Lo que debes saber si en verdad quieres seguir a Jesús

Lo que debes saber si en verdad quieres seguir a Jesús

Esta es la clave para aprender todo del Maestro.

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal.” Proverbios 3:5-7.

Los pensamientos y planes de Dios siempre dan futuro y esperanza.  El tiene pensamientos de vida y paz para aquellos que son pobres en espíritu y que están dispuestos a ser enseñados por Él.

Pobreza de espíritu

La pobreza de espíritu no debe confundirse con ser tímido o cohibido. Ser pobre en espíritu significa que deseo ser como Jesús, el Maestro, pero al mismo tiempo veo cuán incapaz soy de hacerlo por mi propia cuenta. Tengo una carne en donde no mora nada bueno, así que no sé cómo “hacer lo bueno”, como dice Pablo, aunque eso es lo quiero de todo mi corazón. (Romanos 7:18)

Esta pobreza de espíritu me hará acudir a Dios para averiguar cuál es Su voluntad en cada decisión que tomo, antes de hablar, antes de emitir un juicio. Estoy dispuesto a ser enseñado y listo para recibir instrucciones de Dios a través de Su Espíritu Santo, y un vaso que está vacío puede ser llenado. De esta manera recibo el poder de actuar y de tener gracia sobre mi vida. Todo funciona en conjunto para mi bien, porque amo a Dios.

El comportamiento común es inclinarme a mi propio entendimiento; ser fuerte en mi mismo. Reacciono y actúo impulsivamente, mis decisiones están basadas en experiencias pasadas. Me guían mis sentimientos y pensamientos, juzgo de acuerdo a lo que veo o escucho. Yo hago mi propia voluntad en lugar de la de Dios, de esta manera no se encuentra ninguna gracia, sino que solamente trae más problemas y es todo lo contrario de ser pobre en espíritu.

Aprendiendo obediencia

Si queremos aprender a ser pobres en espíritu, entonces debemos seguir el ejemplo de nuestro precursor, Jesús.

El vivió para hacer la voluntad de Dios, en pobreza de espíritu todos los días de Su vida. Cuando vino a la tierra como hombre, tuvo que aprender todo del Padre. (Juan 5:30; Juan 12:49; Filipenses 2: 5-8) También tuvo que aprender obediencia en sus padecimientos. (Hebreos 5:8) Debido a esta práctica el pudo enseñarle a sus discípulos con las palabras: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.” Mateo 5:3.

Como discípulo, tengo que estar en esa pobreza de espíritu, entendiendo completamente que no sé nada como en realidad debería saberlo, tengo que aprender la obediencia a través de las cosas en las que padezco. (Hebreos 5:8; 1 Pedro 4:1)

Es difícil estar tranquilo, ya sea de manera externa o interna, cuando estoy experimentando sufrimientos, cuando soy tentado y en situaciones difíciles. La tendencia natural es culpar a los demás, juzgar personas que están involucradas, justificarme a mí mismo, exigir y hablar con los demás sobre lo que estoy pasando. Este es un intento de ganar algo de consuelo humano, y escapar de los padecimientos. El problema real es que tengo una carne en la que no mora nada bueno, Dios me está pidiendo que sacrifique las reacciones que surgen en respuesta a la situación en la que me encuentro. (Romanos 7:18; Romanos 8:12-13; Colosenses 3:5)

Cuando estoy dispuesto a reconocer la verdad sobre mí, que la raíz del problema está en mi propia carne, entonces puedo ir confiadamente al trono de la gracia y pedir ayuda para vencer. (Hebreos 4:15-16) Dios escucha las oraciones de los pobres en espíritu.

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.