¿Estoy lista para escuchar la verdad sobre mí misma?
¿Por qué es tan fácil ver la verdad sobre los demás?
Aprendí una lección valiosa acerca de ver mis propios errores, en lugar de señalar con el dedo a todos los demás a mí alrededor.
«No sé qué voy a hacer con Alex, siempre se entromete en los asuntos de los demás», le digo a mi amiga Sarah. «¿Crees que se da cuenta que no debería estar haciendo eso? Porque es obvio.»
Sarah me mira profundamente y pregunta, «¿No estás haciendo exactamente lo mismo ahora, con el sólo hecho de decir esto sobre ella?»
¿Estoy haciendo lo mismo?
Su respuesta me hace parar. Mi primera reacción es defenderme. ¡No estoy entrometiéndome en sus asuntos! ¿O sí? Solamente estoy preocupada por Alex, porque no se da cuenta que lo que está haciendo está mal. ¿Verdad? Pero ahora, de un momento a otro, no estoy tan segura.
«No juzguéis, para que no seáis juzgados.» Mateo 7,1. Es tan fácil ver que Alex no debe entrometerse en los asuntos de los demás. Sin embargo, después de lo que me dijo Sarah, de pronto me doy cuenta que quizás estoy usando otros métodos, pero con la misma motivación de fondo. Me doy cuenta que también está muy cercano a mí reaccionar y comportarme de acuerdo a mi naturaleza humana. ¿Si ni siquiera veo esto en mí misma, no es lógico suponer que Alex tampoco lo ve?
Por lo tanto, ¿debo realmente hacer algo al respecto, reprenderla, darle a entender que lo que está haciendo no está bien? O bien, ¿Debo al contrario examinarme a mí misma y ver cuáles son mis intenciones? Tengo que mirarme interiormente y ver si lo que digo en realidad es sólo porque estoy molesta. Porque no me agrada el efecto que produce sobre mí. Porque creo que soy mejor. Porque creo que su comportamiento es irritante. Cualquier razón que no venga por el amor, no es una buena razón.
«¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.» Mateo 7,4-5.
Juzgarme a mí misma
Si realmente amo a alguien y estoy preocupada porque su comportamiento está siendo perjudicial tanto para ellos mismos como los demás, entonces puedo decir algo con amor y consideración. Tales palabras y exhortaciones a menudo suelen tener un buen efecto. ¿Por qué iba a pensar que palabras dichas con irritación u orgullo o bien cualquier otra razón egoísta podrían tener un buen efecto? En cada situación en particular debo encontrar mi propio pecado, y entonces tirarlo en el fuego de la purificación. (Hebreos 12,29) Entonces lo que saldrá del fuego será verdadero y divino, como oro refinado. (Zacarías 13,9)
Por lo tanto, es una cuestión de cambiar mi perspectiva de los demás a una de mí misma. Permitir que la luz de Dios brille en mi vida y ver el pecado que me señala. Amar la verdad sobre mí misma y reconocer que, sí, así es como soy; Dios ayúdeme a ser libre de esto. Que allí donde veo orgullo, puedo tomar una batalla contra esto, y ser humilde. Que allí donde era amarga pueda ser buena y amable, y que allí donde juzgaba pueda ser paciente y llena de amor.
Por lo tanto, puedo dejar de preocuparme de lo que Alex está haciendo. Voy a enfocarme en Jesús; Voy a comparar mi vida con la de Jesús de modo que pueda ver el trabajo que aún queda por hacer en mi propia vida. Voy a ser humilde y reconocer lo que estoy viendo y voy a dejar que Dios trabaje conmigo, de modo que pueda ser hecha conforme a la imagen de su Hijo. (Romanos 8,29) Soy un trabajo en desarrollo, pero es un trabajo que voy a continuar el resto de mi vida.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.