El tráfico de personas: El valor de una vida humana
¿Cómo puede considerar una persona una vida humana menos valiosa que la propia?
Cuando vemos las noticias del mundo, pareciera que la perversidad humana y la falta de respeto por el prójimo no tienen fin.
Acabo de leer un artículo en las noticias de la BBC sobre el tráfico de personas en Tailandia. Decir que es repugnante es poco. Es desgarrador leer sobre las condiciones a las que los seres humanos han sido forzados por personas que no entienden el valor de la vida. Estas personas malas no tienen idea que cada uno de nosotros tiene el mismo valor ante los ojos de Dios que el prójimo. Que Dios no tiene un sistema con clases. Que los pobres que duermen en las alcantarillas son igual de valiosos para Él que la realeza que duerme en los colchones más confortables que se pueden comprar.
Vi fotos de personas en la necesidad aguda, gente que duerme en el suelo en la selva donde se encuentran cautivas, personas encerradas en celdas diminutas y sucias. Personas enterradas en tumbas sin nombre, muertas en el cautiverio. Todas estas personas han dejado de tener poder sobre su propia vida. Se encuentran a merced de quienes ejercen un tipo de enfermedad, un tipo de poder auto-prescrito sobre ellos. Y las personas de las cuales deberían haber recibido ayuda, son igual de corruptas. La policía y los funcionarios del gobierno. Muchos de ellos están involucrados en uno u otro nivel. Estas personas están sin esperanza, y sin ayuda.
Cada uno de nosotros tiene el mismo valor ante los ojos de Dios que el prójimo. Dios no tiene un sistema con clases.
Los cabellos de nuestra cabeza
Recuerdo algo que escuché recientemente. «El mundo no tiene a nadie sólo de relleno.» Billones de personas, y Dios tiene un amor personal y cuidado por cada uno. Quiere que prosperemos. (Jeremías 29,11) Cada cristiano puede decirte que los cabellos de cada cabeza están contado, todos. (Mateo 10,30) Los cabellos de mi cabeza no son monitoreados más de cerca que los de la cabeza de un trabajador inmigrante arrebatado al cautiverio.
Yo misma he nacido en un mundo donde me siento segura y amada. No sé por qué, y algunas veces me siento culpable cuando veo el sufrimiento que los demás deben soportar. Pero hay algo que sí sé con certeza, y es que Dios es amor. (1 Juan 4,8) Y Dios es justo. (Génesis 18,25) No puedo dudar de esto más de lo que puedo dudar de mi propia existencia.
El pecado es el que causa sufrimiento
Pero la pregunta sigue: ¿Por qué Dios permite que haya miseria y sufrimiento en todo el mundo? Cuando veo cosas como esta situación en Tailandia, sé que no es Dios – es el pecado. Personas impulsadas por el ansia de poder y dinero. Personas que tratan a otras como animales. Dios no quiere controlar a nadie; cada una de nuestras acciones es según nuestra propia voluntad libre. La gente da riendas sueltas a sus propias pasiones y deseos, y esto significa muy a menudo que son los inocentes los que sufren. Son guiados por Satanás, y hacen dolorosamente evidente lo indescriptiblemente malo y destructivo que es el pecado.
Estoy segura que Dios está más consternado que cualquiera de nosotros cuando ve lo que sucede en este mundo. Estoy segura que le gustaría estirar su mano y poner orden. Y sabemos que no permitirá que esta condición continúe para siempre.
Él nos ha dado su palabra y a su propio Hijo Jesús, para mostrarnos el camino para vivir sin pecar. A través de Él el pecado será completamente derrotado, y en el juicio final será probado totalmente que Satanás se equivocó por completo. De modo que nadie intente levantarse nuevamente contra Dios de la misma forma que lo hizo Satanás. Su campaña para que la gente siga su propia voluntad en lugar de hacer la voluntad de Dios, será refutada de una vez para siempre.
Y entonces Dios destruirá esta vieja tierra y creará una totalmente nueva, completamente libre de pecado. Sin toda esta miseria que los que son controlados por el pecado han traído a esta tierra. Ya casi no puedo esperar que llegue ese momento. Porque en un mundo sin pecado nadie ni siquiera pensará oprimir a otra alma, y nadie recordará ni siquiera la miseria y los sufrimientos.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.