El inmenso valor de ser hermanos de Jesús

El inmenso valor de ser hermanos de Jesús

La mayoría de la gente conoce a Jesús como un sacrificio de expiación – como un Salvador. Pero, ¿sabías que para Jesús lo más importante era tener hermanos que fueran como Él?

¿En realidad he visto el valor inmenso de poder participar de la vida de Jesús y de Sus padecimientos, de forma que también pueda ser digno de ser uno de sus hermanos, un coheredero que hereda todo junto con Él? 

Para Jesús lo más importante era tener hermanos. Por eso dejó voluntariamente su posición en el cielo y bajó a la tierra. Antes de eso, Jesús había sido el único que era como Dios. Era heredero único, sin embargo, Él quería tener hermanos; quería que otros también tomaran parte de la naturaleza divina y que heredaran junto con Él. Esta es la razón por la que renunció voluntariamente el ser como Dios y fue hecho hombre. 

“…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2: 6-8. 

Siendo hombre como tú y yo en la tierra, Jesús consumó esta salvación gloriosa, venciendo todo el pecado en Su carne. Él llevó todo el pecado de la naturaleza humana a la muerte, para que así toda la plenitud de la Deidad habitará corporalmente en Él. (Colosenses 2: 9) Todas las cosas fueron puestas bajo Sus pies cuando aplastó la cabeza de la serpiente en los días de Su carne. (Hebreos 2: 14-15) Así fue como Jesús abrió un camino nuevo y vivo, de los hombres a Dios. En este camino podemos participar de la naturaleza divina. (2 Pedro 1: 2-4) Coheredarás con Cristo conforme a la medida que hayas participado de la naturaleza divina, de las virtudes. Jesús es el primogénito, y todos los que participamos de esta salvación le seguimos. (Romanos 8:29) 

Jesús fue el que culminó la obra, dándonos la posibilidad de ser sus verdaderos hermanos. Él consideró esto como algo muy grande, ya que al resucitar de los muertos dijo: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” Juan 20: 17. 

Podemos leer lo entusiasmado que estaba de recibir hermanos. “Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.” Hebreos 2: 12. También podemos leer las promesas gloriosas que da a sus hermanos: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” Apocalipsis 3: 21. 

Una promesa mucho más grande y preciosa 

En Hebreos 11 vemos como los santos antiguos eran capaces de alcanzar lo imposible por medio de la fe. Ellos son ejemplos para nosotros en fidelidad, a pesar de que no recibieron la perfección, de la cual profetizaron los profetas que iba a venir con el Hijo. Sin embargo, la saludaron y confesaron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (Hebreos 11: 13)

Tuvieron que sufrir por su fe sin alcanzar lo prometido, porque Dios había “proveído alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.” Hebreos 11: 39-40. ¿Has pensado en el hecho que Dios ha proveído para ti algo mejor que para los antiguos héroes de la fe?

El Antiguo Testamento pudo ser desechado porque no llevó a nadie a la perfección. Por el Antiguo Pacto se pudo obtener perdón de los pecados, pero no se podía llegar a esta perfección – a la esperanza de ser transformado en la imagen del Hijo y participar de la naturaleza de Jesús, siguiéndole a Él en la obediencia de la fe. La posibilidad de crecer espiritualmente vino solamente por la gracia en Cristo Jesús. 

Los profetas habían hablado acerca de esta perfección que trajo Jesús, aunque sabían que no administraban las cosas para sí mismos, sino para nosotros. (1 Pedro 1: 10-12), no obstante, padecieron sin recibir la salvación. Por tanto, nosotros, teniendo en derredor de nosotros testigos tan fieles que sufrieron por un llamado menor, ¿cuánto más fieles deberíamos ser en nuestros padecimientos para alcanzar un llamado tanto más grande que el de ellos? 

“… por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” 2 Pedro 1: 4. 

Millones de personas creen en el perdón de los de pecados que salen del cuerpo, pero no creen en victoria sobre el pecado en el cuerpo. No creen que siempre pueden ser guiados por el Espíritu mientras estén en este mundo, sino solamente de vez en cuando. El resultado es que la gente está resignada al perdón de los pecados, el cual ya tenían antes de la venida de Jesús por medio de la ley y los sacrificios de animales. Con otras palabras, no tienen ninguna oportunidad de ser hermanos de Jesús y de heredar junto con Jesús, participando de Su naturaleza, por solamente el perdón. Pero para eso es justamente esta “mejor esperanza”, la cual podemos alcanzar ahora. (Hebreos 7: 18-19). 

Coherederos con Cristo 

Nos hacemos hijos de Dios si somos guiados por el Espíritu de Dios. (Romanos 8:14) Y si somos hijos, también somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo. No diferentes, sino iguales a Jesús. “… si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Romanos 8: 17. Por eso no se avergüenza de llamarnos hermanos. (Hebreos 2:11). 

De entre sus nombres, Jesús también es llamado el Príncipe de Paz. Un día atará a Satanás por 1000 años. Es allí cuando comenzará el Milenio, y Jesús reinará aquí con Su esposa, la cual también se llama “sus hermanos.” Ellos recibieron este nombre por llevar a la muerte la carne con sus deseos y concupiscencias. (Apocalipsis 19: 7; Apocalipsis 20) 

Ahora la pregunta es: ¿estimamos el hecho que somos hermanos de Jesús tanto como lo hace Él, de forma que estimamos todo como basura para ganar a Cristo? Juan nos da una exhortación muy necesaria: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.” 1 Juan 3: 1. 

Esto no es un tipo de fantasía, algo como un sobrenombre o algo que simplemente se nos atribuye, al contrario, pues leemos que: “Al que venciere … así como yo he vencido.” Fuimos llamados a ser sus hermanos en verdad. “Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.” 1 Juan 3: 1. Esto lo tenemos como prueba, y podemos regocijarnos. ¡Oh como necesitamos realmente necesitamos tanto esa exhortación!: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre.” 

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” 1 Juan 3: 3. 

Adaptación del libro “Una Salvación tan Grande”, escrito por Sigurd Bratlie. Publicado por primera vez en noruego en enero de 1982 por “Skjulte Skatters Forlag.”
© Copyright Stiftelsen Skjulte Skatters Forlag

Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.