¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

¿Por qué no interviene nuestro Dios todopoderoso para detener el dolor y el sufrimiento en este mundo?

¿Cómo puede un Dios que es todo amor y todopoderoso permitir el sufrimiento en la tierra? ¿No puede Dios intervenir y crear un mundo donde no exista el sufrimiento? ¿No puede hacer desaparecer el dolor?

Esta es una pregunta difícil y también muy común. Para entender algunas de las grandes preguntas en torno a este tema debemos ver el plan global de Dios.

Para empezar Dios creó un mundo sin sufrimiento. Este era el cielo y la tierra antes de la caída en el pecado. Todos los ángeles y todo lo que había sido creado vivía en armonía con Dios. Había paz. Alegría. Perfección. Era exactamente así como Dios quería que fuera.

Sin embargo, Satanás, uno de los ángeles, optó ir en contra de esto y hacer las cosas a su manera. Se exaltó a sí mismo, y se imaginó que podía ser igual o mejor que Dios. Este fue el primer pecado, el cual causó la separación entre Dios y Satanás. El camino de Satanás estaba fuera de la bendición de Dios y por lo tanto maldecido.

La creación de Dios era perfecta. Adán y Eva, las primeras personas, recibieron una voluntad libre, sin embargo eran puros y por eso tenían contacto directo y comunión con Dios. Satanás estaba lleno de maldad y quería destruir esta armonía. Pensaba que si las personas tenían la opción de elegir, preferirían pecar en lugar de obedecer a Dios. Dios podría simplemente haberle encerrado, o incluso haberle obligado a cambiar de opinión, pero Él tiene demasiado respeto por la libre voluntad, incluso la libre voluntad de aquellos que optan por desobedecerle. Así que en lugar de obligar a Satanás regresar a la luz, Dios tuvo que hacer manifiesto que el camino del pecado sólo conducía al sufrimiento.

La causa del sufrimiento en la tierra

Cuando Dios creó la tierra su intención fue que llegara a ser una extensión de la paz y la armonía en el cielo. Sin embargo, Satanás igual tuvo acceso a la tierra, y tentó a Eva en el Jardín del Edén. Cuando Satanás le ofreció a Eva la elección entre seguir el camino de Dios o el camino del pecado, tuvo Dios la profunda esperanza que elegiría sus caminos. Todo lo que Dios anhelaba era que las personas fueran felices, y sabía que el único camino para esto era que fueran obedientes. Desafortunadamente Eva decidió creer en el camino de Satanás – el camino de la maldición, y convenció a Adán de hacer lo mismo. Debido al enorme respeto por la libre voluntad que tenían ellos tuvo que dar un paso atrás y dejar que Adán y Eva cosecharan las consecuencias de sus acciones.

Todo el sufrimiento, todo el dolor, y cada lágrima que se ha derramado sobre la tierra ha sido por el resultado directo o indirecto del pecado. Incluso los desastres naturales ocurren porque el mundo fue maldecido. (Ve Romanos 8,20-21) El pecado contaminó todo. Y fue empeorando cada vez más con el paso del tiempo. Cuando una persona comete pecado, cosecha sufrimiento, las personas a su alrededor sufren, la tierra misma sufre. La misma naturaleza fue corrompida con espinas y cardos. Esto no fue un Dios rencoroso que exageró en los castigos. Este fue el resultado natural de las leyes que Dios había creado mucho antes de formar la tierra. Sabía que pecar conllevaba sufrimiento. Es por esto que hace un esfuerzo incansable para impedir que cometamos pecado.

¿Por qué Dios no hace nada para parar el sufrimiento?

Dios podría intervenir en cualquier momento y parar el sufrimiento. Podría contener su mano y salvarnos del dolor. Él es todopoderoso, después de todo. Sin embargo, si lo hacía no hubiera podido jamás demostrar ante cualquier duda, que Satanás se equivocó. El pecado es la causa del sufrimiento. Dios lo sabe. Ahora quiere demostrárselo a toda la creación.

Para Dios es una gran aflicción ver su creación sufrir. Su anhelo es que esto se acabe, y que pueda extender su mano y ayudarnos. El objetivo final de Dios es detener todo sufrimiento por la eternidad. Quiere que toda la creación exista junta en perfecta armonía como lo fue en el principio. Pero esta vez tiene que asegurarse que nadie pueda traer el pecado en la nueva creación. Por eso, ha tenido que tener la capacidad de demostrar ante cualquier sombre de duda que es sólo el pecado lo que conduce a la miseria y el sufrimiento. Y para obtener esta evidencia Dios tiene que seguir las leyes que Él mismo ha creado.

El propósito de Dios con la creación

La intención de Dios con nosotros no es sólo demostrar que el pecado trae sufrimiento. Es aún más importante, demostrar que vivir sin pecado trae alegría, paz y armonía.

«A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales.» Efesios 3,8-11.

Este es el punto central del plan de Dios con la humanidad, el golpe final y devastador contra Satanás. Al enviar a Jesús su propio Hijo a la tierra como un hombre pudo de una vez por todas demostrar que era posible vencer a Satanás y su engaño. Como ser humano Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero en cada situación eligió hacer la voluntad de Dios en lugar de la suya, de modo que jamás pecó. (Hebreos 4,15, Hebreos 5,7-9) Cuando Jesús fue crucificado y clamó, «¡Consumado es!» la victoria fue total. Satanás nunca pudo ser capaz de tomar el control del espíritu de Jesús, que ahora podía volver a Dios, perfecto y lleno de la naturaleza divina.

Pero esto no se detuvo allí. Jesús hizo esto de modo que pudiera mostrar el camino a los demás. Ahora Dios está formando una novia para Jesucristo que, a través de una vida pura y santa como Él lo hizo, mostrará que la victoria sobre el pecado trae verdadera y eterna alegría y paz. Esta es la iglesia, por la cual la multiforme sabiduría de Dios se dará a conocer a toda la creación.

Y esta alegría no es simplemente una recompensa que obtendremos en la eternidad. Ésta comienza ahora.

Así que, aunque Dios tiene que dejar que la tierra coseche la paga del pecado, Él está en realidad mucho más interesado en dejar que los que eligen servirle a Él puedan cosechar los beneficios de esto.

«El sufrimiento en la carne»

Todos sufren. Y los sufrimientos que una persona experimenta en la tierra no son necesariamente proporcionales a la cantidad de pecado que ha cometido. Sin embargo, los discípulos de Jesucristo, los servidores de Dios, saben utilizar este sufrimiento en su beneficio.

En 1 Pedro 4,1 está escrito: «Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.» El padecimiento físico en sí mismo, claramente no pone fin al pecado. Por el contrario, cuando las personas experimentan el dolor, la pérdida y la tragedia, entonces se manifiesta el pecado que mora en ellos y son tentados a sentirse enojados, amargados, o bien desanimados. Pero un discípulo hace lo que su Maestro, Jesús hizo: Él toma estos pensamientos, los niega, y los lleva a la muerte. Y el pecado que se manifestó en la situación muere. Esto se llama «padecer en la carne», porque impedir que la carne pueda llevar a cabo sus deseos es lo mismo que negar nuestra propia voluntad, y esto es doloroso. Esto fue lo que Jesús hizo cuando estuvo en la tierra, y esta es la voluntad de Dios para nosotros. El resultado es que el pecado es vencido, y sustituido por virtud.

Cuando suficientes personas hayan elegido conscientemente padecer en la carne, en lugar de pecar y sufrir las consecuencias de esto, entonces Dios finalmente podrá decirle a Satanás: «Mira, tu forma no funciona. El pecado sólo conduce al sufrimiento, pero algunas personas han elegido mi camino. Ellos eligieron no pecar. ¡Esto se ha demostrado una y otra vez; no tienes nada que podrías haber dicho!»

Entonces habrá un ajuste de cuentas.

La eternidad

Puedes imaginarte entonces la ira de Dios sobre Satanás, cuando la hora del juicio finalmente haya llegado, después de haberse contenido todos estos miles de años. Después de la rebelión de Satanás, Dios tuvo que ver su creación sufrir año tras año, siglo tras siglo. Ha esperado con paciencia para que las personas se vuelvan a Él y sean obedientes a su voluntad, de modo que pudiera finalmente erradicar el pecado.

Pero finalmente vendrá el tiempo de paz. Después que todo esté dicho y hecho, Satanás será echado en el mar de fuego y todo el sufrimiento, todo el dolor, toda la miseria habrá desaparecido para siempre.

Si somos obedientes a la voluntad de Dios en lugar de nuestra propia voluntad que está manchada por el pecado, estaremos del lado de Dios e involucrados en llevar a cabo su plan. Mientras más elegimos vivir en obediencia a Dios aquí en la tierra, más rápido será el día del ajuste de cuentas. Mientras más personas elijan padecer en la carne (llevar a la muerte el pecado) y no obedecer a los deseos y pasiones pecaminosos en ellos mismos, más pronto regresará Jesús y pondrá fin a todo sufrimiento.

¿Qué puedo hacer?

Es difícil permanecer al margen y mirar mientras el sufrimiento se expande por todo el mundo, sin saber lo que puedo hacer. Pero los que son fieles a Dios tienen el poder y la responsabilidad de aliviar el sufrimiento y hacer del mundo un lugar un poco mejor donde están.

Podemos ser una bendición para las personas a nuestro alrededor al negarnos al pecado que tan fácilmente nos tienta, y que conduce a luchas e infelicidad. Cuando somos propensos a responder con palabras duras, podemos hacer morir este pecado y al contrario responder en forma suave y amable. Cuando somos tentados al egoísmo podemos ejercitarnos en la generosidad. Cuando vemos injusticia y crueldad podemos ser campeones de la justicia y la compasión.

También podemos orar. «La oración eficaz del justo puede mucho.» Santiago 5,16. La oración es una tremenda arma contra la oscuridad de este mundo. Si buscamos vivir en la justicia entonces nuestras oraciones tienen poder para ayudar. Podemos orar por sanidad, orar por gracia, orar por los pobres, orar por los necesitados, orar por los líderes mundiales y los gobiernos, orar para que la luz y la vida y la gracia puedan entrar en el mundo tanto como sea posible. Dios escucha estas oraciones.

Y mientras más vivimos en justicia, más hacemos morir nuestro pecado y más luchamos contra la oscuridad, y más pronto vendrá el día del juicio, cuando todo el pecado y el sufrimiento hayan terminado para siempre. «Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios.» 2 Pedro 3,11-12.

Ese día será muy pronto – el día en que Jesús regrese, dispuesto a buscar a su novia, pura y sin mancha, que ha elegido el camino de Dios a través de todo.

Entonces llegará el gran final. Satanás será atado y arrojado al lago de fuego para siempre. (Apocalipsis 20,10) Nunca más podrá tentar a la gente a seguir su camino y causar miseria y sufrimiento. Y Dios finalmente podrá crear un nuevo cielo y una nueva tierra en perfecta paz y alegría y armonía por toda la eternidad. Sin llanto, sin lágrimas, sin dolor. Sin tentación, sin pecado, sin luchas, conflictos o desobediencia. Viviremos juntos a Dios y Jesús y los santos. Ninguna pizca de sufrimiento volverá a existir en el universo otra vez.

Finalmente y para siempre todo estará bien.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.