ¿Por qué no podía mostrar yo mismo bondad en medio de una situación difícil?
¿Por qué no podía mostrar yo mismo bondad en medio de una situación difícil?
Me irritaba porque tenía expectativas sobre los demás. Me enojaba cuando no actuaban de la forma que yo quería. No había nada de amor en mí.
Las características del amor
1 Corintios 13, 4-7 describe lo que significa mostrar amor: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.»
En un periodo de tiempo muy corto había sido el culpable de ir en contra de casi todo en el versículo anterior. Claramente había conseguido que mis acciones fueran tan opuestas al amor como se es posible.
Claramente había conseguido que mis acciones fueran tan opuestas al amor como se es posible.
La primera parte del versículo dice: «El amor es sufrido, es benigno.» No hay excepciones a esto. No está escrito «El amor es sufrido a menos que…» Si no respondo con paciencia y amabilidad, no muestro amor.
El deseo que me tienta vive en mí
En Santiago 1, 14-15 está escrito: «Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.» Otros sin duda pueden hacer cosas que despiertan mi deseo a irritarme, porque el deseo vive en mí. Pero no tengo que estar satisfecho de ceder a esto. Debo hacer algo para para romper el ciclo maligno.
Cuando me di cuenta que había cedido a mi irritación durante el fin de semana, decidí tomar una lucha contra esto – cambiar mi actitud sobre los demás a mi alrededor teniendo agradecimiento en lugar de quejas. Ciertamente seguí siendo tentado a la irritación sin descanso durante el fin de semana, pero ahora fue diferente. Comprendí que no necesitaba dejar que esto gobernara sobre mí. Podía responder con paciencia. Con paciencia. En consecuencia, el resto del fin de semana fue mucho más tranquilo y agradable.
¿Cómo puedo acabar con la irritación?
Pareciera que la gente puede hacer cosas extrañas a veces. Cuando alguien hace algo que me lleva a la ira, puedo entrar en un hábito y pensar «¡Oh, sí sólo actuara así y así sería más fácil tratar con él.». Pero piensa en esto: ¿Mi desarrollo espiritual depende de mis propias acciones, o de las acciones de las personas a mí alrededor?
Yo puedo controlar solamente mi propia vida – yo elijo si deseo mostrar bondad o irritación cuando se producen las situaciones de la vida. Esperar que los demás cambiarán, y decir que seré una mejor persona después que ellos mejoren es simplemente ridículo.
También podemos ser tentados a usar la excusa que «Sólo tengo un temperamento. Me irrito fácilmente.» ¿Quizás esto es cierto ahora, pero tiene que ser cierto mañana? ¿Tengo una meta de terminar con esto, o estoy satisfecho de ser un esclavo de la irritación?
«Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo!» Efesios 4,31-32.
Bondad. Amabilidad. Perdón. Esto es nuestra meta. Lo que viene a continuación es seguir tras esta meta, a pesar que hemos tenido un fin de semana que las cosas no han salido según lo planeado.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.