El fuego de Pentecostés

El fuego de Pentecostés

Los discípulos fueron bautizados en el Pentecostés con el Espíritu Santo y con fuego. Se necesita fuego para guardar la unión.

El fuego de Pentecostés – el primer amor

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hechos 2: 41-42.

La primera iglesia perseveró unánime cada día en el templo. Se reunieron en un sólo espíritu contra todos los huestes espirituales de maldad. El primer amor ardía en sus corazones. La humanidad había caído en la trampa de Satanás durante décadas, pero ahora él tenía que huir ante el fuego del Pentecostés.

Los animales salvajes se mantienen lejos del fuego

Si te quieres proteger de animales salvajes en la selva tienes que prender un fuego. Los animales salvajes van a estar observando desde una distancia segura, y si la llama crece, dan unos pasos para atrás. Pero si las llamas se apagan gradualmente los animales se acercan, cada vez un poco más, poco a poco, conforme la llama vaya bajando. Los que están en la periferia serán las primeras presas para las bestias. Si el fuego muere por completo, todos serán sus presas. Esto es una metáfora sobre lo que puede suceder en la iglesia del Dios viviente.

En Hechos 6:1 leemos que cuando el número de discípulos se multiplicó, hubo murmuración de los judíos-griegos contra los hebreos. De esto podemos ver como rápidamente el gruñido de los animales salvajes se escuchó entre los que estaban en la periferia de la primera iglesia. Pablo dice en el capítulo 20: 28-29: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.”

Pablo exhorta a los ancianos fuertemente a mirar por todo el rebaño y a cuidarlos de los lobos rapaces. Nada debería escatimarse cuando se trataba de proteger al rebaño de Dios, el cual Jesús ha ganado con su propia sangre. Allí es donde necesitamos amar a Cristo “más que éstos”. Lee Juan 21: 15-17.

El fuego de Pentecostés está siempre ardiendo en los discípulos

Satanás no pudo hacer nada contra el núcleo de discípulos de la primera iglesia; eran invencibles. El fuego de Pentecostés ardía en cada uno ellos hasta el día de su muerte. Aun en nuestros tiempos hay bestias salvajes que rodean la iglesia del Dios viviente, y de vez en cuando puedes escuchar gruñidos y rugidos en la periferia. En nuestros día también hay un núcleo de discípulos en cuyos corazones el fuego de Pentecostés arde fuertemente, y Satanás no tiene ningún poder sobre ellos. Por eso todos deberían darse prisa para llegar al centro, donde el fuego está más caliente.

Si el fuego va a consumir algo, necesita siempre ser algo de nuestra propia vida. El fuego del Pentecostés se apaga en los corazones porque hace falta un autorreconocimiento cada vez más profundo. Sin este autorreconocimiento lo único que le queda a la gente es solamente los recuerdos gloriosos del tiempo cuando fueron bautizados con el Espíritu. Las bestias salvajes, a pesar de que usen el disfraz de ovejas, devastan las asambleas.

El fuego de Pentecostés tiene que seguir ardiendo. Se necesitan reuniones fervientes de oración. Toda la maldad tiene que parar con nosotros. ¡Estemos vigilantes y alerta contra todo tipo de quebrantamiento en la comunión con los santos, porque si no, se acabó con nosotros! Solamente podemos crecer y desarrollarnos en el cuerpo junto con los otros santos, hacia Él que es la cabeza. Solamente en el cuerpo se encuentra la plenitud de Cristo. ¡Seamos el núcleo de discípulos de la primer iglesia, que preferían ser quemados en lugar de pecar!

Extracto de un artículo que fue publicado por primera vez en el periódico de BCC “Skjulte Skatter” (“Tesoros Escondidos”) en enero 1938.
© Copyright Stiftelsen Skjulte Skatters Forlag

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Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.