Lo que aprendí por padecer en la carne
Cuando finalmente comprendí lo que significaba padecer en la carne, una nueva esperanza llegó a mi vida.
Este es mi testimonio personal: ¡Yo creo que si padezco en la carne terminaré con el pecado!
En 1 Pedro 4:1 está escrito que “…puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.”
Cuando uno vive enfocado solamente en sus propios pensamientos, preocupaciones, y situaciones diarias, entonces uno no puede ver las cosas que son realmente valiosas, las cuales, pueden ayudarme a vivir una vida feliz y victoriosa. Este versículo en 1 de Pedro 4:1 es extremadamente poderoso. Dice que aquellos que han padecido en la carne han terminado con el pecado. Eso significa que ¡es posible dejar de pecar!
Personalmente recuerdo que llegué a un punto en mi vida, en qué estaba cansada de la manera en que estaba viviendo. No quería seguir viviendo de esa manera; teniendo malos pensamientos sobre otros, teniendo pensamientos impuros sobre chicos, pensando solo en mi misma, buscando las cosas que solo me beneficiaban a mí.
El problema es que no entendía aún que cuando estos pensamientos comienzan a venir solamente son tentaciones. Sabía que no estaba de acuerdo con esos pensamientos, pero al principio, no entendía que no eran pecado, porque en realidad no estaba de acuerdo con ellos, no los quería. Cuando finalmente entendí eso, una nueva esperanza llegó a mi vida. Entendí que cuando esos pensamientos vienen, entonces puedo pelear contra ellos y no permitir que lleguen a mi corazón o que tomen parte de mi vida. En otras palabras, podía padecer en la carne y terminar con el pecado, ¡tal y como está escrito en el versículo!
Un arma poderosa
Ese versículo llegó a ser un arma poderosa cada vez que un pensamiento impuro, o cualquier pensamiento que sabía era malo, llegaba. Por ejemplo, ser tentada a la envidia cuando a “alguien más le va mejor que a mí.” O la tentación de cuando me quiero quejar de alguien por cómo es o cómo se comporta, o la tentación de comenzar a imaginarme cosas con un chico que me sonríe. Cada vez que era tentada, recordaba esa palabra, y algunas veces la decía en voz alta. Me recordaba a mí misma fuertemente, “¡Sí padezco en la carne, si odio este pensamiento y no lo dejo entrar en mi corazón, no pecaré, por lo tanto terminaré con eso!” Creía realmente que era posible para mí experimentar este versículo en mi propia vida, aunque aún no había alcanzado la victoria.
Pero poco a poco comencé a trabajar con los pensamientos que me plagaban. Y descubrí que cuando conscientemente tengo este pensamiento de padecer, entonces experimento lo que está escrito. ¡No cometí pecado consciente en las áreas donde padecí!
Nuevas posibilidades
Después de experimentar eso, me di cuenta de que no era el final de la batalla, sino solo el comienzo. Más adelante está escrito: “…armaos del mismo pensamiento” (el sentir o pensar de Cristo), y Su pensamiento fue “padecer en la carne.” En Hebreos 5:7 está escrito que Jesús “…en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.” Este era realmente el pensar y sentir de Jesús cada día de su vida, y si está escrito, “armaos del mismo pensamiento” significa que debo hacer lo mismo. Dios escucha realmente mis oraciones y me llevará a una vida victoriosa, así como lo hizo con Jesús.
Cada día soy tentada a pecar, pero mientras no esté de acuerdo con las tentaciones o sentimientos, entonces no he pecado. (Santiago 1:14-15). ¡Y estas tentaciones son nuevas oportunidades para vencer al pecado! Jesús puede ayudarnos siempre a la hora de la tentación. “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” Hebreos 2:18. Pero solo sucederá si me armo de los pensamientos de Cristo y el sentir que Él tuvo para ¡nunca pecar contra Su Padre! Yo no puedo ver todo mi pecado de una sola vez, pero puedo ser fiel para vencer en lo que veo. Día tras día, paso a paso, camino en la luz que Dios me da y recibo victoria por medio de Su poder.
Si creo que la palabra de Dios es verdad, entonces debo creer que terminar con el pecado es realmente posible, y si estoy dispuesta a padecer, entonces tengo por seguro que Dios me ayudará y me dará Su Espíritu Santo. Pedro escribe: “…porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.” Debo creer verdaderamente en estas palabras, hacerlas parte de mi vida y a la hora de la lucha pedirle ayuda a Dios e ¡ir a la acción! ¡Entonces no caeré jamás!
Así que más claro no puede ser para mí. Realmente creo en estas palabras, ¡y la fe en ellas me ha llevado a experimentarlas!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.