HAY esperanza para mí
Carol Pembleton, ahora de 70 años de edad, habla sobre su lucha, y la salida de escape, de la recurrente depresión.
«No tenía esperanza para mí misma; apenas podía pasar el día y realizar mis deberes como madre de cuatro hijos pequeños. Fui abrumada por serios pensamientos de desesperanza y desesperación – era como que una pesada manta me había cubierto.»
Carol Pembleton, ahora de 70 años de edad, habla sobre su lucha, y la salida de escape, de la recurrente depresión. Experimentó muchas situaciones difíciles a lo largo de su vida, incluso algunas que parecían imposibles de cambiar o resolver. Cuando mira hacia atrás, ve el impacto que estas situaciones tuvieron sobre su mente y cuerpo.
«Me sentía inútil y sin esperanza. Pensaba: ¿Por qué intentarlo? Todo se veía muy oscuro; sabía que necesitaba ayuda.»
Ella sabía que el cuerpo es un templo para Dios, y anhelaba cuidar del cuerpo que Dios le había dado.
En un momento, en que la vida era muy estresante y sabía que necesitaba ayuda, Carol buscó a un médico. Ella sabía que el cuerpo es un templo para Dios (1 Corintios 6, 19-20), y anhelaba cuidar del cuerpo que Dios le había dado. Tuvo toda la disposición de recibir ayuda, independiente de cómo llegara. El médico le recetó medicamentos que esperaban le ayudaría, pero por causa de unos terribles efectos secundarios, no pudieron continuar con la receta.
Su estado emocional variaba de arriba hacia abajo, dependiendo de la gravedad de sus circunstancias. Y así fue durante muchos años.
Cerca de los 60 años de edad, Dios guió a Carol a dos cristianos quienes mostraron su interés y preocupación.
«Cuando la desesperación y desesperanza me estaban abrumando más que nunca, les conté acerca de mi necesidad, y la depresión desapareció enseguida. ¡Sentí que un peso se había levantado de mi cuerpo, me sentí libre! Me dieron diferentes versículos a los cuales aferrarme. Tenían esperanza para mí, aunque yo misma no tenía ninguna esperanza para mí.»
Joel 3, 15 fue una constante ayuda para ella: «… ¡diga el débil: Fuerte soy!»
El hecho que estos cristianos tuvieran esperanza para ella le dio seguridad. «Cuando la depresión regresaba, acostumbraba visitarlos, y ellos compartían versículos de la Biblia conmigo. Orábamos juntos, y aquella pesada sensación se levantaba nuevamente sin mucho trabajo de mi lado.» Carol estaba sorprendida de ver cómo esto le permitía completar sus deberes cotidianos y su trabajo como enfermera.
A través de la ayuda que recibió de estos amigos, se dio cuenta que también tenía que luchar por sí misma. Carol admite que el amor y esperanza que esta pareja tenía hacía ella le permitió tener fe que era posible salir de la depresión por completo, y así nunca más ser atormentada por esto el resto de la vida.
«Recibí esperanza por mí misma leyendo la Biblia y teniendo fe en la palabra.»
«… llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.» (2 Corintios 10, 5). Carol comenzó a entender que necesitaba resistir los pensamientos de desesperanza que surgían de su depresión. ¡Podía empezar una lucha! Carol tuvo fe en la palabra de Dios y en que Dios le daría la fuerza, ¡a pesar de que ella no se sentía fuerte! comenzó a «llevar cautivos» los pensamientos – resistir conscientemente – los pensamientos de desesperación.
Carol sonríe cálidamente mientras expresa cuán diferente es su vida en la actualidad. «No hay ninguna comparación entre mi vida hoy en día, y cómo fue antes. Mis emociones pueden ir hacia arriba o abajo dependiendo de la situación, pero ya no me controlan más.» Ahora edifica sobre un fundamento sólido – ha elegido aferrarse a la Palabra de Dios como su línea de vida.
No hay ninguna comparación entre mi vida hoy en día, y cómo fue antes.
Ella se compara con la historia de la suegra de Pedro (Mateo 8, 14-15), que fue sanada después de que Jesús la tocó y entonces se levantó y comenzó a servir. Carol dice: «Esta es la razón por lo que somos sanados – para levantarnos y servir de la misma forma que nosotros mismo hemos sido servidos.»
Carol es un reluciente ejemplo de alguien que negó dejarse ahogar en la desesperanza de la depresión, sino que se acercó a Dios y encontró un camino de salida de esta oscuridad. Recibió ayuda para su vida, y ama compartir ésta ayuda disponible con los demás. Ella lo explica de esta manera: «Del mismo modo que es absurdo no aceptar un chaleco salvavidas que alguien te arroja mientras te ahogas, también es absurdo no aprovechar la ayuda que podemos recibir de la Biblia. Sin embargo debo reconocer que necesito ayuda.» ¡Ella no sólo atrapó el chaleco salvavidas, sino que también aprendió a nadar!
«Estoy muy agradecida por la ayuda de Dios en mi vida y la estabilidad que me ha traído. HAY esperanza para mí.»
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.