Las valiosas oportunidades que la luz de Dios nos da
¡Si amamos la luz, podemos convertirnos en hijos de luz!
Una rostro brillante y despejado, un camino honesto y recto al igual que una vida intachable y llena de virtudes, el camino hacia esto ha sido revelado, aunque está oculto para los que se pierden.
Pablo se recomendó a toda conciencia humana como alguien que había renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra de Dios. (2 Corintios 4: 2-3) No obstante, su evangelio si era encubierto.
El dios de este mundo ha cegado las mentes de los incrédulos para que la codicia, la vanidad, el deseo de honor, la embriaguez, la inmoralidad, la envidia, el afán de las cosas temporales, etc., apaguen la luz del evangelio. Todos estos pecados provienen del espíritu humano, y si llegan a obtener poder, pueden llevar a condenar a una persona y llevarla a la oscuridad más profunda. Las personas impías presentan sus cuerpos como instrumentos de pecado hasta que la corrupción y la muerte los destruye.
Por otro lado, nosotros que por la gracia de Dios hemos recibido la luz del evangelio y el Espíritu Santo no debemos permitir que el pecado gobierne en nuestro cuerpo mortal de modo que le obedezcamos en sus concupiscencias. En el poder de Dios debemos presentar nuestro cuerpo en servidumbre y vencerlo.
Era imposible vencer a los deseos de la carne por medio de la ley. Esta es la razón por la que Dios tuvo que enviar a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado; y Él condenó el pecado en la carne. Pudo abrir un camino nuevo y vivo a través del velo, es decir, su carne.
Cuando la luz de Dios brilla
Previamente, la luz de Dios brillaba fuera del cuerpo y solo juzgaba los actos pecaminosos, pero ahora su luz ha abierto el camino hacia dentro del cuerpo para juzgar la raíz y la fuente del pecado. Cuando la luz de Dios entra al cuerpo nos juzga, pero esto no debe confundirse con condenación. Esta luz nos da constantemente oportunidades para contemplar nuestra propia naturaleza corrupta y juzgarnos a nosotros mismos. Es por eso que Pedro escribe en el capítulo 4 de su primera carta que ahora es el momento en que el juicio comience por la casa de Dios, es decir, con nosotros. Cuanto mayor sea la luz, mayor será el juicio. Cuando la luz de Dios entra en el corazón, juzga los pensamientos e intenciones ocultas. Si estamos de acuerdo con este juicio, la luz que causó el juicio se convierte en nuestra posesión personal y en nuestra vida.
Somos probados de esta manera para ver si realmente amamos la verdad y la luz de Dios. A medida que reconocemos la luz de Dios de forma progresiva, perdemos nuestro deseo de querer resistirle. Vencemos los deseos de nuestra carne, y el cuerpo del pecado es destruido gradualmente para dejar espacio a la naturaleza divina. ¡Qué camino tan bendecido, lleno de sufrimientos, de juicio y cruz según la carne, lleno de deleite y genuino gozo según nuestro ser interior, en comunión con Dios y sus hijos en la luz!
Dios nos ha dado su Espíritu Santo y su poder para que podamos usar ese Espíritu como guía y usar este poder para vencer en esos caminos internos. Entonces el juicio de Dios puede obrar en nosotros para darnos entendimiento en áreas donde anteriormente estábamos en oscuridad total. En el camino de sus juicios, lo esperamos.
¡Hijos de luz!
Es obvio que cuando la luz de Dios se abre paso en la carne, habrá sufrimientos según la carne; pero aquí es exactamente hacia dónde conduce este camino: pone a muerte y destruye el cuerpo del pecado, la fuente de todo pecado y de maldad. Si soportamos estos sufrimientos con Él, seremos juntamente glorificados con Él. De esta manera, la luz y la sabiduría se convertirán en nuestra posesión personal, y a través de ellas, si soportamos gobernaremos con Él para siempre. Incluso en esta vida vamos a gobernar.
Si una persona está dispuesta a permitir que reine la luz de Dios, entonces su entendimiento, que se ha oscurecido tanto, se iluminará para que pueda trabajar junto con Dios en sabiduría en su santificación y la salvación de su alma. “Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.” Juan 12:36. Si creemos en la luz cuando brilla en nuestros corazones, incluso cuando exponga muchas cosas que deben juzgarse en nosotros, nos convertiremos en hijos de luz. ¡Piensa, Hijos de luz! ¡Qué hijos tan gloriosos! Sin embargo, si no creemos, Jesús se esconderá rápidamente de nosotros para que una vez más estemos en la oscuridad.
Los rayos de luz de Dios expulsarán mi oscuridad, y el Espíritu de Dios dará vida a mi espíritu humano, porque está escrito que el postrer Adán se ha convertido en un espíritu vivificante. Así es como seremos partícipes de la naturaleza divina: nuestra naturaleza pecaminosa se destruye y una nueva vida se desarrolla.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.