Gedeón: De débil a héroe
¿Cómo te hubiera gustado liderar a 300 hombres contra todo un ejército?
«Jehová está contigo, ¡varón esforzado y valiente! ¡Salvarás a Israel de la mano de los madianitas!»
Estas palabras, habladas a Gedeón por un ángel enviado por Dios, fueron claramente con el pensamiento de ser alentadoras – pero al parecer el primer pensamiento de Gedeón fue: «¿Por qué yo? ¿No hay otros más fuertes o más valientes que puedan hacerlo?»
Los mandamientos de Dios no siempre nos parecen razonables. Como seres humanos somos cortos de vista y débiles. Caemos una y otra vez cuando confiamos en nuestra propia fuerza en lugar de esforzarnos para encontrar y hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas. Gedeón llegaría a experimentarlo él mismo en su vida.
Un pueblo oprimido
Debido a que el pueblo de Israel se había apartado de Dios, Él permitió a los madianitas aterrorizar a Israel por siete años, y destruir los frutos de su tierra y ganado. En Jueces 7,12 está escrito que los madianitas estaban «tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud.»
Israel clamó a Dios en su necesidad. Dios intervino por su gracia y decidió que Gedeón llevaría a los pobres, oprimidos y temerosos israelitas a la victoria.
Cuando escuchó esto, Gedeón tuvo que haber pensado «¿No sabes lo débil y temeroso que soy?» Por supuesto que Dios lo sabía, pero de todos modos escogió a Gedeón. Dios conoce nuestra personalidad y nuestras debilidades, nuestra tendencia al pecado. Pero no nos ha elegido por error. Los que se ven a sí mismos como el más grande, el más fuerte, el más sabio, difícilmente escucharán la voz de Dios por encima de sus pensamientos altos y opiniones propias. Los que son humildes, con un corazón abierto y receptivo, por el contrario tendrán la capacidad para convertirse en hombres de Dios, listos para hacer su voluntad.
El líder incierto
Gedeón tomó el rol contra su voluntad. Le pidió repetidas señales a Dios. Primero, el ángel consumió en fuego la comida que Gedeón había traído de ofrenda. Después, Gedeón dejo un vellón de lana en la era dos noches seguidas. Primero pidió que la lana estuviera húmeda quedando toda la tierra seca, y luego que el vellón quedara seco y el roció sobre la tierra.
Dios se negó a dejar de creer en Gedeón, incluso cuando el mismo Gedeón había dejado de creer en sí mismo.
¿Dios se desanimó con todas estas peticiones constantes? ¿Comenzó a reconsiderar su elección? ¡No! Todas estas señales y milagros sucedieron, ¡y le dieron a Gedeón la fuerza y fe que necesitaba! Dios se negó a dejar de creer en Gedeón, incluso cuando el mismo Gedeón había dejado de creer en sí mismo.
Un avance rápido en poco tiempo: Gedeón se ha armado recién con el Espíritu del Señor, y está a la cabeza de un ejército israelita de 32.000 guerreros. ¡Es realmente un ejército poderoso! Entonces vino un nuevo mandamiento de Dios: ¡Todo el que tema devuélvase a casa! Dios sabía que Israel se atribuiría el mérito de la victoria, y celebraría su propia fuerza en lugar de darle la gloria que le corresponde a Dios como jefe del ejército.
¿Crees que a Gedeón no le hubiera encantado escapar en ese momento? ¿Ser uno de los que teme, y no tener que ir a la guerra y arriesgarse a morir? ¿Te imaginas cómo Gedeón debió haber sentido, cuando transmitió este nuevo mandamiento a sus 32.000 soldados? ¿Qué tipo de líder es este, que voluntariamente les dice a sus soldados que escapen justo antes de la batalla?
«¡Aún es mucho el pueblo!»
Esa noche se fueron 22.000 soldados de Gedeón. Debió haber sido un golpe duro para Gedeón. Como un líder de 32.000 hombres hubiera creído que era posible. ¡Con sólo 10.000 hombres era casi imposible!
Entonces Dios habló nuevamente: «¡Aún es mucho el pueblo!»
Una cosa es escuchar lo que Dios quiere que hagamos… ¡pero otra es realmente hacerlo, puede sentirse como una lucha totalmente nueva!
¿Aún muchos? ¡Este nuevo mandamiento iba contra todo razonamiento humano! Y es exactamente como Dios lo quería.
En obediencia a la guía de Dios, Gedeón llevó el ejército al río a beber. Sólo los que lamieron el agua con sus lenguas, como lame el perro, se les permitió quedarse, mientras los demás fueron enviados a su lugar. ¡Cuando el polvo se asentó, Gedeón se había quedado con sólo 300 hombres!
300 hombres contra todo un ejército
Imagínate el temor de Gedeón cuando Dios dijo, «Levántate, y desciende al campamento [de los madianitas]; porque yo lo he entregado en tus manos. » Una cosa es escuchar lo que Dios quiere que hagamos… ¡pero otra es realmente hacerlo, puede sentirse como una lucha totalmente nueva!
Nuevamente Dios alentó a Gedeón a seguir. Le dio instrucciones de espiar el campamento, y aquí Gedeón escuchó que los soldados madianitas también tenían miedo. Uno hablaba de un sueño donde veía que un pan de cebada rodaba hasta el campamento de Madián y la golpeaba y la tienda caía. «¡Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel!» exclamó el soldado madianita. «Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.»
La fe de Gedeón se renovó al escuchar esto. Con sus 300 hombres, armados nada más que con trompetas y antorchas ardiendo dentro de cántaros, los israelitas se arrastraron hasta el extremo del campamento medianita. Cuando se dio la señal, los israelitas rompieron los cántaros, revelando las antorchas, y soplando sus trompetas, gritando «¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!»
Los medianitas fueron sorprendidos, y pensaron que habían sido emboscados por un gran ejército. Entraron en pánico, poniendo la espada de cada uno contra su compañero hasta finalmente huir en la noche. Su gran poder había sido vencido por sólo 300 hombres, liderados por Gedeón, un hombre de Dios.
Escucha su voz
Escucha la voz de Dios que te guía en tu vida. Día tras día podemos sentir que enfrentamos paredes y obstáculos insuperables; momentos en que vemos a nuestro enemigo – el pecado que está profundamente arraigado en nosotros – y somos tentados a sentir miedo que no tenemos ninguna oportunidad de ganar esta batalla. Pero Él sabe quiénes somos, y nos ha escogido antes del principio de los tiempos ¡para surgir como vencedores sobre nuestro pecado que mora en nosotros! ¡Cuando dejamos que Dios tome la responsabilidad de dirigir nuestras decisiones, entonces somos vencedores!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.