¡Cree en el amor que Dios tiene por ti!
¡Podemos aceptar el amor de Dios en nuestras vidas, y a cambio aprender a amar, así como Él ama!
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” Jeremías 31:1.
Este versículo es Dios hablando a Israel – Su pueblo propio. Sin embargo, ¡también es un versículo para todo aquel que lo crea! ¡Es un hecho ineludible que Dios te ama a ti y a mí! El amor de Dios es un amor puro; un amor que no depende de que hagamos algo para merecerlo o para ganarlo. No es un amor humano – un amor que menudo tiene sus exigencias y reservas que no expresa; sino que es un amor absolutamente puro, que solo busca lo mejor para nosotros.
La mayoría de nosotros estamos sujetos a sentimientos de inferioridad, siempre hay alguien mejor que nosotros; ya sea en apariencia, personalidad, inteligencia, logros, estatus social, circunstancias, etc. Dios no mira ninguna de estas cosas. Él nos hizo tal y como somos, y quiere hacer una obra en nosotros, empezando desde donde estamos, y no desde alguna meta que pensamos que deberíamos haber alcanzado antes de que Dios nos acepte. No, no necesitamos nada para ganar el amor de Dios. Se nos ofrece si nos humillamos a nosotros mismos y lo aceptamos. Esta es una de las cosas más transformadoras que una persona puede hacer en su vida – y se convierte en el comienzo de una forma de vida completamente nueva.
Dios quiere “reedificarnos”
La Biblia continúa diciendo en Jeremías 31:4, “De nuevo te edificaré, y serás reedificada, virgen de Israel; de nuevo tomarás tus panderos, y saldrás a las danzas con los que se divierten.” [LBLA] “De nuevo”, dice Dios. ¡Eso debe significar que ya hemos sido edificados!
David escribe en el Salmo 139:13-16, “Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados…” [LBLA] Sí, Dios sabía bien lo que hacía cuando nos formó en el vientre de nuestra madre; cada uno de nosotros fue creado como una persona especial y única. Fuimos hechos tal y como Dios quiere seamos, pero Su obra con nosotros aún no ha terminado ¡Él quiere “reedificarnos”!
Todos nosotros nacimos con una naturaleza pecaminosa, tan pecaminosa que odia a Dios con vehemencia. (Romanos 3:10-18). Pero, a pesar de esto, el amor de Dios por nosotros y para nosotros no disminuye. Él ama porque es amor, y no puede hacer otra cosa que no sea amarte. Por lo tanto, en este amor Él quiere reedificarnos.
Para que estamos siendo “reedificados”
Nuestra tarea es convertirnos en un pueblo que ama a Dios porque Él nos ama a nosotros, este amor debe ser reciproco, además debemos llegar al punto en el que podamos amar a otras personas con el mismo amor con el que Él nos ha amado. ¡Y para esto se requiere ser reedificados completamente! Suena imposible, pero no lo es. Podemos ser reedificados por medio de aprender a obedecer las leyes y mandamientos de Dios. No obstante, estos mandamientos son imposibles de llevar a cabo por nuestra propia cuenta y es por eso que necesitamos el poder y la gracia de Dios para hacerlo.
Jesús dice estas poderosas palabras: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Mateo 5:43-48.
¿Quién puede vivir y llevar a cabo estas palabras? Jesús lo hizo – un hombre que fue creado tal como nosotros; un hombre con carne y sangre y con la misma naturaleza que todos experimentamos. Sin embargo, la Biblia dice que no cometió pecado [fue sin pecado] a pesar de todas las tentaciones que sufrió aquí abajo. Justo antes del final de Su vida, Jesús terminó su oración de “Sumo Sacerdote” con estas palabras: “…para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” Juan 17:26. Esta oración sigue siendo relevante en nuestros días, piensa: “para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” Es a través del Espíritu Santo, que Él nos dará el poder para vencer sobre nuestra naturaleza pecaminosa, así como Él venció.
Entreguémonos incondicionalmente a Dios para que conozcamos, personalmente, este gran poder transformador de Su amor. ¡Cuando lo hacemos, nunca volvemos a ser los mismos!
Escritura tomada de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.