No todo el que me dice: “Señor, Señor”
Lo importante para Dios es que lleguemos a conocerlo a través de hacer de todo corazón Su voluntad en obediencia a su palabra.
No todo el que me dice: “Señor, Señor...”
Es posible que pensemos que podemos agradar a Dios solo por las cosas que decimos o hacemos. Sin embargo, podemos decir las palabras “correctas” o hacer las cosas “correctas”, pero si nuestro corazón está enfocado en la forma en la que nos presentamos ante los demás o en cómo podemos beneficiarnos terrenalmente por hacer esto, en realidad no estamos agradando a Dios. Jesús habla sobre esto en el Sermón del Monte: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mateo 7:21-23. Lo importante para Dios es que lleguemos a conocerlo a través de hacer de todo corazón Su voluntad en obediencia a su palabra.
Cuando Dios le dijo Samuel el profeta que eligiera a David, el hijo menor de Jesé, para sustituir a Saúl como rey de Israel, a pesar de que sus hermanos mayores eran más altos y más fuertes, Jehová dijo: “Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” 1 Samuel 16:7. Natán le dijo a Saúl que, “a causa de su desobediencia su reino no será duradero...” y que “Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón...” 1 Samuel 13:14. El anhelo de David era conocer y obedecer la palabra de Dios en su vida, como podemos leer en sus muchos Salmos, en especial en el Salmo 119. Esto lo convirtió en un hombre "conforme al corazón de Dios", ¡y nosotros podemos ser lo mismo si también nos entregamos de todo corazón a aprender de Dios para poder conocer y hacer Su voluntad!
En una ocasión, Jesús observaba cómo la gente echaba dinero en la colecta del templo: “y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.” Marcos 12:41-44. El sentir y la mente de la viuda es lo que la ha convertido en un ejemplo para todas las generaciones. Una vez más, vemos que no es solo lo que hacemos o decimos lo que importa, sino que todo lo que hacemos y decimos en ese deseo ardiente de agradar al Señor.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.” Colosenses 3:23.
Haciendo la voluntad de Dios
Entender que hacer todas las tareas de la vida como para Dios y no para los hombres trae un significado a todo lo que hacemos. En el libro del Eclesiastés, Salomón escribe un ejemplo tras otro para ilustrar las palabras con las que comenzó el libro: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.” Eclesiastés 1:2. A pesar de esto, al final del libro, da una conclusión muy esperanzadora: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” Eclesiastés 12:13-14. Incluso en los aspectos más rutinarios y mundanos de la vida, podemos acumular tesoros eternos si los hacemos como para el Señor. De este modo, llegaremos a conocer a Dios, a conocer su mente y su voluntad, y aprenderemos a ser cada vez más semejante a Él. Salomón también deja muy claro cuándo es el momento perfecto para empezar con esto: "Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos..." Eclesiastés 12:1. Sin embargo, ya seamos jóvenes o mayores,¡vivamos agradando y deleitando el corazón de Dios!
Los resultados de vivir esta vida serán así como profetizó Isaías: “Desde la antigüedad no habían escuchado ni dado oídos, ni el ojo había visto a un Dios fuera de ti que obrara a favor del que esperaba en Él.” Isaías 64:4. [LBLA]. Vamos a experimentar de lo que Pedro estaba asido: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” 2 Pedro 1: 3-4. Llegaremos a conocer cada vez más a Dios y paso a paso seremos transformados en Su misma imagen. (2 Corintios 3:18). Si vivimos así nunca escucharemos esas aterradoras palabras de Jesús: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Al contrario, podemos vivir con la esperanza de que al final de nuestras vidas escucharemos: “Bien, buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.