¡La espera ha terminado!

¡La espera ha terminado!

¡Finalmente llegó el día! que esperaba con muchas ansias y alegría hace varias semanas – día que junto a mis hermanos y en forma muy especial lo vamos a recordar como el día que nuestro querido Salvador llegó a la tierra.

¡Finalmente llegó el día! que esperaba con muchas ansias y alegría hace varias semanas – día que junto a mis hermanos y en forma muy especial lo vamos a recordar como el día que nuestro querido Salvador llegó a la tierra.

 El día en que una nueva esperanza nació para todos aquellos que estaban cansados de ser esclavos de sus propios deseos, pasiones y tendencias humanas – sí, una luz de esperanza se encendió para todos aquellos que eran oprimidos por la estrechez, el frio y el mal de la naturaleza humana la cual destruye la paz, lo bueno, lo fortalecedor y edificante.

Él es el que puede poner en orden las cosas, el que vino a la tierra, el que es maestro de la salvación y la redención, el que ha vencido sobre las tinieblas y la muerte, y ¡el primero en proclamar la luz! Es Él, el Príncipe de la paz, el Redentor, Consejero y mediador entre Dios y nosotros – el que vino a la tierra en una condición pobre y humilde y sobre el cual nos dejamos influenciar y pensar en estos días.

Regocijémonos como niños en el recién nacido Hijo de Dios. A través de su nacimiento muchas profecías se han cumplido. A través de su vida nosotros ahora seremos salvos, de tal manera que todas las palabras proféticas acerca de nosotros también se cumplan. Piensa – a través de nuestra vida « ¡las obras del diablo pueden ser destruidas! » Nosotros que éramos esclavos del pecado, ahora podemos ser libertados si reconocemos la verdad acerca de nosotros mismos. Juan 8,31-36.

• ¡Libres para morir a nuestra voluntad!

• ¡Libres para vivir la vida de Jesús!

• ¡Libres para servir desinteresadamente a los demás!

• ¡Libres para amar sin ningún tipo de límite!

– Esta es la fantástica libertad en Jesucristo, la cual cada uno de nosotros puede experimentar. No es de extrañar que los ángeles dijeran: «No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.» Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
«! Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» Lucas 2,10-14.

¡Oh, como merece Él nuestra devoción, nuestro amor sin límites, nuestra atención y oído atento! Su oído también escucha nuestras oraciones, Él quiere personalmente compartir la cena con nosotros, quiere personalmente tener comunión y hablar con nosotros. Ap. 3,20 y 1 Cor. 1,9. Abramos las puertas de nuestro corazón a ¡su palabra, luz, su infinito amor y calor! ¡Toda la alegría de este mundo no es nada comparado con ser asido por Él!
El que le ha visto por nada es tentado.
El humilde ve todo lo que Él ve.
El que le ha visto puede todo perder, y basta con ello.
¡Él no desea nada más!
(Edin Holme, traducido del noruego)

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.