Convirtiéndome en algo más que una "mejor" persona
Estaba reaccionando constantemente a las cosas de una manera que odiaba. Así encontré la solución…
Siempre fui “una niña buena” desde mi infancia. Sin embargo, a medida que fui creciendo sentí que había más en la vida que solo ser una “buena persona.” Comencé a sentir un vacío, un anhelo de ser mucho mejor. Algo en mi interior me decía que tenía que haber algo más en esta vida que solo dinero, éxito, conocimiento, o llegar a ser la mejor en lo que sea que yo me desarrolle.
¡Y en efecto, he descubierto que sí hay mucho más!
Quería una vida auténtica y genuina
A final de mis 19 años y a principios de mis años 20, pasé por pruebas y por algunos momentos personales muy difíciles, pero al mismo tiempo me fue muy bien en mi carrera profesional. ¡Incluso gané un premio nacional de diseño de interiores cuando tenía 22 años! Recuerdo muy bien que en nuestras reuniones de equipo se hablaba mucho de ser un muy buen líder, de dar a los demás y de muchas otras cosas que son de beneficio. A pesar de lo que escuchaba, yo sentía que algo faltaba…
En el exterior, estaba viviendo una buena vida, pero lo que realmente quería era una vida auténtica y genuina hasta lo más profundo de mí, también en las áreas que nadie podía ver. Yo sabía perfectamente que mi vida no era así. A decir verdad, por dentro estaba estresada, ansiosa y era muy demandante hacia los demás. Esto me hacía infeliz, ya que mis reacciones me llevaron a ser muy mandona y severa. Claramente veía el efecto que causaba en otras personas y traté de mejorar, pero por dentro, todavía estaba llena de muchas cosas que me hacían infeliz.
Por naturaleza soy una alguien nerviosa, ansiosa y que fácilmente se estresa. Así que era muy claro que cuando dejaba que estos sentimientos me controlaran, también cedía a otras cosas como la irritación y la impaciencia. Estaba dejando que estos sentimientos de ansiedad me abrumaran, y me olvidaba de poner mi confianza en Dios. Todo esto se interponía entre yo y mi deseo de ser una buena persona. Por mucho tiempo lo intenté lo más que pude, pero siempre terminaba reaccionando de una manera que odiaba. La intranquilidad que esto traía en mi interior me estaba impidiendo ser verdaderamente feliz.
Yo sabía que existía una manera para que las cosas fueran diferentes. En la iglesia veía muchos buenos ejemplos: personas que sabías que estaban en pruebas, pero aun así se encontraban en reposo y eran buenos y amables con los demás. Sentía que eran ejemplos de cómo Jesús fue en la tierra. ¡Yo quería la misma vida! También quería ser misericordiosa y estar en reposo en mis situaciones.
Finalmente me di cuenta que no podía cambiar y no podía ser realmente feliz con el simple hecho de tratar de ser una “mejor” persona por mi propia cuenta. Lo que necesitaba realmente era pedirle a Dios ayuda para ser libre.
Aprendiendo a orar
Una historia de Jesús que vino a mi cabeza fue la del fariseo y el publicano. El fariseo se puso de pie donde todos lo podían ver y dijo: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres… ni aun como este publicano.” Pero el pobre publicano llegó en necesidad ante Dios y oró: “Dios, sé propicio a mí, pecador.” Tal vez ni siquiera pudo poner en palabras cuál era su necesidad (Lucas 18:9-14). Justamente es así como yo me he sentido la mayor parte de mi vida. Muchas veces mi oración es solo un clamor y una necesidad en mi corazón que no puedo expresar con palabras. Pero sé que Dios escucha mis oraciones cuando mi anhelo es verdadero y genuino, así como el del publicano en la historia. Necesito acercarme a Dios sabiendo que no puedo vencer en mi propia fuerza, sino que dependo desesperadamente de Su ayuda.
En mi necesidad y anhelo aprendí verdaderamente a orar. Fue entonces cuando las cosas comenzaron a cambiar. Cuando dejé de intentar controlarlo todo y se lo entregué a Dios, es cuando recibí paz. Sé que Dios escucha mis oraciones. Sé que Él las responde. No siempre las responde de la manera que yo espero, pero siempre me da gracia y fuerza. Se trata de aprender a aceptar el plan de Dios para mi vida en lugar de tratar de forzar lo planes que yo misma tengo para mí.
Mi oración ha sido que Dios me ayude a vencer las cosas en el interior, y he visto que de esta manera también las cosas cambian en el exterior. Este es un proceso en el que todavía estoy trabajando; no estoy cerca de ser perfecta en estas cosas, pero sé que con la ayuda de Dios estoy siendo perfeccionada. Ya no vivo siendo controlada por el estrés y la ansiedad, el día que terminé completamente con ellos ¡será mi mayor victoria!
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” Filipenses 3:12.
¡Puedo ser transformada!
Hoy en día tengo mi propio negocio, y los días pueden ser una locura. Pero a través de todas mis situaciones Dios me enseña cosas nuevas. Un verso que a menudo me viene a la mente es: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” Salmos 46:10. He aprendido a poner toda mi confianza en Él y a saber que Él tiene completamente control sobre todo. Cuando elijo poner todos los detalles de mi vida en Sus manos, puedo estar agradecida y feliz por los demás, por las situaciones y por los retos de la vida. He comprendido que en la vida no solo se trata de ser “una mejor persona”, sino de ser transformado en el interior; ¡puedo llegar a ser como Jesús en esta vida, el cual solo mostró bondad, amor y misericordia en cada situación!
¡La vida tiene un gran significado para mi ahora, pues he descubierto que el vacío y anhelo que sentía en el interior cuando era más joven, era el mismo Jesús llamándome para que pudiera ser como Él! Esto es verdad, y lo sé porque vivir con esta meta en la vida me ha hecho absoluta, verdadera y profundamente feliz.
Existen también, por supuesto, otras cosas que me hacen feliz, como la música, el arte, las flores, etc… Pero al final todas estas cosas son temporales. La verdadera y duradera paz y felicidad vienen de tener una relación personal con Jesús y de buscar las cosas que tienen valor eterno.
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Santiago 1:2-4.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.