¿Cuál es la importancia de ser justo con nuestro dinero?
¿Qué dice la Biblia sobre el dinero?
Tenemos una relación muy compleja con el dinero. El mundo entero gira en torno a él, nos guste o no. Su fabricación, la compra y venta de productos o servicios, etc… No se puede negar, el dinero es algo poderoso. Ya sea que tengas o no, puede ser muy consumidor. ¿Cómo puede un siervo de Dios, un verdadero cristiano, ser justo cuando se trata de sus asuntos financieros?
La Biblia deja muy claro que no debemos amar el dinero o las cosas que el dinero puede comprar. “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” 1 Timoteo 6:10. Podemos verlo muy claramente en el mundo que nos rodea. El deseo de riqueza, la codicia, trae consigo muchas dificultades y maldad. Sin embargo, todos tenemos que lidiar con el dinero en nuestras vidas; es inevitable. Ya sea que se trate de la lucha por tener lo suficiente para vivir, lo cual es una realidad para muchos, o de cómo usar lo que tenemos con sabiduría y rectitud, o también de cómo podemos quedar atrapados en la tentación y el clamor de querer constantemente más.
Un administrador justo
Jesús cuenta una parábola sobre ser un administrador justo. Un administrador es aquel que se hace responsable de algo que se le es dado. En la conclusión de la parábola, Jesús dice: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” Lucas 16:10-12. Jesús deja claro que ser justo en las cosas terrenales, sobre lo que Dios te ha dado, es imperativo. Claramente la justicia en los asuntos financieros es fundamental para vivir una vida cristiana ejemplar. Si no podemos administrar esto, entonces ¿cómo puede Dios confiarnos verdaderas riquezas?
Ya sea que tengas mucho o muy poco dinero, Dios requiere justicia con lo que tienes. Hace casi tres mil años Salomón escribió estas palabras “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones." Eclesiastés 7:29. Esto también ocurre en una sociedad moderna. A menudo, los planes que la gente hace implican formas de beneficiarse a sí mismo, sin importar el daño que pueden causar a otros a su alrededor. Y cuando estos planes se refieren a asuntos financieros, la raíz es a menudo la codicia, que se define como el fuerte deseo de poseer cosas materiales. ¿Cuántos tienen la humildad de reconocer esto en sí mismos? Naturalmente buscamos más y más, debido a nuestro orgullo inherente y a la creencia de que merecemos algo mejor que lo que tenemos.
La codicia/avaricia
Sin embargo, la Palabra de Dios habla muy claramente sobre la codicia. De hecho, es uno de los diez mandamientos que Dios dio a su pueblo en el antiguo pacto. Y esto no ha cambiado solo porque estamos en un mundo más moderno. “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora.” Hebreos 13:5. Tenemos un ejemplo increíble en el apóstol Pablo, que nos da un testimonio sobre estos asuntos: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Filipenses 4 10-13. Como cristianos temerosos de Dios, nuestra meta debe ser tenr el mismo testimonio en nuestras vidas. Que, dejando las preocupaciones, sigamos contentos con lo que tenemos creyendo que Dios cuidará a todos los que confían en Él. Aprender, como lo hizo Pablo, a estar satisfechos con nuestra situación financiera en la vida será de gran beneficio para nosotros y para los que están a nuestro alrededor. Esto significa ser administradores de lo que Dios nos ha confiado en justicia y no en propósitos egoístas.
"Mejor es lo poco con justicia que la muchedumbre de frutos sin derecho." Proverbios 16:8.
Esforzarse por ganar dinero no está mal, y no hay más virtud en ser pobre que en ser rico, pero si son los deseos de la carne, los cuales nos obligan a querer ganar más y más y a buscar más, nos traen intranquilidad y pecado que nos separa de la voluntad de Dios, entonces, por supuesto, es momento de juzgarnos a nosotros mismos y limpiarnos de toda la injusticia.
Buscad primeramente el reino de Dios
No es justicia ni tampoco piedad "solo olvidarme de mis finanzas" para "tener más tiempo para las cosas espirituales.” Está escrito que "Dios no es Dios de confusión, sino de paz [y orden] 1 Corintios 14:33. Ser fiel y justo en el dinero significa tomarse el tiempo y el esfuerzo para tener las cosas en orden. Si aprendemos a tomar las cosas así como dice Jesús en Mateo 6:33, todo se vuelve claro y sencillo. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia…” Esto nos libera de estar preocupados por nuestras necesidades terrenales cuando creemos que: “todas estas cosas os serán añadidas”.
“Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre.” Isaías 32:17.
Como toda justicia, ser justo en asuntos financieros tiene grandes promesas. "Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.” Hebreos 1:9. Ser diligentemente fieles y justos con nuestras finanzas hace que el óleo de alegría venga sobre nuestras vidas también. ¡Imagina la paz y el reposo que viene cuando nos liberamos de todo el estrés que causa la injusticia, el amor al dinero y la codicia! A medida que practicamos la justicia, aprendemos más y más de ella y se convierte en una parte de nuestra naturaleza. Aprendemos a amarla y el efecto que produce en nuestra vida es paz y bendición.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.