La gran batalla que hubo en el cielo

La gran batalla que hubo en el cielo

"Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo."

“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” Apocalipsis 12:7-9.  

El comienzo de la historia 

Hace mucho tiempo atrás, antes de que se formara la tierra, no había personas, solamente innumerables ángeles en el cielo que ministraban y estaban al servicio de Dios. Entre todos estos ángeles estaba Lucifer, un querubín (un ángel alado) que era “el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y de perfecta hermosura.” (Ezequiel 28:12). Él tenía una tarea importante en el cielo, y muchos lo admiraban. Pero con el tiempo comenzó a pensar que tal vez podría ganar algo con todo ese honor; y que tal vez incluso podría llegar a ser más grande que Dios. (Isaías 14:13). 

Con estos pensamientos de grandeza en su corazón atrajo hacia sí a otros ángeles que también querían ganar algo para sí mismos en lugar de ofrecer todo el honor a Dios. (Apocalipsis 12:7.) Más tarde, Lucifer (ahora conocido como Satanás) también se propuso engañar a los seres humanos para apartarlos de Dios y llevarlos por el camino que él mismo fue: el camino de orgullo y destrucción. Tuvo éxito en esta búsqueda en su primer intento, engañando a Adán y Eva apelando a su sentido de orgullo, y al despertar este sentido quisieron tener la misma capacidad de Dios para discernir entre el bien y el mal. A partir del día en que tentó a Adán y a Eva hasta el día en que Jesús murió en la cruz, Satanás se estableció como acusador de la humanidad rondando por la toda la tierra y presentándose ante el trono de Dios en el cielo para acusar a la gente. Incluso la ley que Dios dio a su pueblo para guiarlo en Sus caminos le dieron a Satanás argumentos para acusar a las personas, ya que nadie podía cumplir toda la ley sin pecar. (Job 1:7; Romanos 3:20).

Sin embargo, cuando Jesús vino a la tierra como hombre, nunca pecó, ¡ni siquiera una sola vez! (1 Pedro 2:22; Hebreos 4:15.) Fue por eso que la muerte no tenía ningún poder sobre Él, porque la paga del pecado es la muerte y solo puede tener efecto sobre alguien que ha cometido pecado. (Romanos 5:12; Romanos 6:23.) Jesús hizo un camino a través de su carne por el poder del Espíritu Santo y venció completamente todo el pecado en la carne. Al morir en la cruz, pagó el precio por nosotros e hizo un camino para que nosotros también podamos seguirlo. Su resurrección de entre los muertos demostró su triunfo eterno sobre Satanás, el pecado y la muerte. ¡Ahora Jesús se ha convertido en un Abogado para aquellos que quieren seguirlo en el mismo camino a través de la carne! 

Hubo una gran batalla en el cielo 

Gracias al tremendo sacrificio de Jesús y a su triunfo sobre Satanás, ya no había lugar para el acusador en el cielo. Por lo tanto, hubo una guerra en el cielo. El arcángel Miguel y sus ángeles lucharon contra Satanás y sus seguidores. Ya no había lugar ni razón para que el cielo estuviera dividido - ¡fue un día decisivo! Ahora Dios podía arrojar a Satanás a la tierra, junto con los ángeles que lo habían seguido y se habían rebelado contra Él. (Apocalipsis 12:7-9). 

Este acontecimiento ocurrió hace mucho tiempo, pero sigue teniendo un gran significado para nosotros hoy en día. La lucha entre el orgullo y la humildad es el hilo que atraviesa toda la historia de la humanidad. 

Satanás sigue activo en la tierra en nuestro tiempo, al igual que todos los otros ángeles que fueron expulsados del cielo. De hecho, estos ángeles son lo que la Biblia llama huestes espirituales de la maldad, y su misión es destruir tantas vidas como sea posible.  (Efesios 6:12; Juan 10:10; 1 Pedro 5:8.) Lo hacen utilizando la única herramienta que entienden: el orgullo, que es el egoísmo; vivir para mí mismo por encima de todo. Por naturaleza, nos sentimos atraídos a buscar nuestros propios intereses. Satanás es un maestro en usar lo que nos atrae –nuestras debilidades – para tratar de convencernos de que seremos felices cuando consigamos lo que queremos. Incluso intenta convencernos de que nuestras acciones estarán justificadas si conseguimos nuestros "derechos", aunque tengamos que herir o destruir a otros en el proceso. 

Pero mientras haya gente en la tierra que ame a Dios por encima de todo, Satanás no podrá salir completamente victorioso. Y aquellos que todavía resisten a Satanás tienen una tremenda arma para usar contra él. Satanás y sus huestes están llenos de un espíritu de orgullo. ¡No entienden en absoluto lo valioso que es ser humilde! 

El poder de la humildad 

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús... hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre.” Filipenses 2:5,8-9. 

¡Jesús siempre se humilló a sí mismo! En Filipenses 2:2-3 podemos leer claramente cómo vivió Su vida mostrando misericordia y cómo estaba lleno de amor, sin hacer nada por ambición, egoísmo o arrogancia, y estimando a todos como superiores a Él. Jesús nos dejó un claro ejemplo de cómo usar nuestro cuerpo para agradar a Dios. 

No es natural para nosotros humillarnos, pues todos hemos sido manchados por el egoísmo hasta cierto punto. Pero leemos en la palabra de Dios que si nos humillamos bajo Su poderosa mano, entonces Dios también nos dará gracia y nos exaltará a su debido tiempo. (1 Pedro 5:5-6.) Jesús nos mostró que cuando estamos dispuestos a descender, a reconocer nuestro pecado y pedir ayuda a Dios, ¡entonces seremos grandes! Él vino como un siervo y se convirtió en nuestro Salvador con un nombre sobre todo nombre. Nos mostró que cuando nos comprometemos a obedecer a Dios a costa de todo lo propio, entonces Dios nos recompensa justa y ricamente por nuestra fidelidad. Esto es extremadamente poderoso, porque esta actitud de humillación es completamente contraria a la altivez de Satanás.    

¡Elige estar del lado ganador! 

En esta gran batalla que se libra entre Satanás (orgullo) y Jesús (humildad), todos podemos elegir de qué lado estaremos. Podemos usar nuestros cuerpos para servir a Dios o para servir a Satanás y a sus huestes. Por lo tanto, las decisiones que tomamos en nuestras situaciones diarias tienen un significado eterno. La Biblia dice que el Espíritu Santo y la carne son contrarios entre sí. (Gálatas 5:17.) Los deseos de nuestra carne, que son los que Satanás utiliza para tentarnos, quieren que vivamos para nosotros mismos. (Santiago 1:14.) En un espíritu de orgullo, nuestra carne afirma que sabe más y que Dios es una mentira. 

No obstante, el Espíritu nos impulsa a hacer la voluntad de Dios: a negar nuestros propios deseos y a vivir para Él. Él trabaja en nosotros para renunciar a nuestros propios deseos egoístas y hacer sacrificios para bendecir a los demás. Nos lleva a ir en contra de nuestros sentimientos y a hacer lo que sabemos que es correcto. Nos insta a humillarnos y a dejar que Dios nos libere del egoísmo y del pecado. Es así como, paso a paso, nos liberamos de todo el orgullo que habita en nosotros. 

Las decisiones que tomamos en medio de nuestras circunstancias – tanto las simples y cotidianas como las grandes y difíciles – tienen una enorme importancia en esta gran batalla entre el orgullo y la humildad. Si somos fieles en seguir este camino hacia abajo, entonces somos ejemplos de personas que siguen el mismo camino que Jesús: el camino de la humildad. ¡Que haya muchos que elijan este camino en esta gran batalla!

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.