El Apóstol Pedro: Un hombre completamente nuevo
¿Qué fue lo que le sucedió con Pedro para que cambiara radicalmente en tan poco tiempo?
Estas son algunas de las cosas que sabemos del Apóstol Pedro:
- Su fe era tan débil que casi se hundió bajo las olas del mar porque temió. Jesús le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mateo 14:28-31).
- Su fe era tan grande que generalmente hacía milagros en el nombre de Jesús. (Hechos 5:12).
- Cuando Jesús fue crucificado, Pedro negó haberlo conocido 3 veces, porque tenía miedo de las consecuencias. (Mateo 26:69-75).
- Pedro anunció el nombre de Jesús en Jerusalén tan poderosamente que se añadieron como 3000 personas a la Iglesia en un solo día. (Hechos 2:41).
Casi parece que estamos hablando de dos personas totalmente diferentes. ¿Qué fue lo que sucedió con el Apóstol Pedro para que cambiara radicalmente en tan poco tiempo? Muy simple, él fue bautizado con el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo tomó autoridad
Jesús dijo a Sus discípulos antes de ser alzado en las nubes: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:8. Pedro, siendo débil, tímido e inseguro ¡fue llenado de fuerza y poder cuando el Espíritu tomó autoridad sobre su vida!
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” Juan 14:16-18. Esta es la promesa que Jesús les hizo a Sus discípulos.
Podemos ver a través de algunas historias sobre Pedro, que no siempre hizo las cosas bien. Por ejemplo, cuando cortó la oreja del sirviente y Jesús le reprendió. O cuando se durmió en Getsemaní en lugar de velar con Jesús mientras oraba. No es cómo comenzamos lo que determina cómo vamos a terminar. Tampoco es nuestro pasado, o quienes somos por naturaleza, sino que es lo que permitimos al Espíritu Santo hacer en nosotros. Si le permitimos guiarnos, si le obedecemos, Él nos guiará a toda la verdad y la sabiduría. (Juan 18:10-12; Mateo 26:37-41).
El mismo hombre que una vez intentó convencer a Jesús de que podía evitar los sufrimientos por los que tuvo que pasar después, escribe: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” 1 Pedro 4:12-13. (Mateo 16:21-23).
El Apóstol Pedro: Uno de los mejores ejemplos
Por lo cual, el Apóstol Pedro es uno de los mejores ejemplos que tenemos de una vida de discípulo. Sí, tenemos una naturaleza humana con tendencias y debilidades. Pero ¡No tenemos que dejarnos dominar por estas cosas! Estas cosas no son las que nos dictan cómo vivir. Dios da el Espíritu Santo a todos los que le obedecen. (Hechos 5:32.) Si andamos en el Espíritu y vivimos en obediencia de acuerdo a sus estatutos, recibiremos todo el poder en el cielo y en la tierra para llevar a cabo la buena y perfecta voluntad de Dios en nuestras vidas. Seremos guiados por el mismo motor que obró admirablemente en la transformación en Pedro.
- Quienes están ocupados en lo que la gente piensa de ellos, pueden llegar a ser completamente libres de eso.
- Quienes están agobiados por la ansiedad y el miedo, pueden llegar a una perfecta paz y reposo en Cristo.
- Quienes tienen tendencias a quejarse y a estar insatisfechos, pueden aprender a ser agradecidos.
- Quienes son esclavos de sus deseos, pueden llegar a ser libres y a tener un corazón puro.
Y la lista continúa. Todos sabemos por nosotros mismos dónde se encuentran nuestras batallas personales. ¡Con la ayuda y el poder del Espíritu Santo podemos vencer cualquier cosa y todo lo que nos impide avanzar!
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyos, y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos.” 2 Timoteo 1:7-9.
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.