El simple secreto que para el estrés
Hay veces que sentimos que hay presión de todos lados.
Hoy día ser joven puede ser como vivir en una olla a presión. Expectativas, estrés y exigencias vienen de todas las direcciones.
El futuro se eleva frente a mí, como una nube siniestra en el horizonte. Las decisiones y logros alcanzados en la secundaria pueden afectar el resto de mi vida.
Además de esto, me pregunto cómo apartarme del resto de la multitud. ¿Cómo consigo ser tomado en cuenta?
Las expectativas de la sociedad – real o imaginaria – nos obligan a poner mucha presión sobre nosotros mismos.
Las expectativas contra la realidad
Personalmente jamás me he conformado con ser «mediocre». El perfeccionista en mí quería ser el mejor en todo lo que hacía, y fue difícil aceptar que había algunas cosas en las que no era tan bueno. Esto condujo a la desilusión, amargura y envidia cuando me comparaba con los demás.
¡Con el tiempo me di cuenta que mis propias altas expectativas me hacían un esclavo! Era muy desconformista con lo que había recibido; nunca era suficiente. Era como subir una escalera sin fin, y lo único que realmente lograba era estar cansado y estresado.
«Porque somos hechura suya…»
Finalmente me di cuenta que en medio de todo este esfuerzo para agradar a mis amigos, familia, y en última instancia a mí mismo, me faltaba lo único importante. Que sólo hay uno del cual debo estar preocupado agradar. El que me ha creado – mi Señor y Maestro.
«Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.» Efesios 2,10.
Dios me creó según su perfecta voluntad. Esto no fue un evento al azar, sino algo que Él pensó y planeó cuidadosamente. Él me escogió antes de la fundación del mundo, y me dio esta única personalidad, talentos y habilidades que en su sabiduría y gracia sabía que serían lo mejor
Él me escogió antes de la fundación del mundo, y me dio esta única personalidad, talentos y habilidades que en su sabiduría y gracia sabía que serían lo mejor.
Cuando soy libre de mis propios complejos – de inferioridad, superioridad, etc. – aprendo a utilizar los dones y habilidades que Dios me ha dado para servirle de la manera que Él planeó para mí. De esta forma mis ojos están abiertos para aprovechar las oportunidades que he recibido, y vivir ante el rostro de Dios. De este modo puedo vivir de una forma agradable a Él, y ser libre de este esfuerzo de ser la persona «perfecta» por los motivos equivocados.
Utilizar lo que Dios me ha dado
Cuando soy totalmente fiel con lo que Dios me ha dado, puedo confiar en que Él tiene un plan perfecto para mí, y no hay ninguna razón para estar descontento o ansioso por mi futuro. ¡Él tiene cuidado de mí! No puedo ser «el mejor del mundo» o perfecto en todo, pero cuando llevo a cabo cada tarea con todo mi corazón como para el Señor y no para los hombres (Colosenses 3,23), con la actitud correcta y en el espíritu correcto, entonces es bendecida. Entonces aprenderé como hacerlo cada vez mejor.
¡Así que ahora, a pesar que mi naturaleza perfeccionista todavía está presente, ya no siento como que vivo en una «olla a presión»! No puedo permitir que la competitividad y el esfuerzo opaquen y restrinjan los dones que Dios me ha dado, porque ahí me encontraría fuera de su voluntad. ¡Pero con simpleza y fidelidad puedo hacer lo que Él me ha dado para hacer, y estar en reposo por dentro!
Yo puedo ser como barro en manos del alfarero – Dios puede utilizarme, y puedo ser moldeado en la persona que Él ha pensado que sea.
¡Cuando vivo de esta forma no hay ninguna «presión»! Puedo mirar al futuro con esperanza y confianza.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.