La oración del Señor: una oración para los creyentes

La oración del Señor: una oración para los creyentes

“Padre nuestro que estás en los cielos…” ¿Qué nos enseña Jesús con esta oración que enseñó a Sus discípulos?

“Vosotros, pues, oraréis así:  
Padre nuestro que estás en los cielos,  
santificado sea tu nombre. 
Venga tu reino.  
Hágase tu voluntad,  
como en el cielo, así también en la tierra. 
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 
Y perdónanos nuestras deudas,  
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 
Y no nos metas en tentación,  
mas líbranos del mal;  
porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”
Mateo 6:9-13. (Lucas 11:2-4). 

Esta oración, comúnmente conocida como “el Padre nuestro” o “La Oración del Señor”, es probablemente una de las oraciones más conocidas entre los cristianos y mucha gente la recita todos los días. Pero veamos un poco más de cerca lo que Jesús quiere enseñarnos. Esta oración fue enseñada por Jesús después de que Sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar. (Lucas 11:1).  

Padre nuestro que estás en los cielos 

Él no dice: “Padre mío”, sino “Padre nuestro.” Jesús nos introduce y nos da la bienvenida a la familia celestial. Podemos leer de eso en otro lugar también; “id, dad las nuevas a mis hermanos” dijo Jesús luego de ser resucitado. El término “mis hermanos” se usa dentro de una familia. El autor de la carta de los Hebreos menciona uno de los Salmos: “Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.” Hebreos 2:12. Pablo explica que en Jesús tenemos entrada al Padre – nuestro Padre. ¡Qué gran oportunidad! ¡Piensa qué increíble hermano mayor tenemos!

Santificado sea tu nombre 

No nuestro nombre, sino el de Dios. Qué insensato es usar el nombre de Dios profanamente; maldecir, por ejemplo, cuando las cosas no salen como nosotros queremos. Tu nombre, Tu reino; se trata de que Dios sea glorificado, no nosotros. La felicidad no se encuentra en nosotros mismos, sino fuera de nosotros, en nuestro Padre, en el que nos creó, en el que creo la tierra; se encuentra en el Creador mismo, y Él también quiere crear algo nuevo en nosotros y darnos una vida y una perspectiva completamente diferente y nueva. 

Venga tu reino 

En esta parte podemos ver que le preocupaba a Jesús y lo que quiere enseñarnos. Por naturaleza, estamos tan ocupados en nuestros propios asuntos que tendemos orar más con una melodía de: “venga mi reino.” ¿Pero que hay de estar preocupado por “Tu reino”– el reino de Dios, el reino venidero del que habla la Biblia? Como creyentes, todos estamos de acuerdo en que Dios ofrece algo mucho mejor de lo que nosotros podemos lograr como seres humanos aquí en la tierra. Es por eso que Jesús nos exhorta a buscar primeramente el reino de Dios en el Sermón del monte. Dios, nuestro Padre, proveerá todo lo que naturalmente buscamos, como comida, bebida, refugio, etc. (Mateo 6:25-34).

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra 

Jesús continua de la misma manera: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Todo en esta oración es sobre la causa de Dios, y no sobre ti, tu “yo” y lo “mío.” Somos representantes de Dios aquí en la tierra, preparándonos para el reino venidero – Su reino. Por lo tanto, debemos aprender a conocer Su voluntad para poder decir, así como Jesús – nuestro precursor: “no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42; Hebreos 10:7-9). ¡Solo piensa en que nuestro cuerpo puede convertirse en un templo para el Espíritu Santo, así como Pablo escribe en 1 Corintios 6:19, y podemos aprender a entender Su voluntad! Entonces la vida se vuelve completamente diferente. Pablo explica a los de Atenas que Dios ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación, para que busquen y encuentren a Dios, aun cuando el ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. (Hechos 17:26-27).

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy  

En esta parte podemos pensar fácilmente de el pan natural – el de esta tierra, pero si buscamos primeramente el reino de Dios, entonces Dios nos da todo lo que necesitamos. (Mateo 6:25-34). Echemos un vistazo más de cerca de cómo nuestro precursor tomó este asunto. Él dice que Su comida era hacer la voluntad de Dios (Juan 4:34) y que Él mismo es el pan de vida. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” Esto es lo que necesitamos como alimento para nuestro crecimiento espiritual. (Juan 6:27-38). 

Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores 

Aquí llegamos a nosotros mismos. Hemos pecado y somos pecadores por naturaleza. Esto es así desde la caída de Adán y Eva. Sin embargo, Jesús es nuestra propiciación para poder pedir perdón y recibirlo, pero no debemos exigir nada a nuestros deudores. Ahora hemos aprendido de Jesús y podemos hacer exactamente lo que Él hace: ¡perdonar a nuestros semejantes setenta veces siete cada día! (Mateo 18:21-22).  

No nos metas en tentación 

Aquí le pedimos a nuestro Padre que nos guarde para que no nos enredemos en situaciones que no son deseables o buenas para nosotros. Esta es una buena oración para ser guardados en amor, y como Pablo escribe en Efesios 2:10, para que andemos en las obras (en la voluntad de Dios) las cuales Él preparó de antemano para nosotros.

Mas líbranos del mal 

Hay mucha maldad en este mundo. Todo el mundo yace en el mal, pero nosotros podemos ser guardados y santificar el nombre de Dios aquí en este mundo. No obstante, necesitamos la ayuda de nuestro Padre que está en el cielo.  

Entendemos que necesitamos estar llenos del poder Espíritu Santo para lograr esto. No podemos hacerlo nosotros mismos, pero podemos pedir ayuda. Dios da Su Espíritu a los que le obedecen (Hechos 5:32) y reparte el Espíritu según Su voluntad (Hebreos 2:4). Recibiremos poder cuando el Espíritu Santo venga sobre nosotros (Hechos 1:8). Pero debemos orar para recibirlo y entonces Dios lo enviará con gusto como la ayuda que necesitamos en nuestro andar aquí abajo. (Sigue leyendo Lucas 11 desde el versículo 5 en adelante).  

Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 

Así pues, sabemos dónde encontrar el reino de Dios – el reino que no es de esta tierra. Todo el poder y la gloria están con Dios, nuestro Padre, por lo tanto, busquémoslo con todo nuestro corazón y con toda nuestra fuerza y con todo nuestro anhelo, solo así lo encontraremos. Porque escrito está: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Mateo 7:7.  

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.