El Espíritu Santo: un extraordinario poder para liberarte
Cuando Dios envió el Espíritu Santo a la tierra fue con ¡fuego, estruendo y poder! ¿Para qué?
Cuando Dios envió el Espíritu Santo en el Día Pentecostés ocurrió con poder, con gran estruendo y fuego. Dios quería que las personas se dieran cuenta de que el Espíritu Santo había venido a la tierra. Este fue un momento clave, ya que con esto Dios había marcado la etapa de un nuevo tiempo.
¡Jesús venció el pecado, al Hades y a la muerte!
Cuando Dios envió el Espíritu Santo a la tierra fue una declaración de que la obra de Jesús había terminado. Él había venido en carne como un ser humano, pero nunca, ¡ni una sola vez!, se dejó manchar o contaminar por Su carne. Él amo a Su Padre e hizo Su voluntad en todas las cosas hasta llegar a la cruz del Calvario, y en la cruz tuvo que entregarse a sí mismo al Padre en fe. Hubo una gran oscuridad que cayó sobre toda la tierra y esa misma oscuridad cubrió el alma de Jesús. Esa fue la primera vez que el Padre lo había desamparado, y entonces el Hijo mismo tuvo que entregar su espíritu a Dios en una fe viva y así fue como terminó su obra.
En el tercer día Jesucristo resucitó como nuestro Salvador y durante esos tres días estuvo abajo en Hades (el reino de la muerte) y habló con aquellos a quienes estaban cautivos, aquellos a quienes no escucharon u oyeron la advertencia de arrepentimiento que Noé había dado, Jesús les dio esperanza y proclamó que había tomado las llaves de la muerte y del Hades. (1 Pedro 3:18-20; Hebreos 2:14-15; Apocalipsis 1:18) Como evidencia de esto Él les dijo a los que estaban presentes “¡Permanezcan ahí, mientras abro las puertas del Hades, el reino de la muerte!” Entonces abrió las puertas y algunos de ellos lo siguieron arriba, ahí había profetas y otros que habían vivido anteriormente cientos de años y aparecieron en las calles de Jerusalén. (Mateo 27:51-53) Fue en una poderosa manifestación la obra que Jesús había terminado.
El Espíritu Santo: El poder que nos hará libres
En el Día Pentecostés, Él envió el Espíritu de regreso a la tierra. Envío el Espíritu Santo, que llegó con fuerte estruendo y poderoso viento. Esta fue la manifestación de que un nuevo tiempo había comenzado. Allí comenzó nuestro tiempo, el tiempo de Jesús; el tiempo donde podemos ser conforme a su imagen, pero esto solo se lleva a cabo con la ayuda del ayudador, el Espíritu Santo. Él ilumina a nuestro hombre interior y nos da las fuerzas para caminar en tal camino. Con el Espíritu Santo tenemos el Espíritu de poder, el cual necesitamos para ser liberados de nuestros pecados y de nuestras viejas amistades. Para poder ser liberados necesitamos el Espíritu de poder y eso es parte del Espíritu Santo.
Esto se puede comparar con un cohete que está a punto de ser lanzado a órbita, se necesita una fuerza increíble para liberarse de la atmosfera de la tierra. Puede haber distintas plataformas o impulsores, pero al final cuando es liberado de la atmosfera entra en su órbita. De esta manera puede ser vigilado y guiado sin estas fuerzas propulsoras. En nuestra vida espiritual, aquí es donde la sabiduría se hace cargo, desarrollándose y creciendo sosegadamente. Dios no nos ha dado espíritu de desánimo, sino que nos ha dado un espíritu de poder, amor y dominio propio. (2 Timoteo 1:7) Esto es el espíritu de sabiduría, pero primero necesitamos el poder de ser liberados.
¡Ora por el poder del Espíritu Santo!
Si tú sientes que no tienes ninguna fuerza para hacer la voluntad de Dios y vencer al pecado, entonces ora a Dios para recibir el poder del Espíritu Santo. Tienes que trabajar en tu cautiverio hasta que seas libre, renunciando a tu propia voluntad y entregándolo todo a Dios. Cuanto más trabajas, más descubres que no puedes hacerlo tú mismo, y es entonces cuando tu hombre interior clama para recibir el Espíritu Santo como un poder en tu vida interior. Es así como Dios te da Su Espíritu, y eso lo sabes porque recibes gozo y paz. El reino de los cielos se convierte parte de tu vida y el Espíritu Santo es el poder que te impulsa, guía, ayuda y consuela.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.