Los resultados de vivir la vida en victoria sobre el pecado
Nuestras vidas no nos pertenecen – vivimos para Jesús. Pero a cambio recibimos una vida rica y en libertad.
Vivir una vida victoriosa tiene recompensas que te beneficiarán ahora y por toda la eternidad. El único que pierde cuando vences es Satanás, porque con tu vida demuestras que lo único correcto es seguir a Jesús en ese camino glorioso.
Andar frente el rostro de Dios
El vivir justamente te pone en contacto directo con Dios y con Jesús. Adán y Eva recorrían el jardín del Edén hablando con Dios. Su comunicación con Él era buena y abierta. Pero el día en que pecaron lo primero que hicieron fue esconderse de Él. El pecado te hace perder tu confianza; te hace temer a Dios de una manera errónea. El temor de Dios es temer a pecar contra Él. Pero el otro temor significa que tienes miedo de tratar con Él, porque permitiste que algo malo entrara entre ti y Dios. Sientes culpa, condenación y quieres esconderte de Él por lo que hiciste. Los que viven en pecado están completamente separados de Dios.
Pero cuando empiezas a vencer sobre el pecado, tu confianza regresa. Recibes confianza para estar delante del rostro de Dios, para buscarle. Está escrito que, “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.” Hebreos 10: 19-20. Jesús anduvo en el camino a través del velo: el camino de vencer sobre todo el pecado que encontró en su carne. Al hacer esto, el velo, esa carne que nos separaba de Dios, se rasgó en dos. El camino a Dios se abrió nuevamente, porque había estado cerrado desde que el pecado había entrado en el mundo. Jesús pagó un precio enorme por nosotros solo para que pudiéramos estar delante del rostro de Dios. Esto te debería motivar a andar en el mismo camino.
Si tú también vas en el camino a través de tu propia carne – el camino de vencer sobre todo el pecado que se encuentra allí – entonces recibes confianza para acudir y encontrarte con Dios. Puedes alzar tu cabeza, mirar a Dios en los ojos y tener comunión con Él, pues sabes que no tienes nada que esconder y por eso no tienes que agacharte. Esto es lo que recibes desde la primera vez que vences en la tentación. Y al progresar en el camino a través de la carne esta conexión se vuelve cada vez más fuerte. Esta comunión y conexión que recibes con Dios y con Jesús son incomparables. (Filipenses 3: 10).
Libertad y alegría
Vivir una vida en victoria trae alegría. Puede que hayas sido esclavo del pecado durante muchos años, pero cuando descubres que ya no tienes que estar atado por el pecado, entonces experimentas una alegría verdadera y liberadora. Vivir una vida en victoria te da libertad, paz y reposo, mientras que el pecado crea sentimientos malignos como inquietud, ansiedad, miedo, etc.
Imagínate un hombre que ha adquirido un negocio por medio de estafas, mentiras y perjudicando a otros para tomar esa posición. Cuando finalmente tenga el control, puede que sienta una satisfacción, pero pasará la mayor parte de su tiempo en ansiedad y miedo de que alguien descubra lo que ha hecho, o que alguien le haga lo mismo. ¿Cuánto tiempo durará la satisfacción por sus logros? Su deseo por el poder sigue vivo y está floreciendo.
Por lo contrario, imagínate si el mismo hombre hubiera vencido el deseo de poder y honor estando contento con su posición en el negocio (Filipenses 4: 11) y habiendo trabajado duro y honestamente para ascender. Él experimentaría reposo, paz y seguridad, siempre y cuando no deje al pecado vivir, y Dios bendeciría todo lo que hiciere. (Salmos 1: 1-3)
Cuando comienzas una lucha contra algo que Dios te muestra en tu carne, se crean padecimientos. La carne no quiere dejar algo que ha sido parte de ella por mucho tiempo. Pero Dios es rico en gracia y misericordia, y dispone de todo el poder que necesitas. No hay palabras para describir la libertad que sientes cuando recibes victoria sobre lo que vez en tu carne por primera vez.
La lucha lleva a algo incomparable
Tal vez tengas que luchar duro para dejar ese deseo por el poder, como en el ejemplo, o cualquier cosa que sea, pero cuando lo haces, en obediencia a lo que Dios ha puesto en tu corazón, entonces recibes alegría. Entre más obediencia prácticas, mejor se vuelve la vida, luego llegará el día en el que digas: “Oh, yo solía ser así, y ahora ya ni siquiera es una lucha para mí.” Es una incomparable alegría, libertad y reposo del pecado. Para ti es un beneficio enorme. La vida es buena, rica y sorprendente cuando ya no eres controlado por tu carne. Y cuando por fin experimentas libertad te darás cuenta de que antes era como haber estado en el infierno.
Después comenzarás a sentirte invencible en medio de tus situaciones. Empezarás a alegrarte de las oportunidades que tienes para ser aún más libre de lo que te ata y te hace sufrir. Y esto ocurre porque aborreces esa materia fea que ves en tu carne, y lo único que anhelas es deshacerte de ella para que puedas llegar a una vida más abundante en comunión con el Padre y con el Hijo.
Tu vida es bendecida
Cuando reaccionas con bondad, amor y las virtudes en lugar de reaccionar con hábitos pecaminosos, causarás un efecto enorme en cada aspecto de tu vida. Serás una persona amable, en quién otros podrán ver la vida de Cristo. Tu relación con otras personas prospera cuando el pecado no se entromete. Es un gran alivio ya no reaccionar con sospechas, irritación u estar ofendido y con preocupaciones por lo que otras personas piensan. La vida se vuelve rica y libre. Experimentas comunión con otros que están en la misma lucha. Se forman lazos inquebrantables cuando se tiene la misma meta. Participas en formar el cuerpo de Cristo en la tierra, y no existe nada más grande que esto. La bendición te sigue en tu camino.
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.” 1 Pedro 1: 6-9.
Todas esas cosas son los resultados que experimentamos mientras vivimos aquí en la tierra. Cuando vayamos a la eternidad, las recompensas que recibiremos serán incomparables con todo lo que experimentamos aquí.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.