Mi contribución a la paz mundial
Todos quieren paz en el mundo, pero crear paz comienza conmigo.
Hace poco leí un versículo en el cual nunca antes me había parado a pensar. Este versículo que describe a algunas personas como los “hijos de Set” (hijos de intranquilidad) causó en mí una gran impresión. (Números 24:17) Nunca me he considerado una persona excesivamente “dramática.” Pero un día me pregunté, ¿Acaso soy de esas personas que causan estrés e intranquilidad con mis acciones y actitudes? ¡Me di cuenta que sí, así soy! Nunca antes me había visto de esta manera.
Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” Mateo 5:9. Siempre había asociado el término pacificador con ser alguien que no discute, y que quizá ayuda a otros a resolver conflictos. Algo así como una persona muy agradable. Esto nunca fue algo algo que en realidad ocupara mucho mis pensamientos, pero un día me di cuenta que la paz es mucho más de lo que yo pensaba.
Si me quejo, ¿Estoy creando paz? Si tengo envidia de alguien ¿Estoy creando paz?, ¿Si estoy ansioso o estresado?¿Si insisto en hacer las cosas como yo quiero? ¿Si hablo mal de las personas? ¿Si hago cosas que solo a mi me benefician y dañan a los otros? ¿Si menosprecio a alguien? ¿Si me entrometo en los asuntos ajenos? ¿Si trato de llamar la atención (aunque sea inconscientemente)? ¿Si estoy defendiendo mi propio egoísmo?, ¿Estoy creando paz?
¡Todas estas cosas están en mi a causa del pecado en mi carne! Si quiero ser salva, necesito reconocer mi propio egoísmo – mi pecado. Si reconozco todo esto, Dios podrá hacer una obra en mí.
Todos los problemas y las quejas del alma vienen porque no estoy unida a la voluntad de Dios con mi vida. Si amara e hiciera la voluntad de Dios, Dios me mantendría en perfecta paz. Para hacer Su voluntad necesito humillarme a mí misma y dejar a un lado mis pensamientos y egoísmo. Llegar a la paz – al reposo – y ser salva es mi mayor prioridad. No importa lo que tenga que dejar, vale la pena por la salvación y paz que recibo a cambio.
Pablo nos exhorta en Romanos 12:18: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres."
Comprendí que crear paz empieza conmigo; en cada detalle de mis reacciones y en cada una de mis circunstancias cotidianas, tanto con Dios como con mis semejantes. No puedo llegar a la paz en mis situaciones utilizando mi inteligencia y mi propio entendimiento humano. Para llegar a la paz necesito buscar la sabiduría que viene de lo alto, que es primeramente pura, y después pacífica. (Santiago 3:17) Solo así, mis acciones pueden ser purificadas de todo pecado, y ya no necesito estar más preocupado de mi propio bienestar; estresarme por todo tipo de cosas, estar ansioso, celoso o descontento.
Cuando me considero a mí misma – mi ego, mi voluntad, mi razonamiento, opiniones y “conocimiento”– crucificada con Cristo, tengo entonces acceso a Dios y al poder del Espíritu Santo para llevar a la muerte todas esas reacciones pecaminosas, y de este modo un espíritu vivificador de paz y reposo estarán en todo lo que haga. Con este espíritu también puedo bendecir y ayudar a los demás. Y cuando entren en contacto conmigo experimentarán la vida de Cristo, en lugar de esa Kathryn tan intranquila. ¡Cristo debe vivir en mí! Es de eso de lo que se trata, de que mi vida vaya desapareciendo y que la vida de Cristo se manifieste en mayor y mayor medida en mí. (2 Corintios 4:10, Juan 3:30)
En Hechos está escrito acerca de Bernabé, que en hebreo significa “Hijo de consolación.” (Hechos 4:36) Mi meta en la vida es que pueda ser transformada de ser un “hijo de Set” (un hijo de intranquilidad), a un hijo de consolación que al mismo tiempo es llamado hijo de Dios. De este modo, habrá paz en el rincón del mundo en donde yo vivo, al menos en cuanto de mí dependa.
"Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; todo lo que hace, prosperará." Salmo 1:3
Si todos nosotros actuáramos de este modo, no sería un problema alcanzar la paz en el mundo.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.