¿El hogar, un refugio seguro?
Mientras espera a los niños que lleguen del colegio, una madre reflexiona sobre su rol y piensa cómo puede influir en la atmósfera de su hogar.
Son las dos de la tarde. En casa todo está quieto y en calma. Estoy sentada en la mesa de la cocina y disfruto mis últimos minutos de silencio con una copa de café.
En 20 minutos más los niños retornarán de la escuela y ruidosamente entrarán por la puerta principal. La casa se llenará de ruido y actividad una vez más.
Y sé lo que me espera: Algunos de los niños querrá contarme acerca de su día, y posiblemente todos hablarán al mismo tiempo; otro querrá mostrarme lo que ha hecho en el colegio, otro silenciosamente se colara lejos en la computadora para jugar su juego favorito, probablemente habrán algunas riñas y lágrimas y ¡por supuesto todos ellos tendrán hambre!
Y mientras les preparo un poco de comida, pienso en mi rol de madre. Siento la presión que tengo que satisfacer las necesidades de todos los miembros de mi familia y me doy cuenta que no puedo hacerlo con mi propia fuerza. Necesito la ayuda de Dios, ayuda que encuentro en su Palabra.
¿En qué he utilizado mi tiempo durante el día? ¿He dejado los pensamientos vagar sin rumbo y sentido? ¿He pensado solo en mí y en lo que quiero hacer hoy? ó ¿Quizás he comparado mi familia, mi casa y mi situación con la de otros? ¿O, por el contrario, he reconocido que necesito la ayuda de Dios para ser libre de tales pensamientos egocéntricos y egoístas, de tal manera que aprendo a servir verdaderamente a los demás con alegría y sin reservas? ¿He usado el tiempo para orar por mis hijos, para que puedan resistir a cualquier influencia negativa que tengan en el colegio? ¿Me he fortificado a mí misma en la fe durante el día, para que cuando los niños lleguen del colegio puedan notar que su hogar es un refugio seguro, lleno de bondad, esperanza y amor?
En proverbios 31, 27 está escrito acerca de una mujer virtuosa que ‹‹Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde.››
Veo la enorme tarea que Dios me ha dado, tarea que no debo tomar a la ligera. Si yo como el pan de balde entonces no tendré alimento para darles a mis hijos y a los que me rodean, y esto será perjudicial tanto para ellos como para las generaciones venideras. Sin embargo, si permanezco cerca de Dios y me lleno con su Palabra, entonces Él me dará la fuerza para superar el egoísmo que hay en mí, de tal manera que puedo bendecir a mis hijos. ¡Mi casa puede ser un oasis en medio del desierto!
Así que ahora con seguridad espero hasta las 2:20 de la tarde, porque tengo una esperanza en el corazón y estoy armada con la Palabra de Dios. ¡Por lo tanto, la alegría de la vida y la victoria resuenan en mi casa!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.