¿Por qué me creó Dios?
Dios me ha dado vida, pero ¿para qué?
Dios tiene una tarea increíblemente valiosa para ti. Tú, en la situaciones de la vida que Dios creó únicamente para ti, deberías hacer la voluntad de Dios en la tierra, así como se hace en el cielo. Tu trabajo es comprobar cuán buena, agradable y perfecta es Su voluntad, de modo que en los años venideros sea indiscutible. (Romanos 12:1-2)
Quizá una de las palabras más hermosas de la Biblia y que comprueban que tan buena es esta vida están en el Salmo 139: "No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas." Salmos 139:15-16.
Dios ha creado a cada uno de nosotros de forma precisa e individual, “porque formidables, maravillosas son tus obras.” (Salmos 139:14) Entonces si Él pensó en nosotros y nos creó a cada uno de manera consciente, debemos entender Su intención con la vida que nos ha dado.
Me preparaste cuerpo
Jesús estaba con el Padre ordenandolo todo cuando puso los cimientos de la tierra. Él se regocijaba en la parte habitable de Su tierra, y Su delicia era con los hijos de los hombres. (Proverbios 8:22-31) Cuando llegó el momento, a Jesús le fue dado un cuerpo en la tierra como el Hijo del Hombre. Ese cuerpo estaba destinado a hacer toda la voluntad de Dios, y nada de la voluntad del cuerpo.
"… Mas me preparaste cuerpo … oh Dios, para hacer tu voluntad." Hebreos 10:5-7.
Cuando Jesús completó Su obra y abrió un camino para que los hijos de los hombres pudieran seguirlo, encomendó su Espíritu de regreso al Padre, inmaculado en su naturaleza humana y pecado, pero con la plenitud de la naturaleza divina. Más adelante, el Espíritu Santo fue enviado a la tierra para guiarnos en los pasos del Maestro y para darnos la oportunidad de tomar parte de la naturaleza divina. (Hechos 1:1-4; 2 Pedro 1:2-4).
Dios, el Padre de los espíritus (Hebreos 12: 9), que nos conoció antes de la fundación del mundo, nos dio un cuerpo, tal como se lo dio a Jesús. Su propósito es que sigamos los pasos de Jesús, para que Su voluntad se haga en la tierra como en el cielo. (Mateo 6:10) “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.” 2 Corintios 4:10. De este modo, nuestros espíritus son probados y encontrados como oro refinado en el fuego, para que sean dignos de la vida eterna. (1 Pedro 1:6-7).
Un plan perfecto para nuestra vida
Dios ha preparado obras específicas para que cada uno de nosotros andemos en ellas. (Efesios 2: 10; Filipenses 2: 12-14). Él ha diseñado especialmente un plan para nuestras vidas de modo que podamos vencer el pecado en nuestra propia carne de la forma más perfecta, y para que nuestros espíritus, por los cuales Dios es celoso, puedan volver a Él llenos de las virtudes de Cristo – naturaleza divina. Así nos es dada una entrada de regreso al Reino eterno. (2 Pedro 1:2-11)
En nuestro cuerpo tenemos una naturaleza humana que tiene una propia voluntad y que entra en conflicto con la voluntad de Dios. Por lo tanto, nuestro espíritu debe luchar en contra de las pasiones y deseos de la carne. Las cosas que pasan a nuestro alrededor nos afectan y somos tentados. Los pensamientos que no son de Dios que intentan alejarnos de nuestra conexión con Él, tratarán de entrar. (Santiago 1: 14-15) Debemos sufrir en nuestra carne, crucificar la naturaleza humana y terminar con el pecado, tal como lo hizo Jesús, "El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca." (1 Pedro 2:21-22; 1 Pedro 4:2)
Dios quiere compartir Su propia naturaleza con nosotros, y la transformación de la naturaleza humana a la naturaleza divina es el propósito del tiempo, relativamente corto, que tenemos en la tierra. (2 Pedro 1:2-4) Si buscamos ser presentados santos y sin mancha e irreprochables ante su rostro, debemos trabajar en nuestra salvación con temor y temblor. (Colosenses 1,21-22; Filipenses 2:12)
No hay tiempo para desaprovechar los días haciendo nuestra propia voluntad. Estamos aquí para hacer la voluntad de Dios, y para hacerlo debemos ser extremadamente humildes, reconocer nuestras debilidades como seres humanos e ir al trono de la gracia, donde recibimos la ayuda que necesitamos para vencer el pecado, tal como Dios lo ha pensado y prometido. (Hebreos 4:16) El Espíritu Santo que guió a Jesús a través de Su carne también nos guiará a través de nuestra carne. Por eso, está escrito en Romanos 8:28, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
La voluntad de Dios para nosotros
Fuimos conocidos y predestinados a ser hechos conforme a la imagen de Jesús. (Romanos 8:29-30) La voluntad de Dios para con nosotros es que recibamos naturaleza divina, que es la vida eterna. Estamos aquí para vencer sobre todo pecado, y en ese proceso construiremos el cuerpo de Cristo, la iglesia, que será para su gloria tanto en la tierra como para la eternidad. Esta es la razón por la que nos formó formidables y maravillosamente.
Y eso por eso que Pablo también nos exhorta a andar “como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Efesios 4:1-6. De esta manera, reafirmamos nuestro llamado eterno y nuestra firme elección. (2 Pedro 1: 10-11).
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Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.