Pascua: Un nuevo tiempo ha comenzado
La gente celebra la Pascua de diferentes maneras, pero esperemos que también meditemos sobre el verdadero significado de ella.
La gente celebra la Pascua de diferentes maneras, pero esperemos que también meditemos sobre el verdadero significado de ella.
Jesús murió – ¡pero resucitó!
Pablo escribe en la epístola a los Romanos, "Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." Romanos 5:7–8. El apóstol Juan escribe: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados." 1 Juan 4:10.
¿Por qué la muerte no podía retener a Jesucristo? Fue claramente, por el resultado de vida que vivió mientras estaba en la tierra. Jesús nació como un ser humano y recibió un cuerpo como el de nosotros. Por lo tanto tuvo que padecer en la tentación para no hacer su propia voluntad, sino la voluntad del Padre que está en el cielo. El hecho de que Dios lo resucitó al tercer día fue la evidencia de que Él nunca había pecado. Ese día fue un día de victoria – fue el día que terminó con una larga noche en que el pecado y la desesperanza había reinado sobre la humanidad. Un día victorioso sobre la muerte y el Hades.
Un nuevo tiempo para todos aquellos que quieran seguir las pisadas de Jesús
Moisés y los profetas habían anunciado mucho antes que el Cristo había que padecer, y ser el primero de la resurreción de los muertos, para anunciar luz al pueblo de Israel y a los Gentiles. (Hechos 26:23)
Jesús ahora es nuestro Sumo Sacerdote en el cielo que puede compadecerse de nuestras debilidades; un sumo sacerdote que vive para interceder por nosotros. Por lo tanto ahora nosotros, igual que Jesús, podemos padecer en lugar de ceder ante el pecado. Así termina la noche del pecado y la desesperanza en nuestra vida. (¡Lee Hebreos 2:5–18!)
Oh que gozo – ¡cuando comprendemos que Dios nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo unigénito! (Juan 3:16). ¡Mira cuánto Cristo nos amó! Si esto se nos es revelado, crecemos en un más profundo y ferviente anhelo de hacer la voluntad del Padre y el Hijo con un corazón ardiente. Permanezcamos en el sacrificio y fe de Jesús, haciendo desde ahora solamente Su voluntad y viviendo para glorificarle cada día de nuestra vida.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.