¿Has aprendido de Jesús a ser humilde de corazón?
La primer cosa que Jesús nos señala cuando nos invita a aprender de Él, es Su actitud de corazón.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." Mateo 11:28-30.
Humilde de corazón – una actitud de corazón
La primer cosa que Jesús nos señala cuando nos invita a aprender de Él, es Su actitud de corazón. “… soy manso y humilde de corazón…” Nuestras obras surgen de lo que yace en nuestro interior, de nuestra actitud de mente y nuestro corazón. Por ejemplo, en Proverbios 4:23 leemos: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” En otras palabras, nuestra vida interior afecta todo lo que decimos y hacemos. Si el árbol (nuestro estado interior) es bueno, da buen fruto, pero si es malo entonces da mal fruto y “todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.” Mateo 7:19.
Nada es más pesado que cargar una mala actitud. Muchas personas quedan atrapadas en una mala actitud debido a su necedad, y es porque simplemente se niegan a humillarse. Cuando las personas no están de acuerdo sobre cosas (tal vez sobre cómo tratar a los hijos, o cómo manejar las finanzas, o incluso sobre qué color pintar la casa) no son lo suficientemente humildes para escucharse el uno al otro. Cuando uno no aprende a trabajar junto con otros en un espíritu de humildad y mansedumbre, las demandas de la carne se levantan y el corazón se endurece, causando asimismo que el amor se enfríe. Cuando rechazas la fe y el tener una buena conciencia comienzas a sufrir de un naufragio en tu fe. Así será el destino de todos los que no son humildes de corazón; los que se aferran a tener una actitud orgullosa.
De la misma manera, nada es más fácil que cargar una buena actitud. En la Biblia podemos leer que Dios ama al dador alegre. Cuando alguien tiene una buena actitud, está en la luz, y no hay tropiezo en él. “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.” 1 Juan 2:10.
Dios da gracia a los humildes
Dios testificó diciendo que David era “…varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.” Hechos 13:22. La buena actitud de corazón de David lo llevó al hasta el punto dónde pudo decir: “Jehová es mi pastor; nada me faltará.” Salmos 23:1. Las demandas de su alma habían sido acalladas, como un niño destetado de su madre (Salmo 131:2). Él permaneció humilde de corazón en las tribulaciones por las que padeció; y por esa misma causa también pudo ver la mano de Dios en sus circunstancias (2 Samuel 16).
Dios da a cada uno según sus obras. Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Estos son conceptos fáciles de entender, pero la cuestión es ¿los he aprendido o no? Lo que hacemos es de suma importancia; ya que lo que se nos presenta en la vida, y nuestro lugar en la eternidad, se determina por la calidad de nuestras obras (Mateo 25:23; Apocalipsis 19:8). La diferencia entre las cinco vírgenes prudentes y las cinco insensatas era la actitud de su mente. En el exterior se veían iguales, pero por dentro eran muy diferentes. “Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.” Mateo 25: 3-4.
Nuestras obras se nos son reveladas en el día de prueba (1 Corintios 3:13). No hay lugar donde nuestras obras (nuestra actitud) se manifiesten más que junto a los que están cerca de nosotros. Aquí Dios nos ha proporcionado un lugar muy bendecido para conseguir aceite para nuestras vasijas, pero solo si somos obedientes y humildes de corazón. En la vida pasamos por situaciones que están destinadas solo para nuestro bien, esto con el fin de que podamos cumplir el propósito de Dios con nuestras vidas; el cual es, que seamos hechos conformes a la imagen de su Hijo y que experimentemos verdadera hermandad. (Romanos 8:28-29).
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Efesios 2:10. Es hasta que aprendemos a purificarnos a nosotros mismos en obediencia a la verdad que entramos al reposo y somos capaces de hacer estas buenas obras. “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.” Hebreos 4:9-11.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.